Madrid, primavera de 1938
Y floreció entre los escombros.
Era la primavera
y por el muro más acribillado
creció una enredadera fugitiva.
Briznas de hierba
besaron la ciudad martirizada.
Un sol tímido,
un sol avergonzado de su brillo,
se posó en los andrajos,
en las manos moradas,
en los muñones de los mutilados,
y entró por las ventanas sin cristales,
por puertas arrancadas a la noche.
de Acacia Uceta,
en La poesía como herramienta, Edición digital - Omegalfa, 2018.
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