Las palabras necesitan de un contexto histórico, político, social, cultural, económico y biográfico para significar. Exhorto a lxs lectorxs/militantes a realizar un viaje de conocimiento acerca de lugares, tiempos y autorxs para enriquecer la experiencia literaria que propongo en este espacio. Gracias.

miércoles, 29 de mayo de 2013

Conjugaciones - 8 (previsión)

8 (previsión)

De vez en cuando es bueno
ser consciente
de que hoy
de que ahora
estamos fabricando
las nostalgias que descongelarán
algún futuro

De Mario Benedetti
en Viento del Exilio, Ed. Sudamericana, 1981.

martes, 28 de mayo de 2013

Trampa

Trampa

Como es sabido, la normalidad,
en el sentido estricto de la palabra, es
una expresión -a pesar
de Rabelais- de origen típicamente
francés. "C'est normal" corona
un pensamiento, una
conducta gala que, a
su vez, se adapta perfectamente a una norma
que una clase de un
país -la burguesía francesa- puede tolerar.

Las normas no trascienden
formas rudimentarias,
maneras que intentan acceder a principios
de funcionamiento,
mecanismos -diríamos- elementales que
movilizan una realidad
inevitablemente circunscripta: cómo poner
-por ejemplo- el pie
sobre el pedal -o el dedo sobre la cola del disparador- para
ejecutar correctamente lo que puede ser considerado un buen
pedaleo, o acción y efecto de pedalea.

Pero no es así: una norma
trasciende esas formas rudimentarias, elementales, aunque
esto pase desapercibido a los espíritus
detallistas ya que no sutiles o rigurosos. Porque
la suma de normas suele
hacerse con el artero, herético
objetivo de formular una
concepción del mundo que, si bien destinada
al fracaso, puede perpetrar un atropello a la dialéctica.

No obstante, si el criterio que impera en
nuestros tiempos supone esta pobreza,
esta idea maula de la normalidad, al menos
convengamos que todo es anormal, que un estado
de cosas rechazable, es decir, una anormalidad, sólo puede
ser reemplazada por otra anormalidad; es más: hay
que organizarse rigurosamente para conformar esa
nueva anormalidad que nos espera con los brazos abiertos
para no caerse, como un chico
que corre hacia nosotros por primera vez.

Conocí a una mujer bella que, durante
toda su vida, antes de reír, debía toser y
viceversa. Hasta que murió, dejando
naturalmente de hacerlo, de cumplir este rito; nadie
advirtió la diferencia, nadie pretendió
sacar ninguna conclusión: "Ha triunfado", pensé
antes de ponerme a reír como un loco y ahogarme
y toser durante el resto de mis días.

De Paco Urondo
en Poemas de Batalla, Editorial Planeta, 1999.

domingo, 26 de mayo de 2013

Muchas gracias

Muchas gracias

Sirve y me inclino
ante tu palabra, luz de mi pensamiento. Abrirán
las puertas, dejarán entender: los artistas, los
intelectuales, siempre
han sacudido el polvo de la realidad; descubrieron
caminos, emancipaciones
que no siempre lograron recorrer: era
prematuro en algunos casos, en otros fue distinto
-convengamos-, otras palabras son, bajar
la corredera de la mira, buscar con el guión
y dar justamente sobre algo que puede
moverse; un bulto,
un meneo a menos de cien metros
de tu corazón vulnerable, también enemigo.

La suerte ha dejado aquí de andar
fallando: se encendió la luz y pudo verse el caos, las
flagrancias: esa mano
allí, esta codicia: el miedo y otras mezquindades se pusieron
en evidencia y el amor
no aparecía por ninguna parte. Recompuestos
de la sorpresa, rendidos ante los hechos, nadie
pudo negar que en este país, en este
continente, nos estamos todos muriendo de vergüenza.

Aquí estoy perdiendo amigos, buscando
viejos compañeros de armas, ganándome tardíamente
la vida, queriendo respirar
trozos de esperanzas, bocanadas de aliento; salir
volando para no hacer agua, para
ver toda la tierra y caer en sus brazos.

De Paco Urondo
en Poemas de Batalla, Editorial Planeta, 1999.

La petite sensation

La petite sensation

La arena eterna y movediza
de tu vientre; tu espalda -almohada del amor-, los
desfiladeros, las cumbres de tu cuerpo; las imperfecciones
que enternecen. La voluntad
de ser libres, como cualquier país
subdesarrollado, enceguecido, dispuesto a la guerra. Hetaira
que busca su aire y su placer
compitiendo inútilmente con el brazo de mi privilegio.

El muslo enjoyado, el montón
de trigo que baja de tu cintura hebrea, los dos
cabritos, la torre
del cuello; sos
hermosa como los racimos, como las manzanas, como el sabor
de tu paladar. A levantarse,
mi amor, a salir a los campos,
a ventilar esta ciudad inseparable y maldita.

Aspiraba a muy poco. Sólo
quería el sol de tu cuerpo y las desdichas
de este mundo. Pretendía
las alternativas
del tiempo que raspa el alma y la luz
del testigo y del combatiente. Más tarde,
supe que el precio de
todo amor, de toda compañía, de toda liberación,
de toda esperanza, era la propia vida, que tampoco dispone.

De Paco Urondo
en Poemas de Batalla, Editorial Planeta, 1999.

Otra cosa

Otra cosa

Queridos hijitos, su papá poco sabe de ustedes
y sufre por esto. Quiere ofrecer un destino
luminoso y alegre, pero no es todo
y ustedes saben:
las sombras,
las sombras,
las sombras,
las sombras
me molestan y no las puedo tolerar.

Hijitos míos, no hay que ponerse tristes
por cada triste despedida:
todas lo son, es sabido,
porque hay otra partida, otra cosa,
digamos,
donde nada,
nada
está resuelto.

De Paco Urondo
en Poemas de Batalla, Editorial Planeta, 1999.

Mi tierra querida

Mi tierra querida

Ya es hora de perder
la inocencia, ese
estupor de las criaturas que todavía
no pudieron hacerse cargo
de la memoria
del mundo al que recién nacieron.

Pero nosotros, hombres
grandes ya, podemos olvidar, sabemos
perfectamente qué tendríamos
que hacer para dañar
el presente, para romperlo.

Aquí nadie
tiene derecho a distraerse,
a estar asustado, a rozar
la indignación, a exclamar su sorpresa.

De Paco Urondo
en Poemas de Batalla, Editorial Planeta, 1999.

Nuestras derrotas no demuestran nada

Nuestras derrotas no demuestran nada

Cuando los que luchan contra la injusticia
muestran sus caras ensangrentadas,
la incomodidad de los que están a salvo
es grande.

¿Por qué se quejan ustedes?, les preguntan.
¿No han combatido la injusticia? Ahora
ella los derrotó.
No protesten.

El que lucha debe saber perder.
El que busca pelea se expone al peligro.
El que enseña la violencia
no debe culpar a la violencia.

Ay, amigos.
Ustedes que están asegurados,
¿por qué tanta hostilidad? ¿Acaso somos
vuestros enemigos los que somos enemigos de la injusticia?
Cuando los que luchan contra la injusticia están vencidos,
no por eso tiene razón la injusticia.

Nuestras derrotas lo único que demuestran
es que somos pocos
los que luchamos contra la infamia.
Y de los espectadores, esperamos
que al menos se sientan avergonzados.

De Bertolt Brecht
en 80 poemas y canciones, Adriana Hidalgo Editora, 2008.

Elogio de la dialéctica

Elogio de la dialéctica

Hoy la injusticia se pavonea con paso seguro.
Los opresores se instalan como para diez mil años.
La violencia asegura: todo quedará como está.
No suena otra voz que la de la clase dominante
y en los mercados la explotación proclama: Esto recién comienza.
Por otra parte muchos de los oprimidos ahora dicen:
Lo que nosotras queremos, nunca será.

¡El que aún está vivo, que no diga: "nunca"!
Lo seguro no es seguro.
Nada quedará como está.
Cuando hayan hablado los que dominan
hablarán los dominados.
¿Quién se atreve a decir: “nunca”?
¿De quién depende que la opresión continúe? De nosotros.
¿De quién depende que se la aplaste? También de nosotros.

EI que es derribado, ¡que se levante!
EI que está perdido, ¡que luche!
¿Cómo han de contener al que ha tomado conciencia de su situación?
Pues los vencidos de hoy son los vencedores de mañana
y ese “nunca” será: ¡Hoy mismo!

De Bertolt Brecht
en 80 poemas y canciones, Adriana Hidalgo Editora, 2008.

A los combatientes en los campos de concentración

A los combatientes en los campos de concentración

¡Hombres a duras penas alcanzables!
¡Enterrados en los campos de concentración
aislados de toda palabra humana
sometidos a los peores tratos
derribados a garrotazos pero nunca
refutados:
¡Desaparecidos pero
no olvidados!

Aun cuando oímos poco de ustedes, oímos que son incorregibles:
fanáticos, los llaman, entregados a la causa proletaria.
Obstinados en la idea de que sigue habiendo en Alemania
dos clases de gente: explotadores y explotados
y que sólo la lucha de clases
puede liberar de la miseria a las masas humanas del campo y de
las ciudades.

Nos cuentan que ni a golpes de vara, ni ahorcándolos
se los puede hacer admitir que
ahora dos más dos es igual a cinco.

De modo que están
desaparecidos, pero
no olvidados.
Derribados a golpes, pero
no refutados.
Unidos a todos los combatientes incorregibles
que perseveran fanáticamente en la verdad
hoy como ayer los auténticos
líderes de Alemania.


De Bertolt Brecht
en 80 poemas y canciones, Adriana Hidalgo Editora, 2008.

Elogio del estudio

Elogio del estudio

Aprende lo más simple.
¡Nunca es tarde para aquellos
cuyo tiempo ha llegado!
Aprende el alfabeto. No alcanza
¡pero apréndelo! No te desanimes.
¡Empieza ya! ¡Debes saberlo todo!
Prepárate para gobernar.

Aprende, marginado, hombre del campo,
aprende, ocupante de la cárcel,
aprende, mujer atada a la cocina,
¡aprende, sexagenaria!
Prepárate para gobernar.
Ven a la escuela, hombre sin techo.
El saber es para ti que tienes frío.
Hambriento: toma con fuerza el libro: es un arma.
Prepárate para gobernar.

¡No temas preguntar las cosas, camarada!
No te dejes influenciar,
averigua tú mismo.
Lo que no sabes por cuenta propia
no lo sabes.
Revisa la cuenta.
Eres tú el que la paga.
Pon el dedo sobre cada cifra.
Pregunta: ¿Cómo llegó hasta aquí?
Prepárate para gobernar.

De Bertolt Brecht
en 80 poemas y canciones, Adriana Hidalgo Editora, 2008.