XIX
El hombre fue
el primer carcelero
de sí mismo.
Rompió las arterias
que lo unían
a la trama
y sintió
la soledad terrible
de no entender,
de no ser afín
a nada.
La soledad de sentirse
náufrago desesperado
en el misterio
y de no poder regresar
al tejido originario.
Por ello,
el desgarramiento
y la fuga
de la sangre.
El rojo charco sombrío
fue el primer espejo
donde el hombre
se contempló
como suicida.
El pecado original
fue el suicidio
del hombre
en el bosque estelar
del universo.
de Haydée Graciela Gerlero,
en Unidad umbría, del autor, 1983.