CROMO
Al caer de la tarde, se moría,
como se dobla un tallo el limpiabotas,
y al mirarlo en su lecho, parecía
una esperanza con las alas rotas.
Pálido, débil, en su frente había
como un agonizar de ansias ignotas,
y giraban sus ojos, en sombría
visión de horas oscuras y remotas.
Madre, murmuró entonces el moribundo
con un hilo de voz que fué un sollozo:
arregla mi cajón que fué en el mundo
mi único amigo y mi mejor consuelo:
voy a lustrar, radiante de alborozo,
las botas de los ángeles del cielo.
de José Albertazzi Avendaño,
en Los mejores poetas de Costa Rica, Compañía Ibero-Americana de publicaciones/
Librería FERNANDO FE, 1915.
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