SERENAMENTE
(EN DÍAS DE ESCLAVITUD)
Amada buena, dulce compañera
que aguardas mi retorno, entristecida;
¡ya ves!... no brota sangre de mi herida
porque es herida oculta y traicionera.
Cierra las puertas del hogar, afuera
toda idea de bien está perdida,
y a través del espacio y de la vida
la bestia triunfará, salvaje y fiera.
Sólo quiero tus manos, y las finas
manecitas de amor, manos divinas
del ángel que colmó nuestra ilusión,
para posar en ellas mi cabeza
sedienta de quietud y de terneza,
mientras pasa bramando el aquilón...
de José Albertazzi Avendaño,
en Los mejores poetas de Costa Rica, Compañía Ibero-Americana de publicaciones/
Librería FERNANDO FE, 1915.
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