Sol de sangre
Por inmensos caminos solitarios,
huyendo de ignorados campanarios,
los peregrinos van, faltos de aliento.
Y de aldeas siniestras y lejanas
les saludan, al paso, las campanas,
con notas que cabalgan sobre el viento.
El horizonte bajo el sol se dora,
manchado por la sangre de una aurora
que se teme a la vez y que se espera;
las nubes se amotinan y se empujan
y, como buitres, al huir, se estrujan
en el espanto de la noche huera.
Tiembla y cede la tierra bajo el peso,
se abre un abismo en el dintel del beso
y todo es sepulcral, como una luna;
sólo se oye el rumor sordo y la queja
de aquella muchedumbre que se aleja
con fatigas de mar, hacia su cuna.
En la sangre del sol busca su origen;
torvos y extraños sentimientos rigen
su reflujo fatal hacia la aurora;
y jadeante, vencida y sin aliento,
se arrastra latigueada por el viento,
royendo el amargor que la devora.
Y mañana al triunfar, cuando derribe
la absurda sociedad que la proscribe,
brillará como un sol a nuestros ojos.
Sus pupilas extrañas y dementes,
empapadas en púrpuras ardientes,
parecerán dos corazones rojos.
Sus manos, impacientes de batalla,
removerán la gigantesca hornalla
donde alimenta el sol sus encarnados
y, en la ruda apoteosis del incendio,
la plebe se alzará como un compendio
de todos los sollozos ignorados.
de Manuel Ugarte,
en Poesías Completas, Casa Editorial Maucci, 1921.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario