Las palabras necesitan de un contexto histórico, político, social, cultural, económico y biográfico para significar. Exhorto a lxs lectorxs/militantes a realizar un viaje de conocimiento acerca de lugares, tiempos y autorxs para enriquecer la experiencia literaria que propongo en este espacio. Gracias.
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viernes, 17 de marzo de 2023

Duerme tranquilo

Duerme tranquilo

Dijiste la palabra que enamora
a mis oídos. Ya olvidaste. Bueno.
Duerme tranquilo. Debe estar sereno
y hermoso el rostro tuyo a toda hora.

Cuando encanta la boca seductora
debe ser fresca, su decir ameno;
para tu oficio de amador no es bueno
el rostro ardido del que mucho llora.

Te reclaman destinos más gloriosos
que el de llevar, entre los negros pozos
de las ojeras, la mirada en duelo.

¡Cubre de bellas víctimas el suelo!
Más daño al mundo hizo la espada fatua
de algún bárbaro rey y tiene estatua.

de Alfonsina Storni,
en http://elpoemadelmomento.blogspot.com/search/label/Alfonsina%20Storni (3/1/23).

domingo, 1 de septiembre de 2019

El hijo de un avaro

El hijo de un avaro

Ya la avaricia te imprimió su huella
Sobre las carnes: la materia escasa
Recubre apenas tu armazón exiguo
De hombros estrechas.

Cabellos tienes desteñidos; mira
Cómo tu piel no brilla. Se repite
En ti el milagro de tu padre, el hombre
De ojos agudos.

¿Recuerdas tú? Cuando eras niño apenas
Medio dormido entre la sombra, oías
Caer monedas, lenta, lentamente...
Una por una.

Como tu padre, a medianoche anduvo
También tu abuelo en subterráneos, y antes,
El padre de su padre ya ambulaba
Bajo la tierra.

Mira tus dedos deprimidos, mira.
Mira la curva del pulgar derecho,
Menguado está como tu alma, ¡mira!...
¿Miedo no sientes?

Ni los esclavos te aman... ¡Ah, no sabes
Cuán fácil aman los esclavos! Muestra
La bolsa tuya y llegarán cantando
Tus alabanzas.

Odias el sol pues te parece el oro
Que no pudiste conseguir. Te encierras
Por no mirarlo, cuando sale a darse
Sencillamente.

Cuando tus manos van a tus bolsillos
Temblor las mueve, que tu raza toda
Pesa en los dedos con que, apenas, tiendes
Su vil moneda.

Oh las mujeres que a tu lado pasan
Sienten el hielo de tus ojos y huyen
En sueños dulces a lejanos bosques
Primaverales.

Hijo de avaro, ven a mis rodillas,
Piedad me sobra..., recogí en tus ojos
El cielo azul, y el mar, que es movimiento,
Filtró por ellos.

¡Hijo de avaro, recubrirte ansío
Con mis dos brazos y en los ojos grises
Mirate fijo!... ¡Como un soplo ardiente
Te daré el alma!

Te sentirás crecer: los hombros tuyos
Han de agrandarse; tus cabellos secos
Tomarán brillo y el pulgar menguado
La curva mía.

Hijo de avaro, ven a mis rodillas;
¡Nadie te amó! Encogido, tembloroso,
Nunca entendiste el bien de los humanos;
Único: darse.

A ricos de alma le ofrecí mi alma
Toda, temblando de alegría; llega,
No tengas miedo, buitre, no acaba
El pozo mío.

Que nadie es pobre como tú, el enjuto
De pecho y alma, el de los ojos grises,
El de los dedos comprimidos, secos...
¡Hijo de avaro!

De Alfonsina Storni,
en Alfonsina Storni - Antología, Losada, 1998.


viernes, 26 de julio de 2019

El silencio

El silencio

¿Nunca habéis inquirido
Por qué, mundo tras mundo,
Por el cielo profundo
Van pasando sin ruido?

Ellos, los que traspiran
Las cosas absolutas.
Por sus azules rutas
Siempre callados giran.

Sólo el hombre, pequeño,
Cuyo humano latido
En la tierra, es un sueño,
¡Sólo el hombre hace ruido!

de Alfonsina Storni,
en Languidez, Cooperativa Editorial Buenos Aires, 1920.

viernes, 21 de junio de 2019

Mundo de siete pozos

Mundo de siete pozos

Se balancea,
arriba, sobre el cuello,
el mundo de las siete puertas:
la humana cabeza…

Redonda, como los planetas:
arde en su centro
el núcleo primero.
Ósea la corteza;
sobre ella el limo dérmico
sembrado
del bosque espeso de la cabellera.

Desde el núcleo,
en mareas
absolutas y azules,
asciende el agua de la mirada
y abre las suaves puertas
de los ojos
como mares en la tierra.
… Tan quietas
esas mansas aguas de Dios
que sobre ellas
mariposas e insectos de oro
se balancean.

Y las otras dos puertas:
las antenas acurrucadas
en las catacumbas que inician las orejas;
pozos de sonidos,
caracolas de nácar donde resuena
la palabra expresada
y la no expresa;
tubos colocados a derecha e izquierda
para que el mar no calle nunca,
y el alma mecánica de los mundos
rumorosa sea.

Y la montaña alzada
sobre la línea ecuatorial de la cabeza:
la nariz de batientes de cera
por donde comienza
a callarse el color de la vida;
las dos puertas
por donde adelanta
—flores, ramas y frutas—
la sepertina olorosa de la primavera.

Y el cráter de la boca
de bordes ardidos
y paredes calcinadas y resecas;
el cráter que arroja
el azufre de las palabras violentas;
el humo denso que viene
del corazón y su tormenta;
la puerta
en corales labrada suntuosos
por donde engulle la bestia
y el ángel canta y sonríe
y el volcán humano desconcierta.
Se balancea,
arriba,
sobre el cuello,
el mundo de los siete pozos:
la humana cabeza.

Y se abren praderas rosadas
en sus valles de seda:
las mejillas musgosas.

Y riela
sobre la comba de la frente,
desierto blanco,
la luz lejana de una luna muerta…

de Alfonsina Storni,
en Entre el largo desierto y la mar, Fondo Editorial Casa de las Américas, 1999.

viernes, 24 de mayo de 2019

Dibujos animados

Dibujos animados

II

Una mística flor, técnica y fría,
que el pomo de colores, semillero
de seres planos que el dibujo alienta,
si bien terrestre, de un trasmundo viene.

Hace millares de años que la garra
audaz del hombre, por desentrañarlo,
pintó paredes y mordió las piedras
hasta lograr un árbol que camina.

Mira el pequeño ser en blanco y negro
que te calca, tú eres otro calco
de un modelo mayor e indefinido:

Un alma tiene que es la tuya misma,
la pobre tuya misma persiguiendo
trenes de viento y puerto de papeles.

de Alfonsina Storni,
en Entre el largo desierto y la mar, Fondo Editorial Casa de las Américas, 1999.

Mar de pantalla

Mar de pantalla

I

Se viene el mar y vence las paredes
y en la pantalla suelta sus oleajes
y avanza hacia tu asiento y el milagro
de acero y luna toca tus sentidos;

Respiran sal tus fauces despertadas
y pelea tu cuerpo contra el viento,
y están casi tus plantas en el agua
y el goce de gritar ya ensaya voces.

Las máquinas lunares en el lienzo
giran cristales de ilusión tan vivos
que el salto das ahora a zambullirte:

Se escapa el mar que el celuloide arrolla
y en los dedos te queda, fulgurante,
una mística flor, técnica y fría.

de Alfonsina Storni,
en Entre el largo desierto y la mar, Fondo Editorial Casa de las Américas, 1999.

miércoles, 15 de mayo de 2019

Palabras a Rubén Darío

Palabras a Rubén Darío

Bajo sus lomos rojos, en la oscura caoba,
Tus libros duermen. Sigo los últimos autores:
Otras formas me atraen, otros nuevos colores
Y a tus fiestas paganas la corriente me roba.

Gozo de estilos fieros —anchos dientes de loba.
De otros sobrios, prolijos —cipreses veladores.
De otros blancos y finos —columnas bajo flores.
De otros ácidos y ocres —tempestades de alcoba.

Ya te había olvidado y al azar te retomo,
Y a los primeros versos se levanta del tomo
Tu fresco y fino aliento de mieles olorosas.

Amante al que se vuelve como la vez primera:
Eres la boca dulce que allá, en la primavera,
Nos licuara en las venas todo un bosque de rosas.

de Alfonsina Storni,
en Entre el largo desierto y la mar, Fondo Editorial Casa de las Américas, 1999.

miércoles, 24 de abril de 2019

Encuentro

Encuentro

Lo encontré en una esquina de la calle Florida
Más pálido que nunca, distraído como antes,
Dos largos años hubo poseído mi vida…
Lo miré sin sorpresa, jugando con mis guantes.

Y una pregunta mía, estúpida, ligera,
De un reproche tranquilo llenó sus transparentes
Ojos, ya que le dije de liviana manera:
—¿Por qué tienes ahora amarillos los dientes?

Me abandonó. De prisa le vi cruzar la calle
Y con su manga oscura rozar el blanco talle
De alguna vagabunda que andaba por la vía.

Perseguí por un rato su sombrero que huía…
Después fue, ya lejana, una mancha de herrumbre.
Y lo engulló de nuevo la espesa muchedumbre.

de Alfonsina Storni,
en Entre el largo desierto y la mar, Fondo Editorial Casa de las Américas, 1999.

lunes, 15 de abril de 2019

Fiesta

Fiesta

Junto a la playa, núbiles criaturas,
Dulces y bellas, danzan, las cinturas
Abandonadas en el brazo amigo.
Y las estrellas sirven de testigo.

Visten de azul, de blanco, plata, verde…
Y la mano pequeña, que se pierde
Entre la grande, espera. Y la fingida,
Vaga frase amorosa, ya es creída.

Hay quien dice feliz: —La vida es bella.
Hay quien tiende su mano hacia una estrella
Y la espera con dulce arrobamiento.

Yo me vuelvo de espaldas. Desde un quiosco
Contemplo el mar lejano, negro y fosco,
Irónica la boca. Ruge el viento.

de Alfonsina Storni,
en Entre el largo desierto y la mar, Fondo Editorial Casa de las Américas, 1999.

sábado, 23 de marzo de 2019

Buenos Aires

Buenos Aires

Buenos Aires es un hombre
Que tiene grandes las piernas,
Grandes los pies y las manos
Y pequeña la cabeza.

(Gigante que está sentado
Con un río a su derecha,
Los pies monstruosos movibles
Y la mirada en pereza).

En sus dos ojos, mosaicos
De colores, se reflejan
Las cúpulas y las luces
De ciudades europeas.

Bajo sus pies, todavía
Están calientes las huellas
De los viejos querandíes
De boleadoras y flechas.

Por eso cuando los nervios
Se le ponen en tormenta
Siente que los muertos indios
Se le suben por las piernas.

Choca este soplo que sube
Por sus pies, desde la tierra,
Con el mosaico europeo
Que en los grandes ojos lleva.

Entonces sus duras manos
Se crispan, vacilan, tiemblan,
¡A igual distancia tendidas
De los pies y la cabeza!

Sorda esta lucha por dentro
Le está restando sus fuerzas,
Por eso sus ojos miran
Todavía con pereza.

Pero tras ellos, velados,
Rasguña la inteligencia
Y ya se le agranda el cráneo
Pujando de adentro afuera.

Como de mujer encinta
No fíes en la indolencia
De este hombre que está sentado
Con el Plata a su derecha

Mira que tiene en la boca
Una sonrisa traviesa,
Y abarca en dos golpes de ojo
Toda la costa de América.

Ponle muy cerca el oído:
Golpeando están sus arterias:
¡Ay, si algún día le crece
Como los pies, la cabeza!

de Alfonsina Storni,
en Entre el largo desierto y la mar, Fondo Editorial Casa de las Américas, 1999.

viernes, 15 de marzo de 2019

Charla

Charla

Una voz en mi oído graves palabras vierte:
—¿Por qué, me dice, no eres, oh tú, la mujer fuerte?

Es bella la figura de la mujer heroica
Cuidando el fuego sacro con su mano de estoica.

Y yo sonrío y digo: la vida es una rueda.
Todo está bien. Lo malo con lo bueno se enreda.

Si unas no parecieran desertoras vestales,
En fuga hacia las dulces, paganas bacanales,

Las otras no tendrían valor de mujer fuerte:
La vida, al fin de cuentas, se mide por la muerte.

Ya ves: con mis locuras en verso yo he logrado
Distraerte un momento y hacerte más amado

El fino y blanco nombre de la mujer que quieres,
Reservada y discreta: espuma de mujeres.

¿Qué más pides? Con algo contribuí a tu vida,
Pensaste, comparaste; voló el tiempo en seguida.

Mas ni con eso tengo yo tu agradecimiento.
¡Oh, buen género humano: nunca quedas contento!

de Alfonsina Storni,
en Entre el largo desierto y la mar, Fondo Editorial Casa de las Américas, 1999.

viernes, 8 de marzo de 2019

A Madona poesía

A Madona poesía

Aquí a tus pies lanzada, pecadora,
contra tu tierra azul, mi cara oscura,
tú, virgen entre ejércitos de palmas
que no encanecen como los humanos.

No me atrevo a mirar tus ojos puros
ni a tocarte la mano milagrosa:
miro hacia atrás y un río de lujurias
me ladra contra ti, sin Culpa Alzada.

Una pequeña rama verdecida
en tu orla pongo con humilde intento
de pecar menos, por tu fina gracia,

ya que vivir cortada de tu sombra
posible no me fue, que me cegaste
cuando nacida con tus hierros bravos.

de Alfonsina Storni,
en Entre el largo desierto y la mar, Fondo Editorial Casa de las Américas, 1999.

Tiempo de esterilidad

Tiempo de esterilidad

A la Mujer los números miraron
y dejáronle un cofre en su regazo:
y vio salir de aquel un río rojo
que daba vuelta en espiral al mundo.

Extraños signos, casi indescifrables,
sombreaban sus riberas, y la luna
siniestramente dibujada en ellos,
ordenaba los tiempos de marea.

Por sus crecidas Ella fue creadora
y los noumenos fríos revelados
en tibias caras de espantados ojos.

Un día de su seno huyóse el río
y su isla verde florecida de hombres
quedó desierta y vio crecer el viento.

de Alfonsina Storni,
en Entre el largo desierto y la mar, Fondo Editorial Casa de las Américas, 1999.

Canción a la mujer astuta

Canción a la mujer astuta

Cada rítmica luna que pasa soy llamada,
por los números graves de Dios, a dar mi vida
en otra vida: mezcla de tinta azul teñida;
la misma extraña mezcla con que he sido amasada.

Y a través de mi carne, miserable y cansada,
filtra un cálido viento de tierra prometida,
y bebe, dulce aroma, mi nariz dilatada
a la selva exultante y a la rama nutrida.

Un engañoso canto de sirena me cantas,
¡naturaleza astuta! Me atraes y me encantas
para cargarme luego de alguna humana fruta.

Engaño por engaño: mi belleza se esquiva
al llamado solemne; de esta fiebre viva,
algún amor estéril y de paso, disfruta.

de Alfonsina Storni,
en Entre el largo desierto y la mar, Fondo Editorial Casa de las Américas, 1999.

El engaño

El engaño

Soy tuya, Dios lo sabe por qué, ya que comprendo
Que habrás de abandonarme, fríamente, mañana,
que, bajo el encanto de mis ojos, te gana
Otro encanto el deseo, pero no me defiendo.

Espero que esto un día cualquiera se concluya,
Pues intuyo, al instante, lo que piensas o quieres.
Con voz indiferente te hablo de otras mujeres
Y hasta ensayo el elogio de alguna que fue tuya.

Pero tú sabes menos que yo, y algo orgulloso
De que te pertenezca, en tu juego engañoso
Persistes, con aire de actor del papel dueño.

Yo te miro callada con mi dulce sonrisa,
y cuando te entusiasmas, pienso: no te des prisa,
No eres tú el que me engaña; quien me engaña es mi sueño.

de Alfonsina Storni,
en Entre el largo desierto y la mar, Fondo Editorial Casa de las Américas, 1999.

Olvido

Olvido

Lidia Rosa: hoy es martes y hace frío. En tu casa,
De piedra gris, tú duermes tu sueño en un costado
De la ciudad. ¿Aún guardas tu pecho enamorado,
Ya que de amor moriste? Te diré lo que pasa:

El hombre que adorabas, de grises ojos crueles,
En la tarde de otoño fuma su cigarrillo.
Detrás de los cristales mira el cielo amarillo
Y la calle en que vuelan desteñidos papeles.

Toma un libro, se acerca a la apagada estufa,
En el tomacorriente al sentarse la enchufa
Y sólo se oye un ruido de papel desgarrado.

Las cinco, tú caías a esta hora en su pecho,
Y acaso te recuerda… Pero su blando lecho
Ya tiene el hueco tibio de otro cuerpo rosado.

de Alfonsina Storni,
en Entre el largo desierto y la mar, Fondo Editorial Casa de las Américas, 1999.

Las grandes mujeres

Las grandes mujeres

En las grandes mujeres reposó el universo.
Las consumió el amor, como el fuego al estaño,
A unas; reinas, otras, sangraron su rebaño.
Beatriz y Lady Macbeth tienen genio diverso.

De algunas, en el mármol, queda el seno perverso.
Brillan las grandes madres de los grandes de antaño.
Y es la carne perfecta, dadivosa del daño.
Y son las exaltadas que entretejen el verso.

De los libros las tomo como de un escenario
Fastuoso —¿Las envidias, corazón mercenario?
Son gloriosas y grandes, y eres nada, te arguyo.

—Ay, rastreando en sus almas, como en selvas las lobas,
A mirarlas de cerca me bajé a sus alcobas
Y oí un bostezo enorme que se parece al tuyo.

de Alfonsina Storni,
en Entre el largo desierto y la mar, Fondo Editorial Casa de las Américas, 1999.

domingo, 24 de febrero de 2019

La miseria

La miseria

Corazón mío, dice: ¿qué es aquello
Que así defiendes de la humana feria
Al esconderlo tanto? ¿Un sueño bello?
Y el corazón responde: —Mi miseria.

—Oh, con tan fiero empeño no lo escondas:
Los seres que circulan a tu lado
Te robarán acaso dichas hondas
Y todo sueño te será robado.

Mas tu miseria no: cese tu lidia,
Muestra tranquilo el fondo que la encierra.
Tu miseria es un bien que no se envidia;
Nadie te lo disputará sobre la tierra.

Todos celan su bien, pues por sus obras
Temen con el temor de las abejas.
Tú, más feliz, ya puedes, sin zozobras,
Lucir tu solo bien, ¿de qué te quejas?

de Alfonsina Storni,
en Entre el largo desierto y la mar, Fondo Editorial Casa de las Américas, 1999.

viernes, 15 de febrero de 2019

La que comprende

La que comprende

Con la cabeza negra caída hacia adelante
Está la mujer bella, la de mediana edad,
Postrada de rodillas y un Cristo agonizante
Desde su duro leño la mira con piedad.

En los ojos la carga de una enorme tristeza,
En el seno la carga del hijo por nacer,
Al pie del blanco Cristo que está sangrando reza:
—¡Señor, el hijo mío que no nazca mujer!

de Alfonsina Storni,
en Entre el largo desierto y la mar, Fondo Editorial Casa de las Américas, 1999.

jueves, 24 de enero de 2019

El clamor

El clamor

Alguna vez, andando por la vida,
Por piedad, por amor,
Como se da una fuente, sin reservas,
Yo di mi corazón.

Y dije al que pasaba, sin malicia,
Y quizá con fervor:
—Obedezco a la ley que nos gobierna:
He dado el corazón.

Y tan pronto lo dije, como un eco,
Ya se corrió la voz:
—Ved la mala mujer esa que pasa:
He dado el corazón.

De boca en boca, sobre los tejados,
Rodaba este clamor:
—¡Echadle piedras, eh, sobre la cara;
He dado el corazón!

Ya está sangrando, sí, la cara mía,
Pero no de rubor;
Que me vuelvo a los hombres y repito:
¡He dado el corazón!

de Alfonsina Storni,
en Entre el largo desierto y la mar, Fondo Editorial Casa de las Américas, 1999.