Las palabras necesitan de un contexto histórico, político, social, cultural, económico y biográfico para significar. Exhorto a lxs lectorxs/militantes a realizar un viaje de conocimiento acerca de lugares, tiempos y autorxs para enriquecer la experiencia literaria que propongo en este espacio. Gracias.
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jueves, 7 de octubre de 2021

¿Quiénes no lloran?

¿Quiénes no lloran?

Muchas veces lloré... lloré despierto,
Y miente quien lo tome a cobardía,
Sólo no llora el tigre ni la arpía
Ni el que por corazón tiene un desierto.

Dios porque es Dios no llora, ello es muy cierto,
Ni Luzbel, porque tal ya no sería
Si un instante pudiera cualquier día
Llorar su antiguo amor por siempre muerto.

Héctor, Aquiles, el excelso Priamo
Y Jesús cuando Lázaro muriera
Lloraron todos en el mismo tramo:

Y es ley de la natura madre sabia
Que quien finge valor sin llanto afuera
Vierte por dentro lágrimas de rabia.

De Alfonso Durán,
en Flores de un Otoño, Antonio Molinari Casa Editora, 1922.

sábado, 25 de septiembre de 2021

Flor nocturna

Flor nocturna

Se durmió sin pensarlo el angelito,
Su pecho late apenas,
El mármol del palacio es duro y frío;
¿Son siempre así las gradas de las puertas?...

Su rostro amoratado con el tinte
De cárdenas violetas
Que estuviesen muriendo en su semblante
Como en límpida copa de azucena.

Abierto el pecho al vendaval helado,
Desnuda la cabeza:
Allá en el infinito muchos astros,
Muchos ángeles tristes en la tierra.

Tiene mal de cariño y se acurruca
En su propia miseria,
Como las flores que al llegar la noche
Sobre su mismo cáliz se repliegan.

Y mientras cruza sollozante el viento
Lloran quizá, o sueñan;
Llorar... soñar... ¿quién sabe la rapsodia
De ese llanto precoz cuajado en perlas?

Sin padre ha tiempo lo dejó el destino,
Flor en capullo seca;
Tiene madre, mas, ¡ay! tanto ha llorado
Que anegada en el llanto quedó ciega.

Dicen que era más linda que una rosa
Cuando en abril revienta,
Y eclipsaron las nubes sus miradas
Como eclipsan también a las estrellas.

Y aquel niño es la vida de su vida,
A él sus lágrimas llegan,
Y las enjuga con sus mismos labios
Con tantos besos como el pobre deja.

Y el rapaz inocente se ha dormido
De un palacio en la puerta;
¡Cuánto calor de alfombras hay adentro,
Cuántas frígidas ráfagas afuera!...

El gorrión acurrucase en su nido
Y entre chirridos sueña;
Y hay ángeles tendidos en los diarios
Que vender no pudieron en la brega.

Habla... llora... delira ¿qué le pasa?...
Parece que ahora sueña:
"Mamá... mamá... no llores madre mía,
¿Ha mucho que me lloras y me esperas?

"Ya he vendido bastantes, madre mía,
Ya muy pocos me quedan,
No faltará para comer mañana;
En ti pienso, mamá, por Dios, no temas."

Y sus palabras al brotar trementes
En su boca se hielan
Como caireles de virgínea escarcha
Que de sus labios oscilantes cuelgan.

¡Qué triste el mundo, oh Dios!, cuando del teatro
Los millonarios vuelvan
Acaso digan empujando al chico:
"¿Qué haces aquí, pillete?, no te duermas."

¡Oh, qué páramo el mundo... qué perverso!
Qué triste la pobreza
Cuando hay hombres que duermen entre plumas
Y niños que se duermen en su puerta.

De Alfonso Durán,
en Flores de un Otoño, Antonio Molinari Casa Editora, 1922.

sábado, 18 de septiembre de 2021

¡Aquí van!...

¡Aquí van!...

Aquí van... son un salterio
De vibraciones vividas;
De flores estremecidas
En cuna y en cementerio.

Son dolor y son pasiones,
Ansia férvida de alturas,
Y grietas de sepulturas
Y escombros de corazones.

Un ave que a veces canta
Y al cantar cierra los ojos,
Porque un puñado de abrojos
Se entreanuda en su garganta.

Lamentos que son protesta;
Que gimen, gritan e imploran
Al sentir que muchos lloran
Y que nadie les contesta.

Alientos, luchas, pendones.
Ecos de clarín remotos,
Espadas y escudos rotos,
Banderas hechas girones.

Astros que no tienen cielo
Como fondo a su existencia;
Flores cargadas de esencia
Que agonizan entre el hielo.

Aljófares que caen suaves
En la esmeralda de fronda,
Como gemas de Golconda
Salpicando plumas de aves.

Y mucho cariño hermano,
Y mucho de unción divina
Y mucha patria argentina
Y mucho amor de cristiano.

De Alfonso Durán,
en Flores de un Otoño, Antonio Molinari Casa Editora, 1922.

sábado, 11 de septiembre de 2021

¡Oh estrellas... estrellas!...

¡Oh estrellas... estrellas!...

¿Qué lenguaje os habláis a distancia,
¡Oh estrellas... estrellas!
Qué lenguaje que es todo misterio,
Qué lenguaje que es todo belleza?...
.
Un espacio tan grande os separa,
¡Oh estrellas... estrellas!,
Y os habláis con mensajes de lumbre
Y los besos de luz os acercan;
Y a los hombres que Dios creó juntos
Yo no sé qué abismo siempre los aleja.

¡Ah, los hombres!... también Dios los hizo
   Vivientes estrellas,
Destello infinito
Les dió de su esencia,
Y ellos mismos apagan la lumbre
En sus almas tan negras... tan negras.
¡Ah, los hombres! los vi muchas veces
      Frunciendo las cejas
Doloridos de oir un elogio
Que de otros hermanos vibró en su conciencia,
Doloridos de ver que en la frente
De su hermano vibró una diadema,
Y apagaron la luz de su alma
Por no dar destellos de aplauso siquiera.
Renunciando a igualarse a los astros,
¡Oh estrellas, estrellas!,
Y nutriendo su propio veneno
Carcomidos de envidia y vileza.

Cuántas veces yo quise ser astro,
No por vana ilusión de soberbia,
Sino sólo, tan sólo
Por dar luz en las noches siniestras,
Por trocar los harapos del pobre
En clámide excelsa
Por dar fuego al hogar proletario
Donde en vez de acostarse se hielan,
Donde hay niños que mueren de frío,
Donde el padre famélico sueña.
Donde el lecho se moja si llueve,
Donde hay madres que de hambre están secas.
Sin leche en su seno,
      Sin sangre en sus venas,
 Sin risa en sus labios,
     Sin llanto siquiera,
Pues de tanto llorar se extinguieron
De su alma las vetas,
Las linfas de su alma que sólo regaron
Abismos y valles de ortigas y piedras.

Cuántas veces yo quise ser astro
Por dar luz a las almas que sueñan,
Por fulgir de un dolor en la herida,
O hermosear de una nave la vela,
Por romperme en cascadas de lumbre
Y echarme a las plantas del mísero esteta,
Del sublime que cruza la vida
Ladrado de perros, sumido en tinieblas,
Punzado de abrojos,
Sin que nadie quizá lo comprenda.
Oh, seguid columpiándoos,
Estrellas... estrellas,
Dando luz con raudales inmensos
A infinitas esferas;
Y aunque sigan perversos los hombres
Oh... vosotras, seguid aún más buenas.

De Alfonso Durán,
en Flores de un Otoño, Antonio Molinari Casa Editora, 1922.

viernes, 6 de septiembre de 2019

Flor de perdón

Flor de perdón

Muge el viento en la calle solitaria;
Cae frígida llovizna,
Y una infeliz mujer de raza paria
Tiembla, al marchar, como azotada brizna.

Envuelta con harapos, contra el seno
Oprime tiernecita criatura,
Descalza va... sobre ella ruge el trueno;
Fuera, desolación; dentro, amargura.

A un pórtico llegó, se acerca, llama;
¡Ay, cuánto tiempo espera!
¡Qué despiadado el huracán rebrama!
¡Qué voz del interior tan lisonjera!

El pórtico se abrió; - Noble señora
¿Recuerda? fui criada...
- Y por qué me fastidias a esta hora,
¿Siempre has de ser la misma atolondrada?

- ¿Piensas que tu delito yo ignoraba,
Que esa carga es el fruto de un pecado?
- Pero Cristo, señora, perdonaba;
Se muere de hambre, está desencajado.

Que muera yo no importa, soy culpable;
De mí no haya clemencia;
Pero si yo soy toda miserable
El es todo capullo de inocencia.

Yo bien sé que tan sólo Dios perdona,
Que una sentencia escrita hay en mi frente,
Mas sobre vos oscila una corona
Si la vida salváis de este inocente.

Muere de hambre, señora, muere de hambre;
Enferma yo también, exhausto el seno,
Tiembla mi ser con frígido calambre;
Dios te lo pagará, Dios que es tan bueno...

Un portazo resuena, todo oscuro...
El cielo, el aire, las conciencias... todo;
Oh, los ricos no pecan, de seguro,
Jamás su veste la salpica el lodo.

Pobre Jesús que tanto perdonaba
Y a Magdalena redimió aquel día,
Y su vida a la adúltera salvaba
Y las puertas del Cielo les abría.

Y siempre manantial de dulcedumbre
Al buen ladrón en cruz tanto quiso,
Que exclamó al contemplar su pesadumbre:
Hoy conmigo entrarás al Paraíso.

De Alfonso Durán,
en Flores de un Otoño, Incipit LIber, 1922.

domingo, 1 de septiembre de 2019

Flor de la calle

Flor de la calle

Me miraba aquel niño, y en sus ojos
Yo no sé lo que había;
Pero era hermosa su mirada, y dulce,
Y lastimera, y sollozante y fría.

Y lo llamé y le dije: no te asustes,
Quiero hablarte, querido;
Y se acercó temblando como tiembla
El pichonzuelo que perdió su nido.

- ¿Por qué estás triste, dí, por qué no juegas
Como los otros niños?
- Porque desde que usted me hizo caricias
Siento en mi ser el hambre de cariños.

- ¿No tienes madre acaso que te quiera?
¿Perdiste ese tesoro?
Y con voz de amarguras infinitas:
- No sé si habré tenido, yo lo ignoro.

Y yo que tengo madre, entonces siento
Que huye de mí la calma;
Una congoja inmensa que me envuelve,
Un mundo negro que me oprime el alma.

- Flor que bañó tan sólo la amargura,
Sueña que soy tu padre,
Aunque mil besos de mis labios fríos
No valgan lo que un beso de una madre.

- Flor crecida entre cardos y entre escarchas,
Sin una primavera,
Flor sin padre, sin madre, sin hermanos,
Sin un ser en la vida que te quiera.

- Ven, más bella es la lágrima de angustia
Que en tu párpado oscila,
Que la risa falaz de tantas almas
Que sólo escarnio y perversión destila.

- Y te llaman vicioso, callejero,
Alma degenerada,
Porque haces travesuras que en sus hijos
Son tan sólo una gracia... una monada.

- Ignorante, harapiento, sucio, vago;
Son esos los conjuros;
¡Cuánto mejor si en educarte dieran
Lo que ellos gastan en cigarros puros!

¡Ah, si en lugar del Rhin y del Champagne
Con que se brinda tanto,
Dentro tu corazón viviente copa
Se bebieran las gotas de tu llanto!...

¡Oh, qué dulce la vida entonces fuera
Sin chicos de la calle,
Dando esencia las flores de la cumbre
A las que el viento arrastra por el valle!

Ven a mis brazos, ven, que aún en el páramo
Tenga pan en mi tienda,
Y te dará calor más que mi techo
De mi cariño la cristiana ofrenda.

Tú me darás candor, yo mis consejos,
Que en mis rápidos años
Aprendí a fabricar miel de esperanzas
Aún con hierba fatal de desengaños.

Toma otro beso... quiero que en tu frente
Se deshaga en amores,
Para alumbrar las almas egoístas
Y tocarlas en lámparas de amores.

De Alfonso Durán,
en Flores de un Otoño, Incipit Liber, 1922.

Flor doliente

Flor doliente

Bajo el álamo excelso, como un ay dolorido,
Está un nido caído;
Y la gente al pasar,
Dice: pobres las aves que quedaron sin nido;
¿Habrán muerto o se han ido
Donde puedan amar?...

Bajo el dulce sagrario de un rosal todo en flores,
Una flor hecha amores
Desprendióse y cayó;
Y la gente que pasa dice en tristes rumores:
Ya perdió sus primores;
Pobre rosa... murió.

Bajo el pórtico augusto de un palacio riente
Una madre doliente
Pide un trozo de pan;
Nido fue de esperanzas; flor de cielo inclemente,
Y aunque pasa la gente,
Nada dicen... se van.

De Alfonso Durán
en De lo Humano y de lo Divino, Cattaneo Hnos, S/F.

viernes, 15 de agosto de 2014

San Martín en Francia

San Martín en Francia

Ya en tu regazo estoy, ya en tu regazo
Puedo al fin descansar; ¡cuánto he vivido!...
¡Oh Francia! ¡vengo a ti, busco tu abrazo
Para morir dichoso en el olvido;
Mi corazón tan sólo es un pedazo,
El otro lo dejé donde he nacido,
Y ese pedazo que me presta aliento
Viene a morir aquí de paz sediento.

De paz sediento que en ciclópea guerra
Mis años de vigor se han consumido,
Y al pensarlo parece que en la tierra
Un sueño de laureles todo ha sido.
Tanto me amó la gloria que me aterra
Y en inmersión de gloria sumergido
Guardo en mi ser rapsodias de titanes
Como esconden su fuego los volcanes.

Pobre y solo he venido; un océano
Hay entre mí y entre la patria mía;
Mas por el nombre de este americano
Te besará la América algún día.
No puedo descorrerte yo el arcano
Que a tu playa me trae de lejanía,
Y aunque me ves tan muerto en ilusiones
Pudiera hacer mi tienda con pendones.

Más relatos que Ulises yo contara,
Más golpes de altivez yo te dijera,
Homero como a Aquiles me cantara,
Tu amor de libertad me bendijera;
Pero no, que quizá se malograra
El designio que impulsa mi carrera;
Sólo pido aire, y de tu sol el fuego,
Y que me entierres compasiva luego.

Francia amiga, este pobre peregrino
Que fatigado viene hollando mares
Sabrás quién es cuando en cantar divino
Te digan que ascendió entre luminares,
Que levantando el lábaro argentino
Le puso las montañas por pilares,
Y que llegó hasta los incanos puertos
Sobre volcanes y leones muertos.

Ah, mi vejez recoge, Francia amiga;
Recógeme en tu suelo hospitalario,
Siento en mi ser recóndita fatiga
Que me envuelve glacial como un sudario;
Yo no sé si habrá alguno que aún me diga
Que hice mal en venirme a tu santuario,
Pero cuando la luz huya en la tarde
Ni me dirán innoble ni cobarde.

Yo cumplí mi destino, ya está hecho;
Ya tres pueblos se yerguen soberanos;
Mi conciencia está limpia, limpio el pecho;
Calumnias... abyección, fantasmas vanos;
No quise por mi culpa ver deshecho
El fulgor que alumbró pueblos hermanos,
Y lleno de mortal melancolía
Una tarde grité: "adiós, Patria mía".

Adiós, pero en mi ser yo te llevaba;
¿Cómo, Patria, vivir sin ti pudiera?
Tu cielo abandoné pero guardaba
Tu hermosura, tu amor, tu gloria entera;
Tu grandioso destino me escoltaba
Invulnerable mi alma en tu bandera,
Y marchando al destierro sin enojos
Oprimí el corazón y hasta los ojos.

Te di la libertad y tu baluarte
Libertad dio también a otras naciones.
Oh Patria, nada más pude yo darte
Ni ofrecerte yo pude más blasones;
Jamás dudé mi vida en ofrendarte
Pero la muerte me negó sus dones;
¡Cuántas veces, ansioso yo quería
Morir en la batalla... y no moría!

Mas, tú lo sabes bien, tú bien conoces
Que yo y mis bravos al trepar el Ande
Por nieves y pináculos atroces
Donde tan sólo el huracán se expande,
Escuchamos de pie las roncas voces
De esa tumba soberbia, helada, grande,
Sólo que al punto que ella nos llamaba,
"No moriréis", la libertad gritaba.

Y vengo aquí a morir en este suelo,
Nido caliente del hogar latino,
A la luz cariñosa de este cielo
Implorando su amor al peregrino.
Oh Patria, cuando me halle sin consuelo
Lo encontraré en mi orgullo de argentino;
Sólo te pido de ambiciones lleno
Que lleves mis cenizas a tu seno.

De Alfonso Durán,
en Flores de un Otoño, Incipit Liber, 1922.

Ante "El Libertador", de Alice

Ante "El Libertador", de Alice (1)

Firme sobre la roca. El mar sereno
Se siente chico y a sus pies dormita.
Su mirada genial es infinita;
Piensa en su patria de nostalgias lleno.

Del sol muriente llega hasta su seno
Ráfaga de fulgor que en él palpita,
Se eleva y en su rostro deposita
Gesto inmortal de pequeñez ajeno.

Así el asta oprimió de su bandera
Como oprime el bastón... Viento soplando
Su capa extiende en ala condorina.

Al mirar ese lienzo alguien dijera
Dos soles al morir se están besando
En la aurora triunfal de la Argentina.

De Alfonso Durán,
en Flores de un Otoño, Incipit Liber, 1922.
(1) El gran lienzo del pintor Antonio Alice que representa a San Martín en Boulogne-Sur-Mer