(fragmento)
5.
5.
Vestir mejores ropas que los demás,
no es tener mejor
carnadura que aquellos
que las visten remendadas, como el que sube
a una torre está más alto que los otros; pero,
no es más
alto, por eso, que ninguno de los otros:
trata de merecerlo todo, hasta el aire
que respiras.
6.
Procura no distinguirte de tus semejantes
nada más que por
lo accidental y contingente:
que antes de recibir el aplauso ajeno,
ya te hayas
aplaudido tú mismo; y que
al despojarte de tus vestimentas, de tu fortuna,
de
tu alto puesto y aun de tu fama, no se
vaya ninguno de tus
atributos esenciales dentro de
esas cosas, como se va la piel en un parche
cáustico, o como se queda sin dientes,
al acostarse, aquel
que los lleva postizos.
10.
Solamente los muy simples y los muy
pillastres juzgan a las personas según los casos,
o por el
peldaño que ellas pisan o por
la situación de espíritu que ellas atraviesan:
nunca seas ni tonto ni pillo, pero
si no has nacido capaz del
término medio,
ojalá que prefieras el primer extremo...
¡y seas tonto!
17.
A los hombres se les conoce
por lo que desean, no por lo
que les acontece.
20.
Pero es necesario que lo sepas, una
vez por todas y para siempre: por cada nido
de águilas, hallarás en la montaña
mil cuevas de sabandijas;
y casi todos
los que lloran merecerían
ser ahogados en su propio llanto.
21.
Sin embargo, y a pesar de estas
amargas filosofías: respeta a cualquier hombre,
sin aguardar a que
se lo merezca;
consuela a todos los que gimen,
sin necesidad de que te presenten
la
documentación de su honradez; y no
castigues a nadie; porque no es el hombre,
sino la Providencia, quien merece
el apóstrofe, la cárcel y
el patíbulo.
De Almafuerte
en Nuevas Poesías y Evangélicas, Claudio García Editor, 1918.
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