Las palabras necesitan de un contexto histórico, político, social, cultural, económico y biográfico para significar. Exhorto a lxs lectorxs/militantes a realizar un viaje de conocimiento acerca de lugares, tiempos y autorxs para enriquecer la experiencia literaria que propongo en este espacio. Gracias.

domingo, 30 de junio de 2013

CCD Automotores Orletti

CCD Automotores Orletti

¿Quién saca las manos de la noche
con el vacío que no tienen? ¿Es
posible dar vuelta la lengua, palpar
su agujero de nuncas? ¿Verla
como si antes no fue?
¿Y qué, y después de qué, y después cómo?
¿Y cuánta sangre eso?
Agarrar todas las palabras, pisarlas
y que salgan a otra luz, a otra boca.
Que vuelen en la desposesión.
Que empiecen otra vez.

De Juan Gelman
en Valer la Pena, Editorial Planeta-Seix Barral, 2001. 

¿O no?

¿O no?

Los militares llamaban El Vesubio a
un campo de concentración situado
a pocos metros de la autopista General Richieri.
Así lo bautizaron por
la columna de humo negro que
subía de compañeros mezclados
con fuego de neumáticos. Los
que fueron alegres mataban
la alegría del aire. Las bestias
desorganizan los misterios y crean
el misterio de la iniquidad.
Hay momentos en que la vida es
una bruma que no se puede navegar.
El fracaso del corazón cae en la tarde como
un pájaro olvidado del vuelo.
Ese no ser se parece a la noche
que orina mi alma.

De Juan Gelman
en Valer la Pena, Editorial Planeta-Seix Barral, 2001. 

sábado, 29 de junio de 2013

Regresos

Regresos

Así que has vuelto.
Como si hubiera pasado nada.
Como si el campo de concentración, no.
Como si hace 23 años
que no escucho tu voz ni te veo.
Han vuelto el oso verde, tu
sobretodo larguísimo y yo
padre de entonces.
Hemos vuelto a tu hijar incesante
en estos hierros que nunca terminan.
¿Ya nunca cesarán?
Ya nunca cesarás de cesar.
Vuelves y vuelves
y te tengo que explicar que estás muerto.

De Juan Gelman
en Valer la Pena, Editorial Planeta-Seix Barral, 2001.

martes, 18 de junio de 2013

Los dos soles

Los dos soles

A veces,
se nos nubla la vista
de tanto mirar al sol,
cualquiera de los dos:
el nuestro, el otro.

A veces,
podemos ver borroso,
pero siempre sabemos
cuándo es de día
y cuándo no.

No confundimos
la siesta con la agonía.
Esa es la diferencia.

¿Sabrás cuál es el sol
que ilumina
y cuál el que sólo encandila?

Por Félix Sánchez Durán

domingo, 16 de junio de 2013

Nubes

Nubes

Hay nubes propias y ajenas
En este despertar de primavera.
Nubes que anuncian fuertes tormentas
Que nunca cumplen sus promesas
Y se dispersan con los primeros vientos.
Hay nubes que son producto
De este sol que brilla grande y pleno
Sobre el horizonte de sueños
Y evapora aguas centenarias
Que nadie bebió a tiempo.
Nubes que son fruto
De un pseudo-agotamiento
De quien estuvo mucho al sol
Y extraña noches de invierno.
Nubes esporádicas que se confunden
Con cataclismos y eclipses,
Con otoños cruentos,
Mientras nos bronceamos
En flor de enero.
Nubes aisladas que aunque
Un ventarrón carroñero
Quiera juntarlas, es el sol
Lo suficientemente astuto
Para filtrar sus rayos
Y mostrar el azul del cielo.
Nubes, hay, propias y ajenas.
Pero también hay sueños
Que no empuñan sus paraguas
Y relucen sus sombreros.

Por Félix Sánchez Durán

Babas

Babas

Los derrotados visten trajes de la nada. ¿Son
un signo absurdo ahora? ¿Se
congeló la utopía en sus cabezas?
Se los ve en cafés afligidos,
molestan, hablan
con un fulgor naltrecho en la boca
que no se termina de apagar. ¿Siguen
en la pasión de violar al mundo
y no ser violados por el mundo? ¿Insisten
contra la estupidez? O callan y se limpian
la baba que el tiempo deja caer sobre ellos. Escriben
papeles que nadie alcanza a ver.
Tienen nombres no dichos
sobre sus huesos quietos ya.

De Juan Gelman
en Valer la Pena, Editorial Planeta-Seix Barral, 2001. 

País

País

¿El universo? Claro. ¿El infinito? Además.
¿La carne? Desde luego. Carne celeste
o con un cielo arriba que nuble cuando tocás
el odio y llueve un agua triste.
Una vaca pace en el hueso que vas a recordar.
¿Y los que olvidan?
¿Se tapan como indios las vergüenzas?
País desaparecido en una gorra militar,
¿estás en lo que venga?
Lo que vino es cobardía y desprecio.
Tumbas cavadas en el agua, Paul Celan.
El día me recuerda que no soy árbol y no tengo raíces de pájaro.
Vivo vagamente
y nadie me ve entrar.

(a Marcelo Antonio Campos)

De Juan Gelman
en Valer la Pena, Editorial Planeta-Seix Barral, 2001.

domingo, 9 de junio de 2013

Siete sonetos medicinales

I
Avanti!

Si te postran diez veces te levantas 
otras diez, otras cien, otras quinientas:
no han de ser tus caídas tan violentas 
ni tampoco, por ley, han de ser tantas.

Con el hambre genial con que las plantas 
asimilan el humus avarientas, 
deglutiendo el rencor de las afrentas 
se formaron los santos y las santas.

Obcecación asnal, para ser fuerte, 
nada más necesita la criatura, 
y en cualquier infeliz se me figura 
que se mellan los garfios de la suerte...

¡Todos los incurables tienen cura 
cinco minutos antes de la muerte!

II
Più avanti!

No te des por vencido, ni aún vencido, 
no te sientas esclavo, ni aún esclavo; 
trémulo de pavor, piénsate bravo, 
y acomete feroz, ya mal herido.

Ten el tesón del clavo enmohecido, 
que ya viejo y ruin, vuelve a ser clavo; 
no la cobarde estupidez del pavo 
que amaina su plumaje al primer ruido.

Procede como Dios que nunca llora; 
o como Lucifer, que nunca reza; 
o como el robledal, cuya grandeza 
necesita del agua, y no la implora...

¡Que muerda y vocifere vengadora, 
ya rodando en el polvo, tu cabeza!

III 
Molto più avanti!

Los que viertan sus lágrimas amantes 
sobre las penas que no son sus penas; 
los que olvidan el son de sus cadenas, 
para limar las de los otros antes;

los que van por el mundo delirantes 
repartiendo su amor a manos llenas, 
caen, bajo el peso de sus obras buenas 
sucios, enfermos, trágicos, sobrantes.

¡Ah! Nunca quieras remediar entuertos; 
nunca sigas impulsos compasivos; 
ten los garfios del Odio siempre activos 
y los ojos del juez siempre despiertos...

¡y al echarte en la caja de los muertos, 
menosprecia los llantos de los vivos!

IV 
Molto più avanti ancora!

Esta vida mendaz es un estrado 
donde todo es estólido y fingido, 
donde cada anfitrión guarda escondido 
su verdadero ser tras el tocado:

No digas tu verdad ni al más amado, 
no demuestres temor ni al más temido, 
no creas que jamás te hayan querido 
por más besos de amor que te hayan dado.

Mira cómo la nieve se deslíe
sin una queja de su labio yerto, 
cómo ansía las nubes el desierto 
sin que a ninguno su ansiedad confíe:

Maldice de los hombres, pero ríe; 
vive la vida plena, pero muerto.

Moltissimo più avanti ancora!

Si en vez de las estúpidas panteras 
y los férreos, estúpidos leones, 
encerrasen dos flacos mocetones 
en la frágil cárcel de las fieras:

No habrían de yacer noches enteras 
en el blando pajar de sus colchones, 
sin esperanzas ya, sin reacciones, 
lo mismo que dos plácidos horteras;

Cual Napoleones pensativos, graves, 
no como el tigre sanguinario y maula, 
escrutarían palmo a palmo su aula, 
buscando las rendijas, no las llaves...

¡Seas el que tú seas, ya lo sabes: 
a escrutar las rendijas de tu jaula!

VI 
Vera violeta

En pos de su nivel se lanza el río 
por el gran desnivel de los breñales; 
el aire es vendaval, y hay vendavales 
por la ley del no fin, del no vacío;

la más hermosa espiga del estío 
ni sueña con el pan en los trigales; 
el más dulce panal de los panales 
no declaró jamás: yo no soy mío;

y el sol, el padre sol, el raudo foco 
que fomenta la vida en la Natura, 
por fecundar los polos no se apura, 
ni se desvía un ápice tampoco:

Todo lo alcanzarás, solemne loco... 
¡siempre que lo permita tu estatura!

VII
La yapa

Como una sola estrella no es el cielo, 
ni una gota que salta, el océano, 
ni una falange rígida, la mano, 
ni una brizna de paja, el santo suelo: 

tu gimnasia de jaula no es el vuelo, 
el sublime tramonto soberano, 
ni nunca podrá ser anhelo humano 
tu miserable personal anhelo.

¿Qué saben de lo eterno las esferas? 
¿de las borrascas de la mar, las gotas? 
¿de puñetazos, las falanges rotas? 
¿de harina y pan, las pajas de las eras?...

¡Detén tus pasos Lógica, no quieras 
que se hagan pesimistas los idiotas!

De Almafuerte
en Almafuerte - Poesías, Losada, 1998. 

Evangélicas

(fragmento)

5.

Vestir mejores ropas que los demás,
no es tener mejor carnadura que aquellos
que las visten remendadas, como el que sube
a una torre está más alto que los otros; pero,
no es más alto, por eso, que ninguno de los otros:
trata de merecerlo todo, hasta el aire que respiras.


6.

Procura no distinguirte de tus semejantes
nada más que por lo accidental y contingente:
que antes de recibir el aplauso ajeno,
ya te hayas aplaudido tú mismo; y que
al despojarte de tus vestimentas, de tu fortuna,
de tu alto puesto y aun de tu fama, no se
vaya ninguno de tus atributos esenciales dentro de
esas cosas, como se va la piel en un parche
cáustico, o como se queda sin dientes,
al acostarse, aquel que los lleva postizos.

10.

Solamente los muy simples y los muy
pillastres juzgan a las personas según los casos,
o por el peldaño que ellas pisan o por
la situación de espíritu que ellas atraviesan:
nunca seas ni tonto ni pillo, pero
si no has nacido capaz del término medio,
ojalá que prefieras el primer extremo...
¡y seas tonto!

17.

A los hombres se les conoce
por lo que desean, no por lo que les acontece.

20.

Pero es necesario que lo sepas, una
vez por todas y para siempre: por cada nido
de águilas, hallarás en la montaña
mil cuevas de sabandijas; y casi todos
los que lloran merecerían
ser ahogados en su propio llanto.

21.

Sin embargo, y a pesar de estas
amargas filosofías: respeta a cualquier hombre,
sin aguardar a que se lo merezca;
consuela a todos los que gimen,
sin necesidad de que te presenten
la documentación de su honradez; y no
castigues a nadie; porque no es el hombre,
sino la Providencia, quien merece
el apóstrofe, la cárcel y el patíbulo.

De Almafuerte
en Nuevas Poesías y Evangélicas, Claudio García Editor, 1918.

sábado, 8 de junio de 2013

La revolución

La revolución

Cuando de su pulmón el sonoro
resollar del titán que batalla;
cuando rompe los aires cerúleos
a enormes rebatos de viejas campanas;
cuando brilla su faz a las rojas
claridades del alma y las llamas;
cuando va deponiendo cabezas
ya rubias y locas, ya graves y calvas:

habrá siempre malignas y ocultas
filtraciones del hiel en su alma;
habrá siempre dos manos cubiertas
de gruesos diamantes que compren y aplaudan;
habrá siempre chispazos perdidos
que fulminen las trojes humanas;
habrá siempre fanáticos ebrios
que azucen al dogo por pura jactancia...

¡Habrá siempre jamás en tus puertas,
de valioso marfil incrustadas,
tajadura secreta por donde
vislumbre tu siervo verdades amargas! 
¡Habrá siempre detrás de tus tronos
un luzbel que les roa las gradas
y un bufón ofendido mostrando
que son deleznables montones de paja!

De Almafuerte
en Almafuerte - Poesías, Losada, 1998.

Confiteor Deo

(fragmento)

5.

Nadie comprende, ni remotamente,
aquello que no tiene en sus entrañas de algún
modo.

6.

Se ha soñado un otro mundo y una otra
vida, y se les ha poblado de todos los atributos
humanos y de todas las relatividades terrestres...
¡porque nada imagina el hombre que no
sea la reproducción de sí propio!

De Almafuerte
en Almafuerte - Poesías, Losada, 1998.

Mancha de tinta

(fragmento)

15.

Tu fe, tu esperanza y tu caridad
no son nada más que variedades de tu
interés.

De Almafuerte
en Almafuerte - Poesías, Losada, 1998.

viernes, 7 de junio de 2013

¿Qué diría?

¿Qué diría?

¿Qué diría la gente, recortada y vacía,
Si en un día fortuito, por ultra fantasía,
Me tiñera el cabello de plateado y violeta,
Usara peplo griego, cambiara la peineta
Por cintillo de flores: miosotis o jazmines,
Cantara por las calles al compás de violines,
O dijera mis versos recorriendo las plazas
Libertado mi gusto de vulgares mordazas?

¿Irían a mirarme cubriendo las aceras?
¿Me quemarían como quemaron hechiceras?
¿Campanas tocarían para llamar a misa?

En verdad que pensarlo me da un poco de risa.

De Alfonsina Storni,
en Alfonsina Storni - Antología, Losada, 1998.

miércoles, 5 de junio de 2013

En el sur

En el sur

Vida lenta y extraña; saludable,
difícil de reproducir o de aceptar: ¿quién,
como antes, no quiere nadar
en el agua tibia y aceitosa, a toda vela
a todo pálpito a toda imaginación a toda suerte?

Nadie puede lagrimear
en el Caribe y todo importa.

Elegir, saltar: ¿cuándo
mis amigos terminaremos con todo esto?

¿Cuándo monos y loros, bichos y cristianos, gritarán de alegría,
empezando con sus primeras palabras; cuándo
Curitiba saltará conmigo y Santa Fe, mi ciudad,
hundirá a los traidores, a los despreocupados?

¿Cuándo caminaremos
por el barrio chino o por Miraflores y en todo
el Perú y en todo
el sur de América y por todo Buenos Aires se pueda caminar?

Un yaguareté pasea con su hembra y respiran; sólo
el tamaño los diferencia y el ocio;
como pumas enjaulados caminan de Iquitos a Manaos,
de Manaos a Santa Fe y ya nada
los diferencia: nerviosos y parecidos y fuertes y cansados.

Es en el Caribe
donde nadie puede lagrimear
y absolutamente todo importa.

Llorar, hijo mío, y pelear
para siempre,
alegremente doloridos;
modernos y revolucionarios y sometidos y cristianos.

¿Qué pasa señor mío, dios azaroso de la resignación? aquí
no hubo cobardes, nunca tuve
idea ni ganas de encontrarte por este mundo ni por el otro.

Redentor, dulce Jesús colmado de alabanzas, ¿qué pasa
con el Caribe donde nadie
quiere lagrimear y todo importa?

No se ve a nadie en todo el sur; estamos
solos; solos alzamos nuestra esperanza, solos subiremos
este pantano, esta mugre: un sarcófago para los muertos,
para El Salvador, y también para los arrepentidos.

De Paco Urondo
en Poemas de Batalla, Editorial Planeta, 1999.

Hemos oído: no quieres trabajar más con nosotros

Hemos oído: no quieres trabajar más con nosotros

1

Hemos oído: No quieres trabajar más con nosotros.
Que estás destruido. Que no puedes seguir de un lado para otro.
Que estás demasiado cansado. Que no puedes seguir aprendiendo.
Que estás acabado.
Ya no se te puede exigir que sigas en la tarea.

Para que sepas:
nosotros lo exigimos.

Si te cansas y te duermes,
nadie te despertará ni te dirá:
levántate, la mesa está servida.
¿Por qué iban a servirte la comida?
Si no puedes seguir de un lado para otro
te quedarás acostado. Nadie
te irá a buscar para decirte:
Hicieron la revolución. Las fábricas
te esperan.
¿Por qué harían la revolución?
Cuando mueras te enterrarán.
Seas o no el responsable de tu muerte.

Dices
que luchaste demasiado. Que ya no puedes seguir luchando.
Oye bien:
Si no puedes seguir luchando, te hundirás.

2

Dices: que fueron demasiadas esperanzas. Que ya no esperas más.
¿Qué esperabas?
¿Que la lucha fuera fácil?

No ha sido el caso.
Nuestra situación es peor de lo que imaginabas.
Esta es la situación:
si no rendimos lo sobrehumano
estamos perdidos.

Si no estamos dispuestos a realizar lo que nadie se atreve a pedir
nos hundimos.
Nuestros enemigos no hacen sino esperar
que nos cansemos.

Cuanto más cruenta es la lucha
más se cansan los oponentes.
Aquellos que más pronto se cansen, son los que pierden la batalla.

De Bertolt Brecht
en 80 poemas y canciones,  Adriana Hidalgo Editora, 2008.



La máscara del mal

La máscara del mal

Sobre mi pared hay una talla japonesa de madera.
Es la máscara de un demonio del mal, pintada en laca dorada.
Lleno de compasión observo
las venas hinchadas de las sienes, que revelan
el esfuerzo que exige ser malvado.

De Bertolt Brecht
en 80 poemas y canciones,  Adriana Hidalgo Editora, 2008.

Mal momento para la poesía

Mal momento para la poesía

Yo lo sé bien: sólo el afortunado
es querido. Su voz
es escuchada con placer. Su rostro es hermoso.

El arbolito deforme del patio
indica que el suelo allí es pobre, pero
los que pasan lo insultan y con razón lo tildan
de inválido.

A los verdes botes con sus velas alegres allá en el estrecho
no los registro. De todo ese cuadro
sólo veo la desgarrada red de los pescadores.
¿Por qué lo único que menciono
es el andar encorvado de esa campesina de cuarenta
si los pechos de las muchachas
son tan cálidos como siempre?

Una rima en mi canción de hoy
casi me parecía una arrogancia.
En mí luchan
el entusiasmo por la belleza del manzano en flor
y el horror por los discursos del pintor de brocha gorda.
Pero sólo esto último
me empuja al escritorio.

De Bertolt Brecht
en 80 poemas y canciones,  Adriana Hidalgo Editora, 2008.