San Martín en Francia
Ya en tu regazo estoy, ya en tu regazo
Puedo al fin descansar; ¡cuánto he vivido!...
¡Oh Francia! ¡vengo a ti, busco tu abrazo
Para morir dichoso en el olvido;
Mi corazón tan sólo es un pedazo,
El otro lo dejé donde he nacido,
Y ese pedazo que me presta aliento
Viene a morir aquí de paz sediento.
De paz sediento que en ciclópea guerra
Mis años de vigor se han consumido,
Y al pensarlo parece que en la tierra
Un sueño de laureles todo ha sido.
Tanto me amó la gloria que me aterra
Y en inmersión de gloria sumergido
Guardo en mi ser rapsodias de titanes
Como esconden su fuego los volcanes.
Pobre y solo he venido; un océano
Hay entre mí y entre la patria mía;
Mas por el nombre de este americano
Te besará la América algún día.
No puedo descorrerte yo el arcano
Que a tu playa me trae de lejanía,
Y aunque me ves tan muerto en ilusiones
Pudiera hacer mi tienda con pendones.
Más relatos que Ulises yo contara,
Más golpes de altivez yo te dijera,
Homero como a Aquiles me cantara,
Tu amor de libertad me bendijera;
Pero no, que quizá se malograra
El designio que impulsa mi carrera;
Sólo pido aire, y de tu sol el fuego,
Y que me entierres compasiva luego.
Francia amiga, este pobre peregrino
Que fatigado viene hollando mares
Sabrás quién es cuando en cantar divino
Te digan que ascendió entre luminares,
Que levantando el lábaro argentino
Le puso las montañas por pilares,
Y que llegó hasta los incanos puertos
Sobre volcanes y leones muertos.
Ah, mi vejez recoge, Francia amiga;
Recógeme en tu suelo hospitalario,
Siento en mi ser recóndita fatiga
Que me envuelve glacial como un sudario;
Yo no sé si habrá alguno que aún me diga
Que hice mal en venirme a tu santuario,
Pero cuando la luz huya en la tarde
Ni me dirán innoble ni cobarde.
Yo cumplí mi destino, ya está hecho;
Ya tres pueblos se yerguen soberanos;
Mi conciencia está limpia, limpio el pecho;
Calumnias... abyección, fantasmas vanos;
No quise por mi culpa ver deshecho
El fulgor que alumbró pueblos hermanos,
Y lleno de mortal melancolía
Una tarde grité: "adiós, Patria mía".
Adiós, pero en mi ser yo te llevaba;
¿Cómo, Patria, vivir sin ti pudiera?
Tu cielo abandoné pero guardaba
Tu hermosura, tu amor, tu gloria entera;
Tu grandioso destino me escoltaba
Invulnerable mi alma en tu bandera,
Y marchando al destierro sin enojos
Oprimí el corazón y hasta los ojos.
Te di la libertad y tu baluarte
Libertad dio también a otras naciones.
Oh Patria, nada más pude yo darte
Ni ofrecerte yo pude más blasones;
Jamás dudé mi vida en ofrendarte
Pero la muerte me negó sus dones;
¡Cuántas veces, ansioso yo quería
Morir en la batalla... y no moría!
Mas, tú lo sabes bien, tú bien conoces
Que yo y mis bravos al trepar el Ande
Por nieves y pináculos atroces
Donde tan sólo el huracán se expande,
Escuchamos de pie las roncas voces
De esa tumba soberbia, helada, grande,
Sólo que al punto que ella nos llamaba,
"No moriréis", la libertad gritaba.
Y vengo aquí a morir en este suelo,
Nido caliente del hogar latino,
A la luz cariñosa de este cielo
Implorando su amor al peregrino.
Oh Patria, cuando me halle sin consuelo
Lo encontraré en mi orgullo de argentino;
Sólo te pido de ambiciones lleno
Que lleves mis cenizas a tu seno.
De Alfonso Durán,
en Flores de un Otoño, Incipit Liber, 1922.