Las palabras necesitan de un contexto histórico, político, social, cultural, económico y biográfico para significar. Exhorto a lxs lectorxs/militantes a realizar un viaje de conocimiento acerca de lugares, tiempos y autorxs para enriquecer la experiencia literaria que propongo en este espacio. Gracias.

domingo, 24 de septiembre de 2017

Cartelitos (canción)

Cartelitos

Hay muchos cartelitos
que señalan dónde puedo ir,
me indican, con flechitas
y me dicen que
si yo sigo ese camino voy a ser feliz.

Son tantos cartelitos,
tanto para elegir,
con lindas frasecitas
sobre mi porvenir.
Pero si pienso un poco
empiezo a descubrir
que voy a ir por donde yo elija,
en el momento en que decida ir.
Porque no quiero que los cartelitos
decidan por mí, decidan por mí...

Voy a tomar mis propias decisiones,
voy a escuchar mi propio corazón,
voy a seguir así, lo más campante
por donde quiera yo.

Son tantos cartelitos,
tanto para elegir,
con lindas frasecitas
sobre mi porvenir.
Pero si pienso un poco
empiezo a descubrir
que voy a ir por donde yo elija,
en el momento en que decida ir.
Porque no quiero que los cartelitos
decidan por mí, decidan por mí...

Voy a tomar mis propias decisiones,
voy a escuchar mi propio corazón,
voy a seguir así, lo más campante
por donde quiera, por donde quiera,
por donde quiera yo.

de Hugo Midón,
en Vivitos y coleando 2, Los años luz discos, 1995.

miércoles, 20 de septiembre de 2017

Yo no me arreglo solito (canción)

Yo no me arreglo solito

Si cada cual cuida su quintita
Sin pensar en los demás
Cuando necesite agua
Ni una gota encontrará.

Yo no me arreglo solito
Yo no me quiero arreglar.
Yo no me arreglo solito
Necesito a los demás.

Si cada cual se mira el ombligo
Y no ve a su alrededor
Se choca con las paredes
Y le duele el corazón.

Yo no me arreglo solita
Necesito a los demás.

Si cada cual cuida su casita
Y sus cosas, nada más.
Y se cierra con candado,
Nunca nadie le abrirá.

Yo dejo una puerta abierta
Para que se pueda entrar.
Yo dejo una puerta abierta
Para que se pueda entrar.

Si cada cual se cubre del frío
Y no abriga a los demás...
Finalmente se descubre
Porque el frío es general.

Yo no quiero tener frío,
Ni que tengan los demás.
Yo no me arreglo solito
Yo no me quiero arreglar.

de Hugo Midón,
en Derechos torcidos, Ministerio de Educación de la Nación, 2013. 

sábado, 16 de septiembre de 2017

Nota I

Nota I

te nombraré veces y veces.
me acostaré con vos noche y día.
noches y días con vos.
me ensuciaré cogiendo con tu sombra.
te mostraré mi rabioso corazón.
te pisaré loco de furia.
te mataré los pedacitos.
te mataré uno con paco.
otro lo mato con rodolfo.
con haroldo te mato un pedacito más.
te mataré con mi hijo en la mano.
voy a venir con diana y te mataré.
voy a venir con jote y te mataré.
te voy a matar, derrota.
nunca me faltará un rostro amado para
matarte otra vez.
vivo o muerto/un rostro amado.
hasta que mueras/
dolida como estás/ya lo sé.
te voy a matar/yo
te voy a matar.

de Juan Gelman,
en http://www.juangelman.net/2011/01/08/1083/ (8/9/17).

miércoles, 13 de septiembre de 2017

Panelismo

Panelismo

El que vive de banquete en banquete
Nos habla del hambre,
Y el oficinista,
De la dignidad de cartonear.
El burro, de reforma educativa,
Y el golpista, de dialogar.

Es normal
Que el liberal
Nos hable
De solidaridad.

Por Félix Sánchez Durán.

martes, 12 de septiembre de 2017

Nota XII

Nota XII

los sueños rotos por la realidad
los compañeros  rotos por la realidad/
los sueños de los compañeros rotos
¿están verdaderamente rotos/perdidos/nada/

se pudren bajo tierra?/¿su rota luz
diseminada a pedacitos bajo tierra?/¿alguna vez
los pedacitos se van a juntar?
¿va a haber la fiesta de los pedacitos que se
reúnen?

y los pedacitos de los compañeros/¿alguna vez
se juntarán?
¿caminan bajo tierra para juntarse un día
come dice manuel?/¿y se
juntarán un día?
de esos amados pedacitos está hecha nuestra
concreta soledad/
per/dimos la suavidad de paco/la tristeza de
haroldo/la lucidez de rodolfo/
el coraje de tantos

ahora son pedacitos desparramados bajo todo
el país
hojitas caídas del fervor/la esperanza/la fe/
pedacitos que fueron alegría/combate/
confianza
en sueños/ sueños/ sueños/ sueños/

y los pedacitos rotos del sueño/se juntarán
alguna vez?
¿se juantarán algún día/pedacitos?
¿están diciendo que los enganchemos al tejido
del sueño general?
¿están diciendo que soñemos mejor?

de Juan Gelman,
en http://www.juangelman.net/2011/01/08/1083/ (8/9/17).

viernes, 8 de septiembre de 2017

Paraíso perdido

Paraíso perdido

A través de los siglos
por la nada del mundo,
yo, sin sueño, buscándote.

Tras de mí, imperceptible,
sin rozarme los hombros,
mi ángel muerto, vigía.

¿Adónde el Paraíso,
sombra, tú que has estado?
Pregunta con silencio.

Ciudades sin respuesta,
ríos sin habla, cumbres
sin ecos, mares mudos.

Nadie lo sabe. Hombres
fijos, de pie, a la orilla
parada de las tumbas,

me ignoran. Aves tristes,
cantos petrificados
en éxtasis el rumbo,

ciegas. No saben nada.
Sin sol, vientos antiguos,
inertes, en las leguas

por andar, levantándose
calcinados, cayéndose
de espaldas, poco dicen.

Diluidos, sin forma
la verdad que en sí ocultan,
huyen de mí los cielos.

Ya en el fin de la Tierra,
sobre el último filo,
resbalando los ojos,

muerta en mí la esperanza,
ese pórtico verde
busco en las negras simas.

¡Oh boquete de sombras!
¡Hervidero del mundo!
¡Qué confusión de siglos!

¡Atrás, atrás! ¡Qué espanto
de tinieblas sin voces!
¡Qué perdida mi alma!

—Ángel muerto, despierta.
¿Dónde estás? Ilumina
con tu rayo el retorno.

Silencio. Más silencio.
Inmóviles los pulsos
del sinfín de la noche.

¡Paraíso perdido!
Perdido por buscarte,
yo, sin luz para siempre.

Rafael Alberti,
en Sobre los ángeles, epublibre, 2015.

miércoles, 6 de septiembre de 2017

Los dos Conejos

Los dos Conejos
(No debemos detenernos en cuestiones frívolas, olvidando el asunto principal.)

Por entre unas matas,
seguido de perros
(no diré corría),
volaba un Conejo.

De su madriguera
salió un compañero,
y le dijo: «Tente,
amigo; ¿qué es esto?»

—«¿Qué ha de ser?, responde:
sin aliento llego…
dos pícaros galgos
me vienen siguiendo.»

—«Sí (replica el otro),
por allí los veo…
pero no son galgos.»
—«¿Pues qué son?» —«Podencos.»

—«¿Qué? ¿Podencos dices?
Sí, como mi abuelo.
Galgos y muy galgos,
bien vistos los tengo.»

—«Son podencos: vaya,
que no entiendes de eso.»
—«Son galgos te digo.»
—«Digo que podencos.»

En esta disputa,
llegando los perros,
pillan descuidados
a mis dos Conejos.

Los que por cuestiones
de poco momento
dejan lo que importa,
llévense este ejemplo.

de Tomás de Iriarte,
en Fábulas literarias, epublibre, 2014 (1782).

domingo, 3 de septiembre de 2017

El Oso, la Mona y el Cerdo

El Oso, la Mona y el Cerdo
(Nunca una obra se acredita tanto de mala como cuando la aplauden los necios.)

Un Oso con que la vida
ganaba un piamontés,
la no muy bien aprendida
danza ensayaba en dos pies.

Queriendo hacer de persona,
dijo a una Mona: «¿Qué tal?»
Era perita la Mona,
y respondióle: «Muy mal.»

—«Yo creo, replicó el Oso,
que me haces poco favor.
¿Pues qué?, ¿mi aire no es garboso?
¿no hago el paso con primor?»

Estaba el Cerdo presente,
y dijo: «Bravo, ¡bien va!
bailarín más excelente
no se ha visto ni verá.»

Echó el Oso, al oír esto,
sus cuentas allá entre sí
y, con ademán modesto,
hubo de exclamar así:

«Cuando me desaprobaba
la Mona, llegué a dudar;
mas ya que el Cerdo me alaba,
muy mal debo de bailar.»

Guarde para su regalo
esta sentencia un autor:
Si el sabio no aprueba, ¡malo!
Si el necio aplaude, ¡peor!

de Tomás de Iriarte,
en Fábulas literarias, epublibre, 2014 (1782).

miércoles, 30 de agosto de 2017

En el momento en que el tenista lanza magistralmente

En el momento en que el tenista lanza magistralmente
su bala, le posee una inocencia totalmente animal;
en el momento
en que el filósofo sorprende una nueva verdad,
es una bestia completa.
Anatole France afirmaba
que el sentimiento religioso
es la función de un órgano especial del cuerpo humano,
hasta ahora ignorado y se podría
decir también, entonces,
que, en el momento exacto en que un tal órgano
funciona plenamente,
tan puro de malicia está el creyente,
que se diría casi un vegetal.
¡Oh alma! ¡Oh pensamiento! ¡Oh Marx! ¡Oh Feuerbach!

De César Vallejo,
en Poemas Humanos, Laberintos, 2007.

sábado, 26 de agosto de 2017

Elegía primera

Elegía primera
A Federico García Lorca, poeta.

Atraviesa la muerte con herrumbrosas lanzas,
y en traje de cañón, las parameras
donde cultiva el hombre raíces y esperanzas,
y llueve sal, y esparce calaveras.

Verdura de las eras,
¿qué tiempo prevalece la alegría?
El sol pudre la sangre, la cubre de asechanzas
y hace brotar la sombra más sombría.

El dolor y su manto
vienen una vez más a nuestro encuentro.
Y una vez más al callejón del llanto
lluviosamente entro.

Siempre me veo dentro
de esta sombra de acíbar revocada,
amasada con ojos y bordones,
que un candil de agonía tiene puesto a la entrada
y un rabioso collar de corazones.

Llorar dentro de un pozo,
en la misma raíz desconsolada
del agua, del sollozo,
del corazón quisiera:
donde nadie me viera la voz ni la mirada,
ni restos de mis lágrimas me viera.

Entro despacio, se me cae la frente
despacio, el corazón se me desgarra
despacio, y despaciosa y negramente
vuelvo a llorar al pie de una guitarra.

Entre todos los muertos de elegía,
sin olvidar el eco de ninguno,
por haber resonado más en el alma mía,
la mano de mi llanto escoge uno.

Federico García
hasta ayer se llamó: polvo se llama.
Ayer tuvo un espacio bajo el día
que hoy el hoyo le da bajo la grama.

¡Tanto fue! ¡Tanto fuiste y ya no eres!
Tu agitada alegría,
que agitaba columnas y alfileres,
de tus dientes arrancas y sacudes,
y ya te pones triste, y sólo quieres
ya el paraíso de los ataúdes.

Vestido de esqueleto,
durmiéndote de plomo,
de indiferencia armado y de respeto,
te veo entre tus cejas si me asomo.

Se ha llevado tu vida de palomo,
que ceñía de espuma
y de arrullos el cielo y las ventanas,
como un raudal de pluma
el viento que se lleva las semanas.

Primo de las manzanas,
no podrá con tu savia la carcoma,
no podrá con tu muerte la lengua del gusano,
y para dar salud fiera a su poma
elegirá tus huesos el manzano.

Cegado el manantial de tu saliva,
hijo de la paloma,
nieto del ruiseñor y de la oliva:
serás, mientras la tierra vaya y vuelva,
esposo siempre de la siempreviva,
estiércol padre de la madreselva.

¡Qué sencilla es la muerte: qué sencilla,
pero qué injustamente arrebatada!
No sabe andar despacio, y acuchilla
cuando menos se espera su turbia cuchillada.

Tú, el más firme edificio, destruido,
tú, el gavilán más alto, desplomado,
tú, el más grande rugido,
callado, y más callado, y más callado.

Caiga tu alegre sangre de granado,
como un derrumbamiento de martillos feroces,
sobre quien te detuvo mortalmente.
Salivazos y hoces
caigan sobre la mancha de su frente.

Muere un poeta y la creación se siente
herida y moribunda en las entrañas.
Un cósmico temblor de escalofríos
mueve temiblemente las montañas,
un resplandor de muerte la matriz de los ríos.

Oigo pueblos de ayes y valles de lamentos,
veo un bosque de ojos nunca enjutos,
avenidas de lágrimas y mantos:
y en torbellinos de hojas y de vientos,
lutos tras otros lutos y otros lutos,
llantos tras otros llantos y otros llantos.

No aventarán, no arrastrarán tus huesos,
volcán de arrope, trueno de panales,
poeta entretejido, dulce, amargo,
que el calor de los besos
sentiste, entre dos largas hileras de puñales,
largo amor, muerte larga, fuego largo.

Por hacer a tu muerte compañía,
vienen poblando todos los rincones
del cielo y de la tierra bandadas de armonía,
relámpagos de azules vibraciones.
Crótalos granizados a montones,
batallones de flautas, panderos y gitanos,
ráfagas de abejorros y violines,
tormentas de guitarras y pianos,
irrupciones de trompas y clarines.

Pero el silencio puede más que tanto instrumento.

Silencioso, desierto, polvoriento
que la muerte desierta,
parece que tu lengua, que tu aliento,
los ha cerrado el golpe de una puerta.

Como si paseara con tu sombra,
paseo con la mía
por una tierra que el silencio alfombra,
que el ciprés apetece más sombría.

Rodea mi garganta tu agonía
como un hierro de horca
y pruebo una bebida funeraria.
Tú sabes, Federico García Lorca,
que soy de los que gozan una muerte diaria.

de Miguel Hernández,
en Viento del pueblo, Socorro Rojo, 1937.