Las palabras necesitan de un contexto histórico, político, social, cultural, económico y biográfico para significar. Exhorto a lxs lectorxs/militantes a realizar un viaje de conocimiento acerca de lugares, tiempos y autorxs para enriquecer la experiencia literaria que propongo en este espacio. Gracias.
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sábado, 6 de junio de 2020

CARTA MATERIALISTA A MI MADRE

CARTA MATERIALISTA A MI MADRE

1
Cuando salí de ti, madre, vi una luz de diamante,
vi manos rojas que me salvaban de la nada.
Oí mi propio aullido
de pequeño lobo,
desde entonces nocturno y solitario.
Sólo, entre manos que me trajeron a la vida,
solo, como aún estoy, entre brazos vivientes.
Esta es mi cruel contradicción:
los amores horizontales me dejan solo
y el amor vertical me hace yo mismo.
En asuntos de carne y huesos, amor mío,
la soledad existe. La de uno contra otro:
carne contra huesos, huesos contra carne.
Pero cuando de tu soberbio vientre
haces saltar a un monstruo
o a un poeta por décret des puissances divines
tu vientre se revuelve como pradera en terremoto.
tu soledad se vuelve tempestades,
sube el azufre a tus ojos
y se oyen las tinieblas.

2
Madre, yo no sé como escribirte
puesto que me escribiste tú a mí mismo.
Se te abrieron las caderas
y las piernas se te ampliaron como catedrales;
me pariste, según dices, a las cinco de la mañana,
la hora del alba y las resurrecciones.
Tú no querías que yo existiese,
ya éramos demasiados,
pero, a pesar tuyo, existí. Y soy el mejor y el peor.
Cuando nací, mamá, cinco soldados
me esperaban para apresarme.
El peor de todos: el tetero de ron puro:
el segundo: la soledad de ser el quinto:
el tercero: mi sensibilidad contradictoria:
el cuarto: mi inteligencia cruel y lúcida;
y el quinto: ah! Dans une ténébreuse et profonde uníté!
Mamá, no sé lo que me pasa,
estoy viendo cosas extrañas.
Te veo entre la noche, como si en vez de la vida
fueses la muerte misma, envuelta en sábanas,
o un arcángel salido de mis ojos
o mis ojos salidos de un arcángel.
Sin embargo, eres vida,
y yo pienso, mirándome en tí misma:
cómo se complementa la vida con la muerte!

3
Vida es dolor, mamá, ya tú lo sabes.
Podrá no ser dolor para los dueños del capital;
ésos no sienten, tienen dinero en los nervios,
se comen a sus semejantes con dientes de oro,
buscan siempre el término medio,
son mediocres,
no andan, como tú y yo, por los extremos.
Por los extremos se llega a la sabiduría.
Eso los haría sudar, morirse de miedo,
porque viven muertos de miedo a la vida.
Nosotros, con estremecimientos y desgracias
sabemos que la vida es pólvora
Et inpulverem reverterís
en polvo te convertirás
mas será en polvo enamorado.
Por mi parte, mamá, me haré humo,
volverán mis cenizas con los vientos del Sur
y se dispersarán más allá de la muerte.
Mi desgracia es no poder mentir.
De otro modo, sabiendo engañarme sutilmente
podría hablarte sólo de amor.

4
Esos envenenados sacerdotes
que me educaron con buen sueldo (para ellos)
son los culpables de mi culpa.

Con sus hábitos negros, con su aura negra,
sus pasos muertos, su olor de mezquindad.
su certeza de todo, su dogma entre las cejas,
su soledad envenenada de masturbadores,
su deseo de que el mundo
no sea este sino otro,
su cruz, de la que no son dignos
(pues Cristo la llevó, y ellos la venden
como los mercaderes del templo),
con todo ello, mamá, me construyeron.
Pero antes que ellos, tú me construíste
con una mezcla de sangre y pólvora,
y gracias a ella
no les doy paz a mis verdugos.
Ellos hablaban de Cristo todo el día,
pero si Cristo los viese
les daría látigo, les diría:
"Ay de mi Iglesia,
llena está toda de mercenarios!"
Y el pobre Pablo, con su cruz al revés
debió aprender que aun en la cruz
hay que mirar hacia la tierra.
Mirémosla nosotros, madre;
sólo desde la tierra se puede ver el cielo.

5
Mientras te escribo, mamá, oigo sonatas
escritas por un hombre
que no podía oírse a sí mismo.
Ludwig, o Ludovico, andaba con su muerte a cuesta
y no podía oírla.
¿Iré a ser yo tan desgraciado que no pueda
leer lo que mis manos de ti escriben?
Estoy ciego. No puedo ver la superficie
de las cosas. Sólo veo sus entrañas.
Adivino la esencia de los objetos,
la veo con mis dedos.
Es preciso, mamá, desordenar los sentidos,
realizar un inmenso y razonado
déreglement de tous les sens;
que el tacto oiga, que el olfato vea,
que el oído murmure, que el gusto se disguste
y que la vista toque con dedos cristalinos.
Sólo de la revolución de nuestros cuerpos
podrá surgir la de nuestros hermanos.
Yo no he ido a la guerrilla, mamá, pero algún día
puede ser que me vaya;
no soy fusil, pero sí sé matar
y también sé lo que es morir. He estado muerto.
He nacido otra vez, siempre de tu vientre,
siempre de ti, siempre de ti.
Recuerda que los vivos no viven de los muertos,
pero los muertos viven de los vivos.

6
Te acompaño, mamá, en todo tu amor.
Acompáñame tú en mi odio.
Detesto las sotanas, detesto los banqueros y las botas,
detesto el capital y sus encantadoras esterlinas,
odio la soledad de los borrachos
incluyendo la mía, por supuesto;
odio a los poetas
que, bien acompañados, cantan su soledad;
odio el dinero, y el dinero me odia,
no miro a los fascistas que me rodean,
aunque sí los huelo a distancia;
todos apestan a dinero y se asemejan
a curas asesinos.
¿Es un crimen matar a la muerte?
Según el Evangelio, hay que aguantar la bofetada
en una mejilla. Pero el Evangelio
no dice lo que pensará la otra mejilla.
La otra mejilla es el látigo del templo,
el odio a la mercadería,
el desprecio a los cortos de espíritu.
Pero la primera mejilla es también desprecio
pues nada hay más despreciable
que golpear a un encadenado.
Son tantas las cadenas, mamá!
Hay tantos cristos, tantos y tan pocos!
En esta igualación universal
que es el dinero
ya no hay quien sepa odiar
con verdadero amor.
Ya no hay quien dirija su corazón
hacia los otros;
tan sólo hay ojos para los objetos.

Tú me diste unos ojos, y así veo.
¿Acaso sabes lo que veo?
En vez de ojos me diste diamantes
que transforman todo cuanto miran.
Veo océanos angustiados,
ciudades y praderas inundadas,
veo muertos flotando en las alturas,
veo una horrible explosión
que acabará con todo, menos con mis palabras;
veo un piano que cae de los cielos,
arpas que vuelan, violas que descienden,
y aquella mandolina de mi padre.
La mandolina, ¿la recuerdas?
Sonaba como ángeles
y llenó mi niñez de fantasía.
La misma de hoy. Algo cansado y denso de recuerdos
poseo, sin embargo, fantasía.
Tengo el poder de transformar las cosas,
puedo hacer de un cuchillo una mirada,
puedo, solo, amarrarme a una silla y gritar,
tengo buena suerte y mala pata,
tengo manos que escriben tu milagro,
tengo tu soledad, tu amor, tu vida.
No descanses, mamá, sé siempre mía,
te necesito hasta la muerte.

1973

de Ludovico Silva,
en In Vino Veritas, Biblioteca Virtual Omegalfa, S/F.

viernes, 7 de febrero de 2020

IN VINO VERITAS

IN VINO VERITAS

1
Mi estirpe es la de los lobos.
Aúllo por doquier, lanzo mordiscos al universo,
me muerdo a veces a mí mismo
creyendo que soy otro,
pero luego descanso en mis propios brazos.
Descanso, descanso.
Para luego renacer más lobo que nunca:
mascando, escarbando, gruñendo,
mascando mis heridas,
escarbando mis huesos,
gruñendo hasta lo indecible.
Ah, qué suculento es este brazo
mío, propio de mí!
Sabe a mi historia, y cuando sangra
sabe a mi prehistoria.
Mi dedo gordo no está mal,
salvo sus uñas extremadamente largas
que, por lo demás, son un buen condimento.
En cuanto a mis piernas
la verdad es que me apetecen,
pero no puedo llegar muy bien a ellas;
se necesitaría, amor mío, tener cuello de araña
para poder llegar con mis dientes a mis piernas.
Empero, yo llegaré; ese es mi propósito más firme.
Tú, entretanto, podrías barrerme el alma,
limpiarme el cuerpo lleno de deseos
y destápame, por favor, esa botella.

2
Destápala, anda, chica,
no me dejes a solas con mis muertos!
Sólo los muertos vienen,
Todos nosotros vamos
y entonces tú, mi amor, vienes y vas.
te alargas por la casa como un fantasma.
gritas y no se te oye.
o te oye alguien dentro de mí, con mis oídos
pero no con mis ojos.
Estoy ciego.
Y callado.
Háblame tú o pon la radio,
ponte tú y sírveme un trago, no muy liviano,
que dé duro, que atragante,
que me asesine,
pues, amor, ¿lo sabías?
todo asesinato es en defensa propia,
De modo que no te asustes,
sólo estoy defendiéndome
de un pueblo de águilas que se levanta en mí
diariamente, cada vez que vaya la vida,
y me conduce hacia la muerte,
pero sírveme ese trago, chica!
Una botella no es más que una botella;
pero de ella no se puede decir
que al fondo es otra cosa;
al fondo de ella está ella misma, es perfecta.
Y hay que tener cuello de araña
para llegar al fondo.
Para llegar al fondo de uno mismo!

3
Por si no lo sabías, estoy triste.
Tristísimo.
Siento que he llegado a mi término. Ya no doy más.
Alguna vez tenía que suceder.
Ahora bien, eso no impide que me sirvas un trago,
al fin y al cabo ya estoy listo,
me están esperando para ajusticiarme,
y no es por cierto muy agradable estar encerrado
esperando a que lo ajusticien a uno,
pues ahora se dice que la justicia ,
consiste en el fusilamiento.
Me van a fusilar, amor mío, y tú tan tranquila!
Desperézate, sal de esa cama,
levanta tu bellísimo animal, sal de tí misma,
muévete, échate por la borda,
salta los muros de mi cárcel
y ven a hacerme compañía.
Te necesito, te deseo y te muero.
Aunque vaya a morir, todavía soy lobo,
puedo morder;
aunque esté triste, puedo morder con alegría.
No me dejes lamiendo tu recuerdo, como un perro
sin nombre y sin memoria!
Déjame que te suicide, déjame, amor mío,
y, por favor, sírveme un trago.
Allá está la botella, no lo olvides.
No, allá, allá junto a mi padre.

4
Ya vienen. Suenan sus pasos fríos.
Vienen haciendo sonar las rejas con sus llaves inmensas.
No los conozco. No me conocen. Pero me van a matar.
Casi amo esos pasos espectrales!
Pues, ¿para qué odiar a los asesinos?
¿Para qué odiarlos? ¿No es más absurdo
amar a los que nos aman?
"Lo mataron por loco. Triste historia".
Pero yo sé que los que aman por amor
aman por odio,
y los que aman por odio
matan por amor.
Tú no puedes saber eso, te hace falta el mundo,
este mundo que yo he vivido,
el pantano, amor mío, el pantano
la cárcel de uno mismo,
las cuatro paredes de la conciencia.
Tristis est
anima mea
usque ad mortem!
Ya vienen. Los siento. Son callados y densos.
Tienen pasos sepulcrales. Se parecen a la muerte.
Vienen, no van. Ellos me conocen.
Yo no los conozco. Soy un número.
Asesinos.

5
Demasiada conciencia
para un ser tan pequeño!
Yo no fui hecho para mi cabeza,
la lucidez me lleva hacia otros mundos.
Soy un extraño.
Y oye, mi amor, sírveme de una vez ese trago,
déjame extrañarme de modo alegre, caramba,
¿o es que tú no sabías
que podemos enloquecer sonriendo?
El sabio sólo ríe temblando.
¿No lo sabías? Pues bien, aprende
que los golpes más duros son los que no nos damos,
que la espada sin filo corta más duramente,
que una bala sin punta nos destroza,
que el dolor de vivir no se cura,
que aquesta soledad era la muestra,
que ni tú, que ni yo, que ni nosotros!

Arrastro la soledad como un trapo
o es ella un trapo que me arrastra a mí!
No lo sé. Sólo conozco a mis verdugos.
Ellos saben mi nombre. Yo no sé el de ellos.
Tú también sabes mi nombre. Tú también.
Pero tú no lo olvidarás, y ellos, en cambio,
se irán a dormir después de asesinarme.
Así, pues, tú eres la asesinada! Ja, ja!!!

6
Rióme desmadejado, peludo y loco.
y ay, me duele este cuerpo, y lo recuerdo.
lo recuerdo muy bien. Era peludo,
desmadejado y loco.
A mí no se me olvida un hombre así.
Además, me visitaba frecuentemente,
me acompañaba largas horas,
pero después se iba. Quién sabe a dónde!
Nunca pude averiguar a dónde se iba.
Se desprendía de mí como algo mío,
me dolía su enajenación;
era como si yo, colgando de mi conciencia,
me desprendiese un día de mí mismo.
sin embargo, no era así, era otro ser,
otro ente cartilaginoso
de esos que se divierten
tocando el trasero de las muchachas.
Pero bueno, mi amor, ¿qué es de ese trago?
¿Deberé descender a las ollas infernales
Para buscado? No es necesario
que recurras a Mercurio, ni a Alcibíades,
ni a los coperos divinos! Es preciso
que me traigas un trago, simplemente.
Lo demás es muerte.
Cuidado, además, que me voy; o se me va!
No sé dónde lo tengo escondido,
pero sé que en alguna parte está muriendo.
Eso, eso, ya sabes qué. No me preguntes.
y ahora, adiós; me voy al mar.

7
Todos enamorados de la vida y del mar
querida, ahora vamos a cantar:
Si yo tuviera tantos silencios como muertes,
mis golpes a los golpes serían aún más fuertes.
Si yo tuviera al otro que no nació conmigo,
tendría, al final de los siglos, un amigo.
Pero no tengo a nadie. Tener a nadie es algo.
Entré solo a la vida. No hay nadie cuando salgo.
'No hay nadie en el momento, mi amor, en que te digo
que me estoy disolviendo. Nadie está ya conmigo.
Debo a mis enemigos la fuerza que tenía
y a la soledad debo su dulce compañía.
Adiós, adiós, ya he muerto. Te observo desde un mundo
donde los seres tienen un sabor más profundo.
El sabor de la vida! Recuérdame, y olvida
las cosas que me hicieron perderme de la vida.

1973

de Ludovico Silva,
en In Vino Veritas, Biblioteca Virtual Omegalfa, S/F.