Las palabras necesitan de un contexto histórico, político, social, cultural, económico y biográfico para significar. Exhorto a lxs lectorxs/militantes a realizar un viaje de conocimiento acerca de lugares, tiempos y autorxs para enriquecer la experiencia literaria que propongo en este espacio. Gracias.

jueves, 26 de marzo de 2020

Alogonigin, el valiente

Alogonigin, el valiente

En aquel tiempo,
todo cazador que quería matar un leopardo
seguía al animal por su habitual sendero del bosque,
furtivamente y con paso tembloroso.
El cazador corría un poco, caminaba otro poco,
siempre furtivamente.
Cuando estaba bastante cerca para apuntar sin miedo,
le tiraba al leopardo por detrás, y lo mataba.
Luego, con la piel del leopardo en la cabeza,
regresaba a la aldea con altanero paso,
lleno de vanidad por su pretendida hazaña.
Pero cuando mi abuelo Alogonigin decidía
matar un leopardo en la selva,
bajo el reinado del Oba Abiodun,
sus amigos y parientes le preguntaban, al verlo
abandonar la aldea:
“¡Oh padre!, ¿qué le harás al leopardo?”
Él respondía que iba a luchar con él.
Le preguntaban de nuevo: “¡Oh padre!, ¿qué le harás
al leopardo?”
Él respondía que iba a provocarlo a un combate singular.
Le preguntaban entonces por tercera vez:
“¡Oh padre!, ¿qué le harás al leopardo?”
Él respondía: “El leopardo y yo cambiaremos unos golpes.
Ojo por ojo, diente por diente.”
Así era Alogonigin, el valiente.
No tenía igual en muchas cosas.
Fue el primero en poseer una inmensa mansión
antes de cumplir los treinta años.
Fue en su juventud cuando construyó
su grandiosa residencia.
¿He terminado ya mi historia de la caza del leopardo?
Sean indulgentes conmigo... esta es la conclusión:
Alogonigin regresaba a la aldea
con la pesada y voluminosa piel de un leopardo
al hombro.

¡Pero sin una sola señal visible de bala!

Anónimo (poema yorubá),
en Poesía anónima africana (Rogelio Martínez Furé Comp.), Fundación Editorial el perro y la rana, 2007. 

martes, 24 de marzo de 2020

"Pobres viejitos" (E. Carrió)

"Pobres viejitos" (E. Carrió)

Un solo farol
Iluminaba al anciano
Pero miles de sombras tenía.
Podría ya no tener dientes
Pero seguía esbozando
Una miserable y escalofriante
Sonrisa.

Por Félix Sánchez Durán.


De NOTAS - Nota XXV

De NOTAS
(Calella de la Costa-París-Roma, agosto-octubre, 1979)

Nota XXV

queridos compañeros/moridos
en combate o matados a traición o tortura/
no los olvido aunque ame a una mujer/
no los olvido porque amo/como

ustedes mismos amaron una vez/¿se recuerdan?/
¿bellos andaban por el aire?/¿y combatían?/
¿y el calor de una mujer les asomaba
en la cara?/¿se recuerdan?/me acuerdo

de haberles visto una mujer brillar
en medio del combate doloroso/
inmortales brillaban ustedes
contra el dolor/contra la muerte/

ahora que duermen calladitos
y alguna sombra dulce los tocara
acomodándolos mejor
contra los perros del olvido

Juan Gelman,
en Hacia el sur y otros poemas, Espasa Calpe, 1995.

De NOTAS - Nota XIV

De NOTAS
(Calella de la Costa-París-Roma, agosto-octubre, 1979)

Nota XIV

¿Estás vivo?/¿estás muerto?/¿hijo?/
¿vivimorís otra vez/otro día/como
moriviviste estos años
en un campo de concentración?/¿qué

hicieron de vos/hijo/dulce calor que alguna vez
niñaba al mundo/padre de mi ternura/hijo
que no acabó de vivir?/¿acabó de morir?/
pregunto si acabo de morir/el nacido el morido

a cada rato/niño
que andó temprano por la sombra/voz
que mutilaron/ojo
que vio/niñito de mi sed arrancado

a sus pedazos/a su sed/las sedes
que le abrigaban corazón/
se lo encendían mesmamente/
toda la noche golpeándome la puerta

Juan Gelman,
en Hacia el sur y otros poemas, Espasa Calpe, 1995.

La captura

La captura

Vinieron los guardias con sus bestias
y orinaron el zócalo largamente.

A un hombre torturaron hasta la madrugada;
joven como era resistió bastante,
sólo una vez dijo un nombre de mujer.

Después fijó los ojos en el techo.

de Manuel Sivacevedo,
en Poesía armada, Agermanament, 1976.

De NOTAS - Nota II

De NOTAS
(Calella de la Costa-París-Roma, agosto-octubre, 1979)

Nota II

ya que moría mañana
me moriré anteanoche/
con un cuchillito fino
voy a cavar el 76
para limpiarle las raíces a paco
las hojitas a paco
clavado al suelo como una mula rota

gente me quería ayudar/
después le toca al 77
para encontrar los ojos de rodolfo
como cielos terrestres
fríos fríos fríos
diseminados por ahí/
mirada vacía ahora

va a haber que trabajar
limpiar huesitos/que no hagan
negocio con la sombra
desapareciendo/dejándose ir
a la tierra ponida sobre
los huesitos del corazón/
compañeros denme valor/

la sombra vuela alrededor
como un objeto en mi pieza/
ni remedio que la pueda parar/
ni corazón ni nada/
ni la palabra nada/
ni la palabra corazón/
pañeros/compañeros.

Juan Gelman,
en Hacia el sur y otros poemas, Espasa Calpe, 1995.

lunes, 23 de marzo de 2020

Intemperie

Intemperie

La noche oficia de enfermera
entre los miserables que duermen en los bancos de la plaza.
Cada banco es un lecho sombrío,
la plaza entera, un asilo de expatriados.
Mendigos: allí fueron dejados a través de milenios
y allí permanecen, estoicos, todavía,
esperando que la muerte venga a despertarlos
o algún patrullero se los lleve.

De César Cantoni,
en Entre los Poetas Míos... - Colección Antológica de Poesía Social Vol.112, Biblioteca Virtual Omegalfa, 2018.

sábado, 21 de marzo de 2020

Cuarentena

Cuarentena

Puedo imaginar a las hormigas
En búsqueda desesperada de lonas
Y canastos de picnic

Puedo imaginar a las palomas
Esperando las migajas
Que pacientes ancianas supieran arrojarles

Puedo imaginar a las ratas
Y a las cucarachas
Deteniéndose impunes en las veredas
A observar tan desolador panorama

Puedo imaginar a las cotorras
Invadiendo los patios de las escuelas
Y llenando de murmullo las aulas abandonadas

Puedo imaginar a los perros callejeros
Desorientados sin tener a quién seguir
En búsqueda de afecto

No puedo imaginar a quienes no tienen techo
Ni siquiera el derecho
De formar parte de las estadísticas

Puedo imaginar al caracol
Y al alguacil, victoriosos
En el cruce de avenidas

Puedo imaginar a las mariposas suspendidas
Sobre las flores del cantero
Sin tener ningún apuro

No puedo imaginar a la humanidad
Sin su halo de prepotencia y egoísmo...

Puedo imaginar a los animales
Heredándolo todo
Mañana mismo

Por Félix Sánchez Durán.

Condenado

Condenado

Sabio el pueblo
Que puede anticipar
Aquello que sucederá
Y actúa en consecuencia

Humanidad tiene el pueblo
Que aun no sabiendo qué ocurrirá
Cuida de sí mismo
Como si el mañana dependiese de ello

Estúpido el pueblo
Que viendo aquello que le hace mal
Poco hace para cambiar
Y espera soluciones mágicas

Cínico el pueblo
Que continúa a sus anchas
Con total indiferencia
Sabiendo el mal que causa

Por Félix Sánchez Durán.

viernes, 20 de marzo de 2020

Después de veinte años

Después de veinte años

Cuando yo tenía catorce años,
me hacían trabajar hasta muy tarde.
Cuando llegaba a casa, me cogía
la cabeza mi madre entre sus manos.

Yo era un muchacho que amaba el sol y la tierra
y los gritos de mis camaradas en el soto
y las hogueras en la noche
y todas las cosas que dan salud y amistad
y hacen crecer el corazón.

A las cinco del día, en el invierno,
mi madre iba hasta el borde de mi cama
y me llamaba por mi nombre
y acariciaba mi rostro hasta despertarme.

Yo salía a la calle y aún no amanecía
y mis ojos parecían endurecerse con el frío.

Esto no es justo, aunque era hermoso
ir por las calles y escuchar mis pasos
y sentir la noche de los que dormían
y comprenderlos como a un solo ser,
como si descansaran de la misma existencia,
todos en el mismo sueño.

Entraba en el trabajo.
La oficina
olía mal y daba pena.
Luego,
llegaban las mujeres.
Se ponían
a fregar en silencio.

Veinte años.

He sido
escarnecido y olvidado.
Ya no comprendo la noche
ni el canto de los muchachos sobre las praderas.
Y, sin embargo, sé
que algo más grande y más real que yo
hay en mí, va en mis huesos:

Tierra incansable,
firma
la paz que sabes.
Danos
nuestra existencia a
nosotros
mismos.

de Antonio Gamoneda,
en La poesía como herramienta, Edición digital - Omegalfa, 2018.

miércoles, 18 de marzo de 2020

Buenas obras

Buenas obras

"tanta sangre le disteis de beber a la muerte/ que la muerte
visita vuestro hogar cada noche/ para exigiros una nueva
ofrenda"
Juan Rejano

Cuando dos carriles no bastan
cuatro

si cuatro no bastan
ocho

cuando no basten ocho...

El trabajo arruina el mundo escriben
algunos extremistas

Pero una vez que ya se ha destruido tanto
¿cómo dejar de destruirlo todo?

de Jorge Riechmann,
en El corte bajo la piel, Editorial Bitácora, 1994.

martes, 17 de marzo de 2020

palestina y el bumerán

palestina y el bumerán
(asamblea de palabras)

la trayectoria que describe una piedra que lanza
un muchacho cualquiera de trece años en una
calle cualquiera de ramala es proporcional al
curso que sigue un grito de libertad arrolladora

la parábola de un misil cualquiera que trata de
evitar la trayectoria de la piedra en la misma calle
de ramala es por tanto inversamente proporcional
a cualquier tipo de solución negociada al conflicto

en ocasiones un pueblo tomado al azar sobre el que
se ejerce un impulso genocida es capaz de no haber
aprendido en absoluto que también dicho pueblo elegido
comete genocidio cuando toma lo que no es suyo

el empuje de un tanque contra una casa cualquiera
de jenin trae consigo un efecto contrario que acciona
irremediablemente contra un mercado de telaviv
por tanto conducir a un pueblo a la desesperación
siempre ocasiona una trayectoria de efecto bumerán

de Francisco Cenamor,
en Asamblea de palabras, Ediciones Vitruvio, 2007.

lunes, 16 de marzo de 2020

Las seis dificultades

Las seis dificultades

Seis cosas son difíciles en este mundo:

hablar a la vez y ponerse de acuerdo;
emprender algo juntos y seguir juntos;
obtener y contentarse (o compartir);
estar en una situación crítica y tener buena cara;
poder y contenerse;
haber maldecido y honrar.

Anónimo (poema fulbe),
en Poesía anónima africana (Rogelio Martínez Furé Comp.), Fundación Editorial el perro y la rana, 2007. 

domingo, 15 de marzo de 2020

¡Ahorcad a los monarcas!

¡Ahorcad a los monarcas!

Lamberg, Latour —puñal, soga en sus cuellos,
y tal vez otros vengan detrás de ellos;
¡pueblo mío, a ser grande al fin empiezas!
Está muy bien, muy bien cortar cabezas,
pero han de andar más lejos tus abarcas—
¡Ahorcad a los monarcas!

Puedes segar la hierba noche y día,
que mañana la habrá donde hoy no había.
Puedes quebrarle al árbol su ramaje,
que ostentará después nuevo follaje;
hay que arrancarlos sin dejar ni marcas—
¡Ahorcad a los monarcas!

¿No has aprendido todavía, oh mundo,
a odiar al rey desde lo más profundo?
¡Si entre vosotros derramar pudiera
el odio indómito que mi alma fiera
hincha y agita como el mar las barcas!
¡Ahorcad a los monarcas!
No hay nada bueno que en sus pechos entre,
son malos ya desde el materno vientre,
su vida toda es infamia y sevicia,
su pérfida mirada el aire vicia,
la tierra en que se pudren cría charcas—
¡Ahorcad a los monarcas!

La patria es triste campo de batalla,
la muerte en ella con furor estalla,
aquí arde una ciudad, allá una aldea,
el aire, con los ayes, se caldea;
el rey con el dolor llena sus arcas—
¡Ahorcad a los monarcas!
Héroes, en vano vuestra sangre fluye
si la corona al fin no se destruye.
El monstruo alza otra vez la faz horrenda
y hay que empezar de nuevo la contienda.
¿Habrán ardido en vano las comarcas?
¡Ahorcad a los monarcas!

Amistad y piedad sean las leyes
para todos, ¡menos para los reyes!
Arrojo mi laúd, mi espada al viento,
y el cadalso usaré como instrumento
si nadie quiere ahorcar a los jerarcas—

¡Ahorcad a los monarcas!

1848

De Sándor Petöfi,
en Asalto al cielo - Antología poética, Fundación Editorial el perro y la rana, 2010.

sábado, 14 de marzo de 2020

La cruz de tiza

La cruz de tiza

La SA ya venía
Rastreando cual jauría 
Persiguiendo a sus hermanos.
Los dejan ante el jefazo
Saludando en alto el brazo.
La sangre mancha sus manos.

de Bertolt Brecht,
en Terror y miseria del Tercer Reich, ESPAEBOOK, 2014.