Las palabras necesitan de un contexto histórico, político, social, cultural, económico y biográfico para significar. Exhorto a lxs lectorxs/militantes a realizar un viaje de conocimiento acerca de lugares, tiempos y autorxs para enriquecer la experiencia literaria que propongo en este espacio. Gracias.
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martes, 17 de noviembre de 2020

El cumpleaños del mundo

El cumpleaños del mundo

En el cumpleaños del mundo
empiezo a considerar
lo que hice y lo que dejé
de hacer, pero este año
no hay tanta reconstrucción

de mi psiquis con daño
permanente, apuntalando amistades
erosionadas, desenterrando los
tocones de antiguos resentimientos
que se niegan a arraigar por su cuenta.

No, este año me quiero llamar
a mí misma y amonestarme por
lo que hice y por lo que no hice
por la paz. ¿Cuánto me atreví
a oponerme?

¿Cuánto puse
en juego por la libertad?
La mía y la de los otros.
Mientras a esas libertades las pelan,
pican y rebanan, ¿dónde

me pronuncié? ¿A quién
traté de movilizar? En
esta estación sagrada, me pongo de pie
para autocondenarme por mi pereza
en una época en la que las mentiras asfixian

la mente y la retórica
somete la razón al deslizarse
de sus boas constrictoras. Aquí
me paro ante las puertas
abiertas, ante el fuego que

me encandila, y mientras me aproximo
a lo que me juzga, me juzgo
yo. Denme las armas
de destrucción mínima. Dejen que
mis palabras se transformen en chispas.

de Marge Piercy,
en Entre los Poetas Míos... - Colección Antológica de Poesía Social Vol.125, Biblioteca Virtual Omegalfa, 2018.

jueves, 14 de mayo de 2020

Muñeca Barbie

Muñeca Barbie

Esta nena nació como se suele nacer,
le ofrecieron muñecas que hacían pipí,
planchas, cocinas BGH en miniatura y
lápices labiales diminutos de color caramelo de cereza.
Después, en la magia de la pubertad, una compañera dijo:
Tenés la nariz muy grande y las piernas gordas.

Ella era sana, probadamente inteligente,
tenía espalda y brazos fuertes,
abundante instinto sexual y destreza manual.
Anduvo de acá para allá pidiendo disculpas.
Todos veían una nariz grande sobre dos piernas gordas.

Le aconsejaron que se hiciera la tímida,
la exhortaron a volverse simpática,
a hacer ejercicio y dieta, a sonreír y engatusar.
Como la correa de un ventilador, así
se le gastó el buen humor.
Entonces se cortó la nariz y las piernas
y se las ofreció.

La exhibieron en un féretro forrado de seda
maquillada con cosméticos funerarios,
una naricita respingada,
un camisón rosa y blanco.
¿No está preciosa?, dijeron todos.
¡La consumación, era hora!

A toda mujer le llega su final feliz.

de Marge Piercy,
en Entre los Poetas Míos... - Colección Antológica de Poesía Social Vol.125, Biblioteca Virtual Omegalfa, 2018.
Versión en castellano: Sandra Toro.

domingo, 8 de marzo de 2020

El derecho a la vida

El derecho a la vida

Una mujer no es un árbol de peras
inconsciente y fecundo del que caen los frutos
al mundo. Hasta los perales
se llenan un año y descansan al siguiente.
En los huertos descuidados cae la fruta
tibia y madura en el pasto, y los árboles se elevan
nudosos para regalo de los pájaros, a cuarenta pies de altura
entre espinas de una pulgada de largo,
que estallan con atavismo en la suave madera.

Una mujer no es una canasta en la que escondes
tus panecillos para mantenerlos calientes. No es una gallina
ponedora bajo la que deslizas huevos de pato.
No es la bolsa donde guardas el dinero
de tus hijos para usarlo después en tus guerras.
No es un banco donde tus genes ganan intereses
y mutaciones interesantes bajo esta lluvia
sucia. Tú tampoco lo eres.

Siembras maíz y lo cosechas
para comer o vender. Llevas las ovejas
a engordar a los pastos para enviarlas después
al matadero, por la carne. Partes la montaña
en dos para abrir un camino, excavas
las altas mesetas por carbón y dejas las aguas
barrosas por millas, por años.
Y los peces mueren, pero no son tuyos
hasta que te los quieres comer.

Pero ahora quieres legislar derechos mineros sobre la mujer.
Reclamas títulos sobre sus pastizales, para engordar el ganado;
sobre sus campos, para cultivar bebés como si fueran
lechugas. Y amas a los niños tan profundamente
que ninguno sufre hambre, ninguno llora
sin que le atiendan cuando la madre
trabaja, a ninguno le falta fruta fresca,
ninguno mastica plomo o tose hasta morir.
Y tus orfanatos están vacíos. Seguro que cada mediodía
tus mejores restaurantes les sirven bistec a los niños pobres.

En este mismo momento, a las nueve, una partera
le hace, sobre una mesa, un aborto
a una madre soltera de Texas que no puede obtener ayuda
del seguro. En cinco días morirá
de tétanos, y su niña llorará
y será llevada lejos. En la casa de al lado, el marido
y la mujer le clavan alfileres al hijo
que no quisieron. Y le explicarán
por horas lo malo que es,
y cómo le hace falta un poco de disciplina.

Todos nacemos de mujer, en la rosa
del vientre mamamos la sangre de la madre
y cada bebé que nace tiene el derecho de que lo amen,
como cada planta tiene derecho al sol. Cada niño que nace
sin amor es una deuda que ha de cobrarse
en veinte años con intereses, un odio
en busca de su blanco, un dolor
que causará dolor. Diez años de agua bajo los puentes
un niño grita, una mujer cae, una sinagoga es incendiada,
se forma un pelotón de fusilamiento, se aprieta
un botón rojo y el mundo arde.

Yo escojo lo que entra en mí; lo que se vuelve
carne de mi carne. Sin mis opciones, no viven la política
ni la ética. Yo no soy tu campo de maíz
ni tu mina de uranio; no soy tu ternera
de engorde, tu vaca de leche.
No me usarás como fábrica.
Los curas y los congresistas no son dueños
de acciones sobre mi vientre o mi mente.
Este es mi cuerpo. Si te lo doy
quiero que me lo devuelvas. Mi vida
es un derecho no negociable.

de Marge Piercy,
en Entre los Poetas Míos... - Colección Antológica de Poesía Social Vol.125, Biblioteca Virtual Omegalfa, 2018.

viernes, 14 de febrero de 2020

Trato de llamar tu atención sin ser muy obvia

Trato de llamar tu atención sin ser muy obvia

Yo: Acomodo mi cuerpo
frente a ti como un platón
lleno de manzanas o como
un racimo de uvas.
Yo: Dondequiera que esté
estoy adentro esperando.
Soy la fiera oquedad.
Soy el deseo de lo que
adentro de mí crece.

de Marge Piercy,
en Entre los Poetas Míos... - Colección Antológica de Poesía Social Vol.125, Biblioteca Virtual Omegalfa, 2018.
Versión en castellano: José Vicente Anaya.

viernes, 17 de enero de 2020

Las mujeres fuertes pueden decir que no

Las mujeres fuertes pueden decir que no

Una mujer fuerte es una mujer esforzada.
Una mujer fuerte es una mujer que se sostiene
de puntillas y levanta pesas
mientras intenta cantar Boris Godunow.
Una mujer fuerte es una mujer manos a la obra
limpiando el pozo negro de la historia
y mientras saca la porquería con la pala
habla de que no le importa llorar,
porque abre los conductos de los ojos,
y vomitar estimula los músculos del estómago
y sigue dando paladas con lágrimas en la nariz.
Una mujer fuerte es una mujer con una voz en la cabeza
que le repite: te lo dije, so fea, so mala, so tonta,
nadie más te va a querer nunca,
¿porque no eres femenina?
¿porque no eres suave, discreta?
¿porque ya no estás muerta?

Una mujer fuerte es una mujer
empeñada en hacer algo que los demás
están empeñados que no se haga. Está empujando
la tapa de un baúl de plomo desde dentro.
Está intentando levantar con la cabeza
la tapa de una alcantarilla, está intentando
romper una pared de acero a cabezazos.
Le duele la cabeza. La gente que espera
a que haga el agujero le dice: date prisa
¡eres tan fuerte!

Una mujer fuerte es una mujer que sangra por dentro.
Una mujer fuerte es una mujer que se hace a sí misma
fuerte cada mañana mientras se le sueltan los dientes
y la espalda la destroza.
Cada niño, un diente, solían decir antes
y ahora, por cada batalla, una cicatriz.
Una mujer fuerte, es una masa de cicatrices
que duelen cuando llueve, y de heridas que sangran
cuando se las golpea, y de recuerdos
que se levantan por la noche y recorren la casa
de una lado a otro calzando botas.

Una mujer fuerte es una mujer que ansía el amor
como si fuera oxígeno para no ahogarse.
Una mujer fuerte es una mujer que ama con fuerza
y llora con fuerza, y se aterra con fuerza, y
tiene necesidades fuertes. Una mujer fuerte
es fuerte en palabras, en actos, en conexión,
en sentimientos; no es fuerte como la piedra,
sino como la loba amamantando a sus cachorros.
La fuerza no está en ella, pero la representa
como el viento llena una vela.

Lo que la conforta es que los demás la amen
tanto por su fuerza como por su debilidad
de la que esta emana, como el relámpago de la nube.
El relámpago, deslumbra. Llueve.
Las nubes se dispersan. Solo permanece
el agua de la conexión, fluyendo por nosotras.
Fuerte es lo que nos hacemos unas a otras.
Hasta que no seamos fuertes juntas
una mujer fuerte, es una mujer fuertemente asustada.

de Marge Piercy,
en Entre los Poetas Míos... - Colección Antológica de Poesía Social Vol.125, Biblioteca Virtual Omegalfa, 2018.

viernes, 4 de octubre de 2019

Blues luctuoso para Janis Joplin

Blues luctuoso para Janis Joplin

Tu voz siempre me golpeó el nervio del codo,
la pinche fantasía del gran corazón en su congoja
me arrastró como una luna de cobre,
por todas sus fases hasta alcanzar la libertad.
No puedo menos que amarte con mis pesadillas.
Tu voz chirría en la médula ósea
cocinada en el inmenso lupanar
del masoquismo en que nadamos.
Mujer maltratada, sufriente, defraudada.
Nos han domesticado para habitar
la casa candente de la explotación.
Nunca tenemos tanta vida,
ni somos tan personas,
hasta que caminamos
plenas de blues nocturnos;
cuando más vale que un hombre inexistente
haya partido
(ausencia que es gas para inflar globos)
y nos queda el pensamiento,
la sensación, la voluntad.

¡Oh!, ¡hembra blues tiranizada, jugosa, prolija!
Palpita tu rostro inflamado y malquerido.
Vuela tu cabello de alambres
desparramando la energía. Bocanada
de llamas
para quien toda su vida es combustible.
Tú personificaste a la mamá perfecta
que no se agota en las entregas,
como la sopa de pollo para embriagar
a la raza de hombres-ratas.
Personificaste el dolor
que se prende del pecho como un niño;
y a la goma de mascar, linda y pasiva.
Mujer ajena a la esperanza mendiga y
sin fin del mundo,
luchando encarnizadamente para ser fornicada;
ese deseo llamado amor
Y que dejan colgando de la escarpia,
esa necesidad de amar
como un hueco que llora en el alma;
esa droga que nos cuelga y arrastra, matándonos,
tan fría como el aguanieve
que congeló tu sangre.

de Marge Piercy,
en Entre los Poetas Míos... - Colección Antológica de Poesía Social Vol.125, Biblioteca Virtual Omegalfa, 2018.
Versiones en castellano de José Vicente Anaya.

jueves, 22 de agosto de 2019

El camino lento

El camino lento

¿Qué pueden hacerte?
Lo que ellos quieran.
ellos pueden instalarse,
ellos pueden reventarte,
ellos pueden romper tus dedos,
ellos pueden quemar
tu cerebro con electricidad,
nublarte con drogas hasta
que no puedas caminar,
no puedas recordar,
ellos pueden tomar tu niño,
emparedar a tu amante.
Pueden hacer cualquier cosa,
que no puedes culparles por hacerlo
¿Cómo puedes pararlos?
Sólo puedes pelear,
Puedes negarte, puedes vengarte,
pero todo se te vendrá encima.

Pero dos personas peleando
hombro a hombro pueden esquivar
una mafia, una fila de personas avanzando de la mano
pueden romper un cordón, un ejército
puede enfrentar a otro ejército.

Dos personas pueden mantenerse
sanas, brindarse apoyo, convicción,
amor, masajes, esperanza, sexo.
Tres personas son una delegación,
un comité, un grupo de presión. Con cuatro
se puede jugar bridge y formar
una organización. Con seis
se puede alquilar toda una casa,
comer pastel en la cena sin
invitados, y armar una fiesta para recaudar fondos.
Una docena hacen una marcha.
Cien llenan un edificio.
Mil tienen solidaridad y su propio boletín;
diez mil, poder y su propio periódico;
cien mil, su propio medio de comunicación;
diez millones, su propio país.

Así sigue de a uno por vez,
comienza cuando a uno le importa
actuar, comienza cuando uno lo hace
otra vez y le dicen que no,
comienza cuando uno dice Nosotros
y sabe a quién se refiere, y cada día
significa uno más.

de Marge Piercy,
en Entre los Poetas Míos... - Colección Antológica de Poesía Social Vol.125, Biblioteca Virtual Omegalfa, 2018.

lunes, 12 de agosto de 2019

¿De qué están hechas las chicas grandes?

¿De qué están hechas las chicas grandes?

La construcción de una mujer:
una mujer no está hecha de carne,
de hueso y nervio,
de vientre, pechos, hígado, codos y dedos de los pies.
Se manufactura como un auto deportivo.
Se remodela, reajusta y rediseña
todas las décadas.

Cecilia en la universidad había sido la seducción misma.
Se retorcía entre las barras como una anguila de seda,
con las caderas y el culo que eran una promesa, y la boca
fruncida con el labial rojo oscuro del deseo.

Nos visitó en el 68 y todavía usaba pollera
ajustada hasta la rodilla y el mismo labial rojo oscuro,
mientras yo bailaba por Manhattan en minifalda
con los labios pálidos como leche de damasco
y el pelo suelto como las crines de una yegua. Oh, queridas,
¿Me creí superior en ese momento,
le pasara lo que le pasara a la pobre Cecilia?
Ella ya estaba fuera de moda, fuera de juego,
descalificada, desdeñada, des-
membrada del club del deseo.

Miren las fotos de las revistas de moda
francesas del siglo XVIII:
el siglo de la última fantasía para damas
forjada en seda y corsés.
El miriñaque les corría la cadera un metro
para cada lado, la cintura apretada,
la panza comprimida por las maderas.
Los pechos con relleno abajo y a los costados
servidos como manzanas en un bol.

El piecito preso en una zapatilla que
jamás fue pensada para caminar.
Y arriba de todo un colosal dolor de cabeza:
el pelo como pieza de museo, ornamentado
a diario con cintas, grutas y floreros,
montañas y fragatas en plena
navegación, globos y lobos, al capricho
de un peluquero desatado.
Los sombreros eran tortas de casamiento rococó
que le hubieran hecho sombra al Strip de Las Vegas.
He aquí a una mujer en forma
con el exoesqueleto torturándole la carne:
una mujer hecha de dolor.

¡Y ahora qué superiores somos! Miren a la mujer
moderna:
delgada como cuchilla de tijera.
Corre todas las mañanas en una cinta,
se mete a gruñir y a tironear
en una máquina de pesas y poleas,
con una imagen en mente a la que nunca
se podrá aproximar, un cuerpo de vidrio
rosa que nunca se arruga,
nunca crece, nunca desaparece. Se sienta
a la mesa y cierra los ojos a la comida
con hambre, siempre con hambre:
una mujer hecha de dolor.

Un perro o un gato se acercan,
se huelen el hocico. Se olfatean el culo.
Se gruñen o se lamen. Se enamoran
tan seguido como nosotras,
y con la misma pasión. Pero ellos se enamoran
o se apasionan a pelo,
sin miriñaque ni corpiño con push up
sin extirparse una costilla ni hacerse liposucción.
No es para los perros, ni machos ni hembras,
que los caniches se podan
como macizos topiarios.

Si solamente pudiéramos gustarnos en bruto los unos a los otros.
Si solamente pudiéramos querernos a nosotras mismas
como queremos a un bebé que nos balbucea en los brazos.
Si no nos programaran y
nos reprogramaran
para necesitar lo que nos venden.
¿Por qué íbamos a querer vivir en una propaganda?
¿Por qué íbamos a querer flagelarnos las blanduras
hasta hacerlas líneas rectas como un cuadro de Mondrian?
¿Por qué nos íbamos a castigar con el desprecio,
como si tener grande el culo
fuera peor que la codicia o la maldad?

¿Cuándo vamos a dejar las mujeres de estar obligadas
a ver nuestros cuerpos como experimentos de ciencias,
como jardines que hay que desmalezar
como perros que hay que domesticar?
¿Cuándo una mujer va a dejar
de estar hecha de dolor?

de Marge Piercy,
en Entre los Poetas Míos... - Colección Antológica de Poesía Social Vol.125, Biblioteca Virtual Omegalfa, 2018.
Versiones en castellano de Sandra Toro.