Para no torturarme con tristes pensamientos,
mientras aguardo "amigo” compongo este poemilla
— los ojos prisioneros de las cuatro paredes
del hotel y volando lejos mi fantasía —.
Dentro de tres decenios — la vida es un muñeco
que las manos del tiempo manejan a su arbitrio —
dentro de tres decenios seré una viejecilla
que a pesar de su vida tendrá un alma de niño.
Entonces mi hermanita ya será una señora
y tendrá algunos chicos... ¡Oh, Señor, qué alegría!
— los pilludos que juegan a mi lado y me llaman
entre risas burlonas: ¡Abuelita! ¡Abuelita! —
Yo les respondería: “¡Tienen razón, queridos
la tía está tan vieja que parece una abuela,
cada arruga es un sueño que no se ha realizado,
cada cabello blanco que tiene fue una pena”.
Y aunque tal vez los niños no me comprenderían,
se pondrían muy serios viéndome a mí tan triste,
yo les estrecharía contra mi pecho haciéndoles
promesa del ansiado cartucho de confites...
Y otra vez el contento brillaría en sus ojos
y a mi lado, traviesos, otra vez saltarían
diciéndome entre risas con aire zalamero:
“¿Nos cuenta el lindo cuento de Pinocho, agüelita?”
Para no torturarme con tristes pensamientos
hilvané este poemilla de modestas palabras,
y en tanto levantaba mi castillo de ensueños,
involuntariamente me han brotado las lágrimas.