contracanto a walt whitman
(canto a nosotros mismos) (fragmentos)
Contracanto a un célebre poema de Walt Whitman publicado en 1855
con el título de Canto a mí mismo (Song of myself) que se inicia así:
"Yo, Walt Whitman, un cosmo,
un hijo de Manhattan..."
Yo,
un hijo del Caribe,
precisamente antillano.
Producto primitivo de una ingenua
criatura borinqueña
y un obrero cubano,
nacido justamente, y pobremente,
en suelo quisqueyano.
Recogido de voces,
lleno de pupilas
que a través de las islas se dilatan,
vengo a hablar a Walt Whitman.
Un cosmos,
un hijo de Manhattan.
Preguntarán
¿quién eres tú?
Comprendo.
Que nadie me pregunte
quién es Walt Whitman.
Irían a sollozar sobre su barba blanca.
Sin embargo,
voy a decir de nuevo quién es Walt Whitman,
un cosmos,
un hijo de Manhattan.
5
Y un día
(¡Oh, Walt Whitman de barba insospechada...!)
al pie de la palabra
yo
resplandeció la palabra
Democracia.
Fue un salto.
De repente
el más recóndito yo
encontró su secreto beneficio
Libertad de Trabajo. Libertad de Conciencia.
Libertad de Palabra. Libertad de Camino.
Libertad de aventura, proyecto y fantasía.
Libertad de fracaso, de amor, y de apellido.
Libertad sin retorno ni vértices ni ortigas.
Libertad de quererme y mirarme en su pupila.
Libertad de la dulce asamblea que tengo en mi
corazón
contigo y con toda la infinita humanidad que rueda
a través
de todas las edades, los años, las tierras, los países,
los credos, los horizontes... y fue la necesaria
instalación de júbilo.
Las colinas desataron luceros y luciérnagas.
Las uvas se embriagaron de vino y de perennidad.
En todo el territorio
se hizo la gran puerta de la oportunidad
y todo el mundo tuvo acceso a la palabra
mío.
(canto a nosotros mismos) (fragmentos)
Contracanto a un célebre poema de Walt Whitman publicado en 1855
con el título de Canto a mí mismo (Song of myself) que se inicia así:
"Yo, Walt Whitman, un cosmo,
un hijo de Manhattan..."
Yo,
un hijo del Caribe,
precisamente antillano.
Producto primitivo de una ingenua
criatura borinqueña
y un obrero cubano,
nacido justamente, y pobremente,
en suelo quisqueyano.
Recogido de voces,
lleno de pupilas
que a través de las islas se dilatan,
vengo a hablar a Walt Whitman.
Un cosmos,
un hijo de Manhattan.
Preguntarán
¿quién eres tú?
Comprendo.
Que nadie me pregunte
quién es Walt Whitman.
Irían a sollozar sobre su barba blanca.
Sin embargo,
voy a decir de nuevo quién es Walt Whitman,
un cosmos,
un hijo de Manhattan.
5
Y un día
(¡Oh, Walt Whitman de barba insospechada...!)
al pie de la palabra
yo
resplandeció la palabra
Democracia.
Fue un salto.
De repente
el más recóndito yo
encontró su secreto beneficio
Libertad de Trabajo. Libertad de Conciencia.
Libertad de Palabra. Libertad de Camino.
Libertad de aventura, proyecto y fantasía.
Libertad de fracaso, de amor, y de apellido.
Libertad sin retorno ni vértices ni ortigas.
Libertad de quererme y mirarme en su pupila.
Libertad de la dulce asamblea que tengo en mi
corazón
contigo y con toda la infinita humanidad que rueda
a través
de todas las edades, los años, las tierras, los países,
los credos, los horizontes... y fue la necesaria
instalación de júbilo.
Las colinas desataron luceros y luciérnagas.
Las uvas se embriagaron de vino y de perennidad.
En todo el territorio
se hizo la gran puerta de la oportunidad
y todo el mundo tuvo acceso a la palabra
mío.
8
¡Secreta maravilla de una historia que nace...!
Con aquel ancho grito
fue construida una nación gigante,
Formada de relatos y naciones pequeñas
que entonces se encontraban como el mundo
entre dos grandes mares...
Y luego
se ha llenado de golfos, islotes y ballenas
esclavos, argonautas y esquimales...
Por los mares bravíos
empezó a transitar el clíper yanqui,
en tierra se elevaron estructuras de aceros,
se escribieron poemas y códigos y mármoles
y aquella nación obtuvo sus ardientes batallas
y sus fechas gloriosas y sus héroes totales
que tenían aún entre los labios
la fragancia
y el zumo
de la tierra olorosa con que hacían su pan
su trayecto y su equipaje...
Y aquella fue una gran nación de rumbos y albedríos.
Y el yo
-la rotación de todos los espejos
sobre una sola imagen-
halló su prodigioso mensaje primitivo
en un inmenso, puro, territorio intachable
que lloraba la ausencia de la palabra
mío.
10
Nadie supo qué noche desgreñada,
un rostro frío, de bajo celentéreo,
se halló en una moneda. Qué reseco semblante
se pareció de pronto a un círculo metálico y sonoro.
Qué cara seca vio en circulación de mano en mano.
Qué seca boca dijo de pronto
yo
y empezó a conjugarse, a cumplirse y a multiplicarse
en todas las monedas.
En moneda de oro, de cobre, de níquel,
en moneda de mano, de venas de vírgenes
de labradores y pastores, de cabreros y albañiles.
Nadie supo quién fue el desceñido primero.
Mas se le vio una mañana adquirir el crepúsculo,
Mas se le vio otra mañana comprar la conciencia.
Y del fondo de los ríos, de los barrancos, de la médula
de los arbustos, del filo de las cordilleras,
pasando por torrentes de sudor y de sangre,
surgieron entonces los Bancos, los Trusts, los
monopolios,
las Corporaciones.... Y, cuando nadie lo supo
fueron a dar allí la cara de la niña y el corazón
del aventurero y las cabriolas del cow-boy y los
anhelos
del pioneer... y todo aquel inmenso territorio
empezó a circular por las cajas de los Bancos, los
libros
de las Corporaciones, las oficinas de los rascacielos,
las máquinas de calcular...
y ya:
se le vio una mañana adquirir la gran puerta de la
oportunidad
y ya más nadie tuvo acceso a la palabra mío
y ya más nadie ha comprendido la palabra yo.
11
Preguntadlo a la noche y al vino y a la aurora...
Por detrás de las colinas de Vermont, los llanos de
las Costas
por el ancho Far-West y las montañas Rocallosas,
por el valle de Kentucky y las selvas de Maine.
Atravesad las fábricas de muebles y automóviles, los
muelles,
las minas, las casas de apartamentos, los ascensores
celestiales,
los lupanares, los instrumentos de los artistas;
buscad un piano oscuro, revolved las cuerdas,
los martillos, el teclado, rompedle el arpa silenciosa
y tiradla sobre los últimos raíles de la madruga...
Inútilmente.
No encontraréis el limpio acento de la palabra
yo.
Quebrad un teléfono y un disco de baquelita,
arrancadle los alambres a un altoparlante nocturno,
sacad al sol el alma de un violín Stradivarius...
Inútilmente.
No encontrareis el limpio acento de la palabra
yo.
(¡Oh, Walt Whitman de barba desgarrada!)
¡Qué de rostros caídos, qué de lenguas atadas,
qué de vencidos hígados y arterias derrotadas...!
No encontraréis
más nunca
el acento sin mancha
de la palabra
yo.
12
Ahora,
escuchadme bien:
si alguien quiere encontrar de nuevo
la antigua palabra
yo
vaya a la calle del oro, vaya a Wall Street.
No preguntéis por MR. Babbitt. El os lo dirá.
- Yo, Babbitt, un cosmos,
un hijo de Manhattan.
Él os lo dirá
- Traedme las Antillas.
sobre varios calibres presurosos, sobre cintas
de ametralladoras, sobre los caterpillares de los
tanques
traedme las Antillas.
Y en medio de un aroma silenciosa
allá viene la isla de Santo Domingo.
- Traedme la América Central.
Y en medio de un aroma pavoroso
allá viene callada Nicaragua.
- Traedme la América del Sur.
Y en medio de un aroma pesaroso
allá viene cojeando Venezuela.
Y en medio de un celeste bogotazo
allá viene cayendo Colombia.
Allá viene cayendo Ecuador.
Allá viene cayendo Brasil.
Allá viene cayendo Puerto Rico.
En medio de un volumen salino
allá viene cayendo Chile...
Vienen todos. Allá vienen cayendo.
Cuba trae su dolor envuelto en un estremecimiento
de comparsas.
México trae su rencor envuelto en una sola mirada
fronteriza.
Y Haití, Uruguay y Paraguay, vienen cayendo.
Y Guatemala, El Salvador y Panamá, vienen cayendo.
Vienen todos. Vienen cayendo.
No preguntéis por Mr. Babbit, os lo he dicho.
- Traedme todos esos pueblos en azúcar, en nitrato,
en estaño, en petróleo, en bananas,
en almíbar.
traedme todos esos pueblos.
No preguntéis por Mr. Babbitt, os lo he dicho.
Vienen todos, vienen cayendo.
14
Porque
¿qué ha sido la ventura de los pueblos
si no un cambio continuo, un movimiento
eterno,
un fuego infinito que se enciende y que se
apaga?
¿Qué ha sido
sino un chorro incontenido,
espejo ayer de oteros y palmares,
hoy nube blanca?
¿Y que
si no una brega infatigable
en que hoy manda un puñado de golosos
y mañana los puños deliciosos,
fragantes y frenéticos del pueblo
innumerable?
Por eso tú, innúmero Walt Whitman,
que en mitad de la noche dijiste
yo
y el herrero sonoro se descubrió en la llama
y el forjador y el fogonero
y el cuidador del faro, celeste de miradas,
y el fundidor y el leñero
y la niña celeste colando la alborada
y el pionero y el bombero
y el cochero y el aventurero y el arriero...
Tú,
que en medio de la noche dijiste
Yo, Walt Whitman, un cosmos,
un hijo de Manhattan
y un pueblo entero se descubrió en tu lengua
y se lanzó de lleno a construir su casa
hoy,
que ha perdido su casa,
hoy,
que tiene un puñado de golosos sonrientes y
engreídos,
hoy
que ha cambiado el fuego infinito que se
enciende y que se apaga
hoy...
hoy no te reconoce
desgarrado Walt Whitman,
porque tu signo está guardado en las cajas de los
Bancos,
porque tu voz está en las islas guardadas por arrecifes
de bayonetas y puñales,
porque tu voz inunda los decretos y los centro de
Beneficencia
y los juegos de lotería,
porque hoy,
cuando un magnate sonrosado,
en medio de la noche cósmica,
desenfrenadamente dice
yo
detrás de su garganta se escucha el ruido de la
muchedumbre
ensangrentadas explotas refugiadas
que torvamente dice
tú
y escupe sangre entre los engranajes,
en las fronteras y las guardarrayas...
¡Oh, Walt Whitman de barba interminable!
15
Y ahora
ya no es la palabra
yo
la palabra cumplida
la palabra de toque para empezar el mundo.
Y ahora
ahora es la palabra
nosotros.
Y ahora,
ahora es llegada la hora del contracanto.
Nosotros los ferroviarios,
nosotros los estudiantes,
nosotros los mineros,
nosotros los campesinos
nosotros los pobres de la tierra,
los pobladores del mundo,
los héroes del trabajo cotidiano,
con nuestro amor y con nuestro puños,
enamorados de la esperanza.
Nosotros los blancos,
los negros, los amarillos,
los indios, los cobrizos,
los moros y morenos,
los rojos y aceitunados,
los rubios y los platinos,
unificados por el trabajo,
por la miseria, por el silencio,
por el grito de un hombre solitario
que en medio de la noche,
con un perfecto látigo,
con un salario oscuro,
con un puñal de oro y un semblante de hierro,
desenfrenadamente grita
yo
y siente el eco cristalino
de una ducha de sangre
que decididamente se alimenta en
nosotros
y en medio de los muelles alejándose
nosotros
y al pie del horizonte de las fábricas
nosotros
y en la flor y en los cuadros y en los túneles
nosotros
y en la alta estructura camino de las órbitas
nosotros
camino de los mármoles
nosotros
camino de las cárceles
nosotros...
16
Y un día,
en medio del asombro más grande de la historia,
pasando a través de muros y murallas
la risa y la victoria.
encendiendo candiles de júbilo en los ojos
y en los túneles y en los escombros,
¡oh, Walt Whitman de barba nuestra y definitiva!
Nosotros para nosotros, sobre nosotros
y delante de nosotros...
Recogeremos puños y semilleros de todos los pueblos
y en carrera de hombros y brazos reunidos
los plantaremos repentinamente
en las calles de Chile, de Ecuador y Colombia,
de Perú y Paraguay,
de El Salvador y Brasil,
en los suburbios de Buenos Aires y de La Habana
y allá en Macorís del Mar, pueblo pequeño y mío,
hondo rincón de aguas perdidas en el Caribe,
donde la sangre tiene
ciertos rumor de hélices quebrándose en el río...
¡Oh, Walt Whitman de estampa proletaria!
Por las calles de Honduras y el Uruguay.
Por los campo de Haití y los rumbos de Venezuela.
En plena Guatemala con su joven espiga.
En Costa Rica y en Panamá.
En Bolivia, en Jamaica y dondequiera,
dondequiera que un hombre de trabajo
se trague la sonrisa,
se muerda la mirada,
escupa la garganta silenciosa
en la faz del fusil y del jornal
¡Oh, Walt Whitman!
Blandiendo el corazón de nuestros días delante de
nosotros,
nosotros y nosotros y nosotros.
17
¿Por qué queríais escuchar a un poeta?
Estoy hablando con uno y con otros.
Con aquellos que vinieron a apartarlo de su pueblo,
a separarlo de su sangre y de su tierra,
a inundarle su camino.
Aquellos que lo inscribieron en el ejército.
Los que violaron su barba luminosa y le pusieron un
fusil
sobre sus hombros cargados de doncellas y pioneros.
Los que no quieren a Walt Whitman el demócrata,
sino a un tal Whitman atómico y salvaje.
Los que quieren ponerle zapatones
para aplastar la cabeza de los pueblos.
Moler en sangre las sienes de las niñas.
Desintegrar en átomos las fibras del abuelo.
Los que toman la lengua de Walt Whitman
por signo de metralla,
por bandera de fuego.
¡No, Walt Whitman, aquí están los poetas de hoy
levantados para justificarte!
" - ¡Poetas venideros, levantaos, porque vosotros
debéis justificarme!"
Aquí estamos, Walt Whitman, para justificarte.
Aquí estamos
por ti
pidiendo paz.
La paz que requerías
para empujar el mundo con tu canto.
Aquí estamos
salvando tus colinas de Vermouth.
tus selvas de Maine, el zumo y la fragancia de tu
tierra,
tus guapos con espuelas, tus mazas con sonrisas,
tus rudos mozalbetes camino del riachuelo.
Salvándolos, Walt Whitman, de los traficantes
que toman tu lenguaje por lenguaje de guerra.
¡No, Walt Whitman, aquí están los poetas de hoy,
los obreros de hoy, los pioneros de hoy, los
campesinos
de hoy,
firmes y levantados para justificarte!
¡Oh, Walt Whitman de barba levantada!
Aquí estamos sin barba,
sin brazos, sin oídos,
sin fuerzas en los labios,
mirando de reojo,
rojo y perseguidos,
llenos de pupilas
que a través de las islas se dilatan,
llenos de coraje, de nudos de soberbia
que a través de los pueblos se desatan,
con tu signo y tu idioma de Walt Whitman
aquí estamos
en pie
para justificarte,
¡continuo compañero de Manhattan!
de Pedro Mir,
en Viaje a la muchedumbre, Siglo XXI, 1978.
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