Cuando el verdugo se sienta en el sillón del juez
el horizonte se yergue vertical
y se inclina a la derecha la balanza,
los demonios se visten como ángeles
santiguándose libres de todo mal
y entonces la espera pierde su esperanza.
Cuando el verdugo se sienta en el sillón del juez
la lluvia comienza a caer del suelo
las nubes, simplemente, se arrastran por el mar
y los árboles hunden sus raíces en el cielo.
Cuando el verdugo se sienta en el sillón del juez
cuidando las formas y con gesto amable
afila su cuchilla mientras interroga
al que, de todas formas, señalará culpable.
Cuando el verdugo se sienta en el sillón del juez
los pájaros caminan y vuelan los cerdos
las espinas se clavan en las yemas de las flores
y los únicos locos que existen son los cuerdos.
Cuando el verdugo se sienta
en el sillón del juez
se asombran los asombros
y se tiemblan los miedos,
se desempaloman todas las palomas
y se naufragan de una en una las mañanas,
se retrasan mansamente los atrasos,
se apresuran las perezas,
se hierven los hielos
y los engaños se desengañan.
Cuando el verdugo se sienta en el sillón del juez
se nos pone de piedra la piel de tanto rascarnos el asco,
los ojos tratan de no ver, los párpados son ventanas de papel
que se abren y se cierran con el mismo resultado.
Se insultan los amores, se acarician con las garras,
se gritan los silencios y se besan las brasas.
Todo se retuerce, se da vuelta, se arrodilla y se disuelve
cuando el verdugo se sienta en el sillón del juez,
se entregan las banderas, se desguaza el futuro
y en la historia solo existe aquello que no es.
De Alejandro Ippolito,
en https://www.facebook.com/alejandro.ippolito.7?hc_ref=NEWSFEED&fref=nf (20/9/16).