Los pistoleros de Barcelona
I
En la calma solemne se eleva un canto.
Es el canto del día, loco y sangriento;
el veneno explosivo que el desencanto
ha vertido en las almas como un tormento.
En la calma solemne dice así el canto:
II
"¡Somos los pistoleros de Barcelona!
¡Somos los terroristas de la comarca!
¡Ante todos se cuadra nuestra persona,
y en el rojo atentado va nuestra marca!
¡Somos los pistoleros de Barcelona!
¡Con la "Star" en la mano no hay dios que pueda
resistir al empuje de nuestro aliento!
Por nosotros la angustia sembrada queda
al paso de las hordas de este momento.
¡Con la "Star" en la mano no hay dios que pueda!
La venganza nos lleva por el camino
que conduce a la cumbre de los dolores.
Y hoy forzar pretendemos nuestro destino
porque así lo han querido los opresores,
la venganza nos lleva por el camino...
¡No hay inocentes!—dice la voz de abajo
contra el grito de arriba que nos ultraja—.
Y por eso queremos cortar de un tajo
la cadena ominosa que nos rebaja.
¡No hay inocentes!—dice la voz de abajo."
III
El poeta que escucha quédase triste
pensando que en el odio nada se funda;
que si un manto de sangre la ciudad viste
ha de hacerse ese manto noche profunda.
El poeta que escucha quédase triste.
En la calma solemne se eleva un canto.
Es el canto del día, loco y sangriento;
el veneno explosivo que el desencanto
ha vertido en las almas como un tormento.
En la calma solemne dice así el canto:
II
"¡Somos los pistoleros de Barcelona!
¡Somos los terroristas de la comarca!
¡Ante todos se cuadra nuestra persona,
y en el rojo atentado va nuestra marca!
¡Somos los pistoleros de Barcelona!
¡Con la "Star" en la mano no hay dios que pueda
resistir al empuje de nuestro aliento!
Por nosotros la angustia sembrada queda
al paso de las hordas de este momento.
¡Con la "Star" en la mano no hay dios que pueda!
La venganza nos lleva por el camino
que conduce a la cumbre de los dolores.
Y hoy forzar pretendemos nuestro destino
porque así lo han querido los opresores,
la venganza nos lleva por el camino...
¡No hay inocentes!—dice la voz de abajo
contra el grito de arriba que nos ultraja—.
Y por eso queremos cortar de un tajo
la cadena ominosa que nos rebaja.
¡No hay inocentes!—dice la voz de abajo."
III
El poeta que escucha quédase triste
pensando que en el odio nada se funda;
que si un manto de sangre la ciudad viste
ha de hacerse ese manto noche profunda.
El poeta que escucha quédase triste.
de Alberto Ghiraldo,
en La canción del deportado, Fernando Fé, 1929.
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