Las palabras necesitan de un contexto histórico, político, social, cultural, económico y biográfico para significar. Exhorto a lxs lectorxs/militantes a realizar un viaje de conocimiento acerca de lugares, tiempos y autorxs para enriquecer la experiencia literaria que propongo en este espacio. Gracias.

miércoles, 13 de marzo de 2019

La grieta

La grieta

Un liberal se horroriza
porque vale lo mismo
un vellón de lana
que una locomotora.

Yo me horrorizo
porque vale lo mismo
un objeto
que una persona.

Por Félix Sánchez Durán.

martes, 12 de marzo de 2019

Marat - Sade, 1998

Marat - Sade, 1998

El problema ahora
es que hay muchos vigilantes
y pocos locos.
El problema ahora
es que la jaula está
en el interior del pájaro.

de David Eloy Rodríguez,
en Once poetas críticos en la poesía española reciente (Enrique Falcón, coord.), Baile del sol, 2007.

lunes, 11 de marzo de 2019

Medio-Otoño

Medio-Otoño

La luna del Medio-Otoño, como un redondo espejo
con reflejos de plata ilumina la tierra.
Los que en su hogar reunidos, alegres la celebran,
no olvidará a aquellos que en prisión languidecen.

También el prisionero festeja el Medio-Otoño,
mas para él la luna y viento se tiñen de tristeza.
Y como festejarla no puede cual quisiera,
su corazón se va por el mundo con ella.

de Ho Chi Minh,
en Diario de prisión, Instituto del libro (CUBA), 1970.

sábado, 9 de marzo de 2019

Cuando nacimos

Cuando nacimos

CUANDO NACIMOS
ya habían traducido el mundo
en un lenguaje equivocado.
Las cifras estaban destinadas.
Las fórmulas tenían veneno.
Tuvimos que aprender
a respirar debajo del agua
y seguimos esperando
que la piel del tiempo
no nos vuelva locos.
No queremos ser tratantes.
No queremos ser esclavos.
Continuamos una senda de sangre.
No olvidamos de qué está hecho el camino,
no olvidamos.

de David Eloy Rodríguez,
en Once poetas críticos en la poesía española reciente (Enrique Falcón, coord.), Baile del sol, 2007.

viernes, 8 de marzo de 2019

Llamada

Llamada

¿Quién ha estrangulado al fin la cansada voz de mi
hermana,
la que venía del bosque,
la hermana mía, reina y señora del bosque
a pesar de su miseria?

De repente, su llamar a la acción, su llamada,
se perdió en el interminable fluir del día y de la noche.
Ya no ha vuelto a sonar, ya no me llega con cada
amanecer,
agotada de la larga jornada, pero fuerte,
milla tras milla ahogada, pero siempre lanzando
el sempiterno grito: !Macala! !Macala!

No, ya no viene más, ya no vuelve, húmeda todavía
del rocío,
como solía,
atada a niños, y a sumisión, y a tristeza....
Un niño a sus espaldas y otro en sus entrañas,
siempre, siempre, siempre;
y con una cara armonizada con su gentil mirada.

Siempre que recuerdo esa mirada siento
mi carne y mi sangre dilatarse temblorosa,
palpitando hacia revelaciones y afinidades,
hacia los secretos que ella me traía cada día del bosque.

¿Pero quién ha cortado su infinita mirada?,
¿quién le ha impedido seguir alimentando mi profunda
avidez de camaradería,
la que mi pobre mesa nunca será bastante para
satisfacer?
Mamana, ¿quién puede haber matado la noble voz
de mi hermana del bosque,
la hermana que venía cada amanecer a regalarme otra
vez la savia y el consuelo?
¿Qué cruel y brutal látigo de rinoceronte la ha
golpeado hasta matarla?

En mi jardín florece todavía la seringa,
pero con presagio malvado en sus flores de púrpura;
en su intenso inhumanos aroma, también hay noticias
de muerte,
y la envoltura de ternura suavísima regada por el sol,
la que se vuelve
ligera alfombra de pétalos a los pies del árbol,
ha esperado desde el verano porque el hijo de mi
hermana descanse sobre ella.

En vano, en vano
un chirico canta y canta posado en los juncos del
jardín,
para el pequeño niño de las auroras vaporosas del
bosque.
¡Ah! Yo sé, yo sé el último día había un brillo de
adiós en aquellos ojos nobles,
y su voz llegaba como un sonido áspero, trágico y
desesperado.

¡Oh, África, madre mía, respóndeme!
¿Qué ha sucedido con mi hermana del bosque
que ya no viene a la ciudad con sus eternos niños,
(uno en sus espaldas, y otro en sus entrañas),
con su eterno pregón de vendedora de leños y de
ramas?
¡Oh, África, madre mía!
tú al menos no abandonarás jamas a mi heroica
hermana,
a aquella que venía del bosque con cada amanecer:
ella vivirá siempre en el orgulloso monumento de
tus brazos.

de Noémia de Sousa,
en Voces del sur - Aproximación a la poesía africana (Equipo Fénix comp.), Biblioteca Virtual Omegalfa, S/F.

A Madona poesía

A Madona poesía

Aquí a tus pies lanzada, pecadora,
contra tu tierra azul, mi cara oscura,
tú, virgen entre ejércitos de palmas
que no encanecen como los humanos.

No me atrevo a mirar tus ojos puros
ni a tocarte la mano milagrosa:
miro hacia atrás y un río de lujurias
me ladra contra ti, sin Culpa Alzada.

Una pequeña rama verdecida
en tu orla pongo con humilde intento
de pecar menos, por tu fina gracia,

ya que vivir cortada de tu sombra
posible no me fue, que me cegaste
cuando nacida con tus hierros bravos.

de Alfonsina Storni,
en Entre el largo desierto y la mar, Fondo Editorial Casa de las Américas, 1999.

Tiempo de esterilidad

Tiempo de esterilidad

A la Mujer los números miraron
y dejáronle un cofre en su regazo:
y vio salir de aquel un río rojo
que daba vuelta en espiral al mundo.

Extraños signos, casi indescifrables,
sombreaban sus riberas, y la luna
siniestramente dibujada en ellos,
ordenaba los tiempos de marea.

Por sus crecidas Ella fue creadora
y los noumenos fríos revelados
en tibias caras de espantados ojos.

Un día de su seno huyóse el río
y su isla verde florecida de hombres
quedó desierta y vio crecer el viento.

de Alfonsina Storni,
en Entre el largo desierto y la mar, Fondo Editorial Casa de las Américas, 1999.

Canción a la mujer astuta

Canción a la mujer astuta

Cada rítmica luna que pasa soy llamada,
por los números graves de Dios, a dar mi vida
en otra vida: mezcla de tinta azul teñida;
la misma extraña mezcla con que he sido amasada.

Y a través de mi carne, miserable y cansada,
filtra un cálido viento de tierra prometida,
y bebe, dulce aroma, mi nariz dilatada
a la selva exultante y a la rama nutrida.

Un engañoso canto de sirena me cantas,
¡naturaleza astuta! Me atraes y me encantas
para cargarme luego de alguna humana fruta.

Engaño por engaño: mi belleza se esquiva
al llamado solemne; de esta fiebre viva,
algún amor estéril y de paso, disfruta.

de Alfonsina Storni,
en Entre el largo desierto y la mar, Fondo Editorial Casa de las Américas, 1999.

El engaño

El engaño

Soy tuya, Dios lo sabe por qué, ya que comprendo
Que habrás de abandonarme, fríamente, mañana,
que, bajo el encanto de mis ojos, te gana
Otro encanto el deseo, pero no me defiendo.

Espero que esto un día cualquiera se concluya,
Pues intuyo, al instante, lo que piensas o quieres.
Con voz indiferente te hablo de otras mujeres
Y hasta ensayo el elogio de alguna que fue tuya.

Pero tú sabes menos que yo, y algo orgulloso
De que te pertenezca, en tu juego engañoso
Persistes, con aire de actor del papel dueño.

Yo te miro callada con mi dulce sonrisa,
y cuando te entusiasmas, pienso: no te des prisa,
No eres tú el que me engaña; quien me engaña es mi sueño.

de Alfonsina Storni,
en Entre el largo desierto y la mar, Fondo Editorial Casa de las Américas, 1999.

Olvido

Olvido

Lidia Rosa: hoy es martes y hace frío. En tu casa,
De piedra gris, tú duermes tu sueño en un costado
De la ciudad. ¿Aún guardas tu pecho enamorado,
Ya que de amor moriste? Te diré lo que pasa:

El hombre que adorabas, de grises ojos crueles,
En la tarde de otoño fuma su cigarrillo.
Detrás de los cristales mira el cielo amarillo
Y la calle en que vuelan desteñidos papeles.

Toma un libro, se acerca a la apagada estufa,
En el tomacorriente al sentarse la enchufa
Y sólo se oye un ruido de papel desgarrado.

Las cinco, tú caías a esta hora en su pecho,
Y acaso te recuerda… Pero su blando lecho
Ya tiene el hueco tibio de otro cuerpo rosado.

de Alfonsina Storni,
en Entre el largo desierto y la mar, Fondo Editorial Casa de las Américas, 1999.

Las grandes mujeres

Las grandes mujeres

En las grandes mujeres reposó el universo.
Las consumió el amor, como el fuego al estaño,
A unas; reinas, otras, sangraron su rebaño.
Beatriz y Lady Macbeth tienen genio diverso.

De algunas, en el mármol, queda el seno perverso.
Brillan las grandes madres de los grandes de antaño.
Y es la carne perfecta, dadivosa del daño.
Y son las exaltadas que entretejen el verso.

De los libros las tomo como de un escenario
Fastuoso —¿Las envidias, corazón mercenario?
Son gloriosas y grandes, y eres nada, te arguyo.

—Ay, rastreando en sus almas, como en selvas las lobas,
A mirarlas de cerca me bajé a sus alcobas
Y oí un bostezo enorme que se parece al tuyo.

de Alfonsina Storni,
en Entre el largo desierto y la mar, Fondo Editorial Casa de las Américas, 1999.

miércoles, 6 de marzo de 2019

En la capital

En la capital

“¿Quién manda aquí?”
pregunté
Me dijeron:
“El pueblo naturalmente”

Dije yo:
“Naturalmente el pueblo
pero, ¿quién
manda realmente?”

de Erich Fried,
en Entre los poetas míos... - Colección Antológica de Poesía Social Vol.8, Biblioteca Virtual Omegalfa, 2012.

lunes, 4 de marzo de 2019

La libertad perdida

La libertad perdida

¡Perder la liberad! No hay nada más terrible.
Hasta ir a las letrinas está reglamentado.
Cuando se abren las puertas, tú no lo necesitas.
Mas si el vientre anda mal, la puerta está cerrada.

de Ho Chi Minh,
en Diario de prisión, Instituto del libro (CUBA), 1970.

domingo, 3 de marzo de 2019

El oso (canción)

El oso

Yo vivía en el bosque muy contento,
caminaba, caminaba sin cesar.
Las mañanas y las tardes eran mías,
a la noche me tiraba a descansar.

Pero un día vino el hombre con sus jaulas,
me encerró y me llevó a la ciudad.
En el circo me enseñaron las piruetas
y yo así perdí mi amada libertad.

"Conformate" me decía un tigre viejo,
"nunca el techo y la comida han de faltar,
sólo exigen que hagamos las piruetas
y a los chicos podamos alegrar".

Han pasado cuatro años de esta vida,
con el circo recorrí el mundo así.
Pero nunca pude olvidarme de todo,
de mis bosques, de mis tardes y de mí.

En un pueblito alejado
alguien no cerró el candado,
era una noche sin luna
y yo dejé la ciudad.

Ahora piso yo el suelo de mi bosque,
otra vez el verde de la libertad.
Estoy viejo, pero las tardes son mías.
Vuelvo al bosque, estoy contento de verdad.

de Moris,
en Treinta minutos de vida, Mandioca, 1970.

viernes, 1 de marzo de 2019

Adolescente

Adolescente

La juventud tiene mil ocupaciones.
Estudiamos gramática hasta atontarnos.
A mí,
me echaron del quinto año,
y fui a apolillar las cárceles de Moscú.
En nuestro pequeño mundo doméstico,
para las camas aparecen poetas de pelo rizado.
¿Qué saben estos líricos anémicos?
A mí, pues,
me enseñaron a amar en la cárcel.
¿Qué vale comparado con esto,
la tristeza del bosque de Boulogne?
¿Qué valen comparado con esto,
los suspiros ante un paisaje de mar?
Yo, pues,
me enamoré de la ventanilla de la cámara 103,
de la "oficina de pompas fúnebres".
Hay gente que mira al sol todos los días
y se enorgullece.
"No valen mucho sus rayos" -dicen.
Pero yo,
entonces,
por un rayito de sol amarillo,
reflejado sobre mi pared,
hubiera dado todo en el mundo.

de Vladimir Mayacovski,
en Entre los Poetas Míos... - Colección Antológica de Poesía Social Vol.59, Biblioteca Virtual Omegalfa, 2013.