XI
2 DE MAYO DE 1874, EN BILBAO
Hace ya medio siglo —era yo un niño—
cuando en mi dulce villa el Dos de Mayo
vi entre nubes brillar el primer rayo
de libertad civil. En el escriño
de las leyendas guardo con cariño,
bajo la sombra augusta de Pelayo,
tal visión infantil por si un desmayo
me turba la razón. Tiene el armiño
del manto real mechones de raposa
empapados en sangre de gallina
y aun el muñeco que lo gasta osa
charlar de patria, honor y disciplina,
pero siente ya el peso de la losa
que ha de cerrar la boca de su mina.
Hace ya medio siglo —era yo un niño—
cuando en mi dulce villa el Dos de Mayo
vi entre nubes brillar el primer rayo
de libertad civil. En el escriño
de las leyendas guardo con cariño,
bajo la sombra augusta de Pelayo,
tal visión infantil por si un desmayo
me turba la razón. Tiene el armiño
del manto real mechones de raposa
empapados en sangre de gallina
y aun el muñeco que lo gasta osa
charlar de patria, honor y disciplina,
pero siente ya el peso de la losa
que ha de cerrar la boca de su mina.
13-V-1924.
El 21 de febrero de 1874, cuando no tenía sino nueve
años y medio escasos, sentí caer junto a mi casa
de Bilbao la tercera de las bombas que los carlistas
lanzaron contra la Invicta Villa liberal. Cincuenta
años justos después, el 21 de febrero de 1924, me
arrancaban, los carlistas también, de mi hogar de Salamanca,
para enviarme confinado a Fuerteventura.
de Miguel de Unamuno,
en Obras Completas - Poesía II, Afrodisio Aguado, 1958.