A causa del cansancio
¡La tierra!
Déjame besar tu cabeza que se pone calva,
con mis labios andrajosos, manchados con oros
/ajenos.
Con el humo de cabello sobre los incendios de
/ojos de estaño
déjame abrazar los pechos hundidos de
/ciénagas.
¡Ves! Somos dos,
heridos, acosados por las gacelas;
subió el relinchar de los caballos montados por
/la muerte.
El humo de la casa nos alcanzará con sus largas
/palmas,
lo turbio enfureciendo los ojos de lo
/putrefacto, bajo el turbión de las luces.
¡Hermana mía!
En los asilos de los siglos venideros
se encontrará, quizás, una madre para mí;
le tiraré la ensangrentada cornucopia de mis
/cantos.
Cuando salte por el campo
la cuneta, el detective verde
nos apresará
con las sogas de sus mugrientos caminos.
Déjame besar tu cabeza que se pone calva,
con mis labios andrajosos, manchados con oros
/ajenos.
Con el humo de cabello sobre los incendios de
/ojos de estaño
déjame abrazar los pechos hundidos de
/ciénagas.
¡Ves! Somos dos,
heridos, acosados por las gacelas;
subió el relinchar de los caballos montados por
/la muerte.
El humo de la casa nos alcanzará con sus largas
/palmas,
lo turbio enfureciendo los ojos de lo
/putrefacto, bajo el turbión de las luces.
¡Hermana mía!
En los asilos de los siglos venideros
se encontrará, quizás, una madre para mí;
le tiraré la ensangrentada cornucopia de mis
/cantos.
Cuando salte por el campo
la cuneta, el detective verde
nos apresará
con las sogas de sus mugrientos caminos.
de Vladimir Mayacovski,
en La flauta espinazo y otros poemas, elaleph.com, 2000.
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