Las palabras necesitan de un contexto histórico, político, social, cultural, económico y biográfico para significar. Exhorto a lxs lectorxs/militantes a realizar un viaje de conocimiento acerca de lugares, tiempos y autorxs para enriquecer la experiencia literaria que propongo en este espacio. Gracias.

viernes, 7 de agosto de 2020

Prendimiento de Antoñito el Camborio en el camino de Sevilla

Prendimiento de Antoñito el Camborio en el camino de Sevilla
a Margarita Xirgu

Antonio Torres Heredia,
hijo y nieto de Camborios,
con una vara de mimbre
va a Sevilla a ver los toros.
Moreno de verde luna
anda despacio y garboso.
Sus empavonados bucles
le brillan entre los ojos.
A la mitad del camino
cortó limones redondos,
y los fue tirando al agua
hasta que la puso de oro.
Y a la mitad del camino,
bajo las ramas de un olmo,
guardia civil caminera
lo llevó codo con codo.

El día se va despacio,
la tarde colgada a un hombro,
dando una larga torera
sobre el mar y los arroyos.
Las aceitunas aguardan
la noche de Capricornio,
y una corta brisa, ecuestre,
salta los montes de plomo.
Antonio Torres Heredia,
hijo y nieto de Camborios,
viene sin vara de mimbre
entre los cinco tricornios.

–Antonio, ¿quién eres tú?
Si te llamaras Camborio,
hubieras hecho una fuente
de sangre con cinco chorros.
Ni tú eres hijo de nadie,
ni legítimo Camborio.
¡Se acabaron los gitanos
que iban por el monte solos!
Están los viejos cuchillos
tiritando bajo el polvo.

*
A las nueve de la noche
lo llevan al calabozo,
mientras los guardias civiles
beben limonada todos.
Y a las nueve de la noche
le cierran el calabozo,
mientras el cielo reluce
como la grupa de un potro.

de Federico García Lorca,
en Poesía social y revolucionaria del siglo XX (selección de Jorge Brega), Editorial Agora, 2012.

jueves, 6 de agosto de 2020

DIOS, EL INFINITO MENESTEROSO

DIOS, EL INFINITO MENESTEROSO

A José Antonio Nováis, porque ha
sabido escribir "Cristo-Federico".

Yo también digo: "Es Federico",
mirando a Dios crucificado encima.
Es Federico, el de la esquina; o bien
Jesús, o bien Manuel, mi nombre suyo,
los que sabemos, los desnudos siempre,
los aterrados, los sencillos,
el que saluda, el que no escapa si
lo llamamos a gritos: "Federico, hombre, amigo"

En el- aire, de nubes y de viento,
Dios es Dios; es la tarde
suave, triste y nostálgica,
los ojos que se miran tan de pronto,
una regada encina de plata
con su tintineo de música,
que brilla, que retumba, que esplende
para la noche oscura y verdadera
donde silenciosamente nos perdemos.

Pero aquí, no: es ése, Federico,
el Leproso, el Pordiosero, como estos
que hablan conmigo en el desmonte,
que entran humildes en la taberna blanqueada
y piden vino pobre, tinto barato,
y lloran junto a mí sin saber qué,
como yo lo hago por tanta cosa solitaria,
por el silencio que pesa, por las dalias
que fueron bellas y se acaban en el suelo,
por el caviar o el faisán que son ya tan imposibles
como la última galaxia, conocida y lejana.

Es Federico, el Pobre,
Dios de nosotros,
el olvido que solloza
con un poco de vino o de sangre
y la cruz debajo del brazo;
en este lunes mundial hecho
para sangrar de hombres,
cuando tú y yo estamos solos,
tan trabajados, con tanto mundo,
clavados en la gente,
llorando de ser buenos.

José Antonio: quiero decirte "gracias".
Me has traído a Dios vestido de pana y alpargatas.
Con callos de ser triste y enormemente nuestro;
un Hombre entre su obra que le ha salido así:
como tú y como yo,
hermanos, sucios, grises,
soñadores, rebeldes,
locos, crucificados.

Cristo o Dios: Federico.
Simplemente Federico, el Raro,
el Hambriento, el Despojado por sí mismo.
Una luz para esta carne que pide luz,
y sabe que está muriendo en la sombra
para iluminarse de entender qué es la muerte
aprendida a su costa y su advertencia,
muertos entre todos,
apuñalados por la vida, la vida.

Dios, pero Federico; porque ha querido ser tan
Federico como otro más pequeño,
entre todos los que estamos cayéndonos rebotando,
golpeados
bajo el infinito desprecio de los siglos.
Como todos, el lento topo que está en las manos,
pues si sólo tuviera el vuelo de los pájaros se
escaparía
de los dedos.

Entre todos, traicionados,
con la corona de espinas y el pobre amor en alma
viva,
cristos azuzados sobre una tristeza hermosa,
una congoja dulce,
por saber que somos el perro que ladra,
el hombre que agoniza,
la soledad que adora,
la esperanza que a duras penas se mantiene.

Pero, sufriendo,
abandonados, perseguidos,
nos elevamos grandes,
ligeros, vivos,
como la banda de mariposas,
como los papeles arrojados al aire,
como la mota de polvo
en la brisa del mediodía,
con la resurrección de los que escuchan,
con la belleza de los que creyeron,
con el resplandor de los que aguantan.
Y Dios-Federico ha querido sufrir así
para hacerse más niño, más tangible, más vital y
puro.
Y estar solo, estar sin juguetes o sueños, estar
llorando.

Tú, yo, ése, Federico, el testigo que espera
en el rincón de penumbra,
por la hora de los pobres,
hacia el cielo amueblado de recuerdos;
la alegría prometida al llanto
perfumado y simple
del corazón, sobre las hojas de la vida
que nunca acaba de pasar,
que siempre nos aguarda en el fondo del ser,
por donde seguimos navegando, creciendo, ganándonos.

¡Ah, no tengas nunca tentación de devolver
a Dios al cielo, definitivamente!
Déjalo en medio de la calle de niebla,
espéralo en la madrugada amarga,
camina a su lado, en su instante.
Es Federico, el Borracho de amor.
¡Porque si no fuera así estaríamos
completamente sin amigo, completamente derrotados!
¡Completamente muertos!

de Manuel Pinillos,
en Poesía Religiosa - Antología (Leopoldo de Luis), Alfaguara, 1969.

miércoles, 5 de agosto de 2020

¡Ánimo, muchachos!

¡Ánimo, muchachos!

Yo era cruel,
desenmascaraba con brío,
sin preocuparme de mis propios defectos.
Me parecía
que a la gente enseñaba
cómo hay que vivir
y que la gente aprendía.
Pero
empecé a perdonar...
¡Signo alarmante!
Y cierta vez, en una intervención mía,
una encantadora ayudante de laboratorio con gafas
me dijo que yo veía las cosas con liberalidad.

Vienen muchachos
altivos y autoritarios.
Apretando sus tiernos puñitos,
con el sofoco del placer supremo,
intrépidamente desenmascaran
mis debilidades.

¡Ánimo, muchachos!
                    ¡Ánimo!
¡Sed firmes!
Sencillamente, soy mayor que vosotros en saber.
Al dejar de ser crueles con los demás,
dejamos de ser jóvenes.
Avergonzado,
                               me doy cuenta
de que soy más listo.
Vosotros sois menos razonables,
pero no es nada malo,
porque hasta en vuestra injusticia
sois justos a veces.

¡Ánimo, muchachos!
                       Pero sabed
que cuando seáis mayores
y juréis no volver a equivocaros,
os cansaréis de vuestra propia crueldad
y poco a poco seréis más bondadosos.
Otros muchachos
altivos y autoritarios
vendrán
apretando sus tiernos puñitos
con el sofoco del placer supremo
y arremeterán
contra vuestras debilidades.
Y
                      os profetizo
que sufriréis,
y llegaréis a enseñar los dientes de rabia,
pero, a pesar de todo, conseguiréis tener
el valor de decir,
por mucho que os cueste:


¡Ánimo, muchachos!

de Yevgueni Yevtushenko,
en Entre los Poetas Míos... - Colección Antológica de Poesía Social Vol.56, Biblioteca Virtual Omegalfa, 2013.

martes, 4 de agosto de 2020

Levanto sospechas en la oficina...

Levanto sospechas en la oficina
porque trabajo con la cabeza en otra parte
levanto sospechas entre mis amigos
porque desaparezco y callo durante días
levanto sospechas ante mi hija
porque en vez de hermanos o perros
sólo traigo a casa libros

sospechas ante mí misma porque mi independencia
se resquebraja cuando la tristeza da un golpe de estado

por eso me esmero cuando escribo:
aquí no quiero que me deseen otra

de Ana Pérez Cañamares,
en ...Y la culpa no era mía - Antología de Poesía Feminista, Biblioteca Omegalfa, 2020.

lunes, 3 de agosto de 2020

Mayar XXIII

Mayar XXIII

¿Qué otra cosa nos queda
sino entregar los zapatos
y empezar a correr?

Yo sé que somos muchos
dedicados al vicio de vivir pobres,
eso no me hace sonreír
porque no esperamos
reconciliarnos con la gente.

de Francisco Azuela,
en La palabra ardiente, Centro Cultural Internacional El Cóndor de los Andes - Águila Azteca, A.C., 2002.

domingo, 2 de agosto de 2020

frío/noche/calle/desamparo...

frío/noche/calle/desamparo/niña-madre/basura/cena/neón/McDonalds
busco Mi pañuelo y lo llevo a Mis ojos
y seco lo vuelvo a guardar

de Félix Sánchez Durán,
en Somos, Ferrero/Hartmann, 2020.

sábado, 1 de agosto de 2020

Los hombros soportan el mundo

Los hombros soportan el mundo

Llega un tiempo en que no se dice más: Dios mío.
Tiempo de absoluta depuración.
Tiempo en que no se dice más: mi amor.
Porque el amor resultó inútil.
Y los ojos no lloran.
Y las manos tejen apenas el rudo trabajo.
Y el corazón está seco.

En vano mujeres llaman a tu puerta, no abrirás.
Quedaste solo, la luz se apagó,
pero en la sombra tus ojos resplandecen enormes.
Eres todo certeza, ya no sabes sufrir.
Y nada esperas de tus amigos.

Poco importa que venga la vejez, ¿qué es la vejez?
Tus hombros soportan el mundo
y él no pesa más que la mano de una criatura.
Las guerras, las hambres, las discusiones 
[dentro de los edificios
prueban apenas que la vida prosigue
y que no todos se liberaron aún.
Algunos, hallando bárbaro el espectáculo,
preferirían (los delicados) morir.
Llegó un tiempo en que nada se gana con morir.
Llegó un tiempo en que la vida es una orden.
La vida apenas, sin mistificación.

de Carlos Drummond de Andrade,
en 50 poemas escogidos, Fundación editorial el perro y la rana, 2008.

viernes, 31 de julio de 2020

Carta a Rodolfo Ortega Peña (Ramiro Ortega, Diario Tiempo Argentino)

Poema que Vicente Zito Lema
dedicó a Rodolfo Ortega Peña*

Se que tus hijos Rodolfo
Y mis hijos y los hijos de cada compañero
Verán hacerse la luz la pesadilla.
Verán hacerse alegría la sangre que dejaste.
La verán crecer y convertirse
En un manzano bello.

de Vicente Zito Lema,
en https://www.tiempoar.com.ar/nota/carta-a-rodolfo-ortega-pena?fbclid=IwAR3Wi8a4ksOF8ZYEBW4nbea2a86ASioXaAUQJpeuQk4Q01wnqM64jpwgL5k (31/7/20).
*Nota del editor del blog.

Una habitación

Una habitación

Nada en ella, excepto
una cama
y un afiche.
Un avión de guerra pasa raudo
Eleva la cama por los aires
y al último libro,
y llora proyectiles
que se incrustan al afiche.

de Saadi Yousef,
en Entre los Poetas Míos... - Colección Antológica de Poesía Social Vol.113, Biblioteca Virtual Omegalfa, 2014.

jueves, 30 de julio de 2020

Ataque por sorpresa

Ataque por sorpresa

La habitación tiembla
con las distantes explosiones
Las cortinas tiemblan.
Luego el corazón
Y tú, ¿dónde estabas en medio de todo este sacudimiento?

de Saadi Yousef,
en Entre los Poetas Míos... - Colección Antológica de Poesía Social Vol.113, Biblioteca Virtual Omegalfa, 2014.

miércoles, 29 de julio de 2020

Juan Gelman

Juan Gelman

En un poema hablaste de mí
Arrojando palabras al fuego
Para que este siga ardiendo
En la casa del lenguaje desnudo.
En cuanto a ti, seguías arrojando tu muerte
En la vida y en el fuego.
Sabías acerca de las causas del mal;
Pero más importante era tu voz
Que sacudía el mundo de la muerte.
Nunca hubieras maldecido la vida misma,
Llevaste la maldad del destino contigo.
El día que partiste, se dice,
En la Ciudad de México, una hoja del cielo
Finalmente cayó sobre tu hombro vacío.

28 de Octubre, 2019

de Jidi Majia,
en https://buenosairespoetry.com/2020/03/21/juan-gelman-jidi-majia-%e5%bc%a0%e5%bf%97%e5%88%9a/ (17/4/20).

martes, 28 de julio de 2020

Inocencia

Inocencia

El padre levantó cariñosamente al hijo
Y le dijo:
"¡Escuchá! Ese es el canto hermoso de los pájaros".
Y entrecerrando sus ojos
Se dirigió danzante a la cocina
Disfrutando del concierto
A degustar su desayuno.

El hijo,
Inocentemente niño,
Se asomó por su ventana
Del tercer piso de la casa
Y contestó
Una pregunta jamás enunciada:
"No son pájaros, papá;
Son obreros gritando
Que les devuelvas sus trabajos".

de Félix Sánchez Durán,
en Somos, Ferrero/Hartmann, 2020.

lunes, 27 de julio de 2020

Al borde

Al borde

Soy alta;
en la guerra
llegué a pesar cuarenta kilos.
He estado al borde de la tuberculosis,
al borde de la cárcel,
al borde de la amistad,
al borde del arte,
al borde del suicidio,
al borde de la misericordia,
al borde de la envidia,
al borde de la fama,
al borde del amor,
al borde de la playa,
y, poco a poco, me fue dando sueño,
y aquí estoy durmiendo al borde,
al borde de despertar.

de Gloria Fuertes,
en Entre los Poetas Míos... - Colección Antológica de Poesía Social Vol.5, Biblioteca Virtual Omegalfa, 2012.

domingo, 26 de julio de 2020

Los obreros

Los obreros

Bajo la aurora roja que clarea,
por el camino blanco de la aldea,
desfilan los obreros en cuadriga...
resignados y mudos, los colosos,
dejan colgar los brazos poderosos
al azar de la marcha y la fatiga...

Tienen perfiles anchos y salientes,
el cabello les cae sobre las frentes,
las espaldas son bloques de cantera,
y cuando están dispersos y distantes
se recortan al sol como gigantes
que marchan al asalto de una hoguera.

Ante ellos, entre tules de neblina,
alzan las chimeneas de la usina
sus dos brazos de sangre coagulada,
y en la amarga tristeza del paisaje
aquella oscura muchedumbre en viaje
parece una gran fuerza maniatada.

Deja tras ella muerto el caserío
donde tiritan de dolor y frío
las mujeres, los niños, los ancianos...
...Al obrero que vuelve la cabeza
se le anegan los ojos de tristeza
y se le crispan sin querer las manos...

Pero por sobre el ala de amargura
que cubre como un techo la llanura,
flota una claridad deslumbradora...
Es la esperada redención que viene:
entre sus manos, como cetro, tiene
las fulgurantes llamas de la aurora.

Y la oscura y doliente caravana
entonando los cantos de mañana
entra en su negra cueva de dolores,
como una tempestad, hecha poeta,
que estallará al final sobre el planeta
en una colosal lluvia de flores.

de Manuel Ugarte,
en Poesías Completas, Casa Editorial Maucci, 1921.

sábado, 25 de julio de 2020

El grito del condenado

El grito del condenado

Intercálase el silencio
con un extraño gemido:
¡El de un condenado a muerte
que alza al cielo su martirio!
A través de las paredes
me parece verlo, lívido,
estremecerse de espanto,
arrodillarse, contrito,
y, transformado en piltrafa,
implorar, ¡perdón!, vencido.

Hay un momento de tregua
o en que su voz es un hilo...
Mas de pronto, huracanado,
va creciendo aquel gemido,
cual si en él se concentrara
todo el dolor del presidio.
El grito del condenado
es el más horrendo grito.
¡El que no lo oyó una vez
no sabe lo que es martirio!

de Alberto Ghiraldo,
en La canción del deportado, Fernando Fé, 1929.