Elegía para un día de verano
Elegía para un día de verano
En la ciudad suburbana,
el sol salió para todos.
Los colectivos y los trenes
se llenaron de gente
rumbo al trabajo.
Serían las cuatro o cinco de la mañana
cuando lo encapucharon.
El sol dejó de existir
A la hora del almuerzo,
las marmitas hirvieron
en las villas miseria
y los restoranes sacaban
sus sombrillas a la calle.
No sabía en qué parte
de su cuerpo
le dolía el hambre.
A la siesta, las persianas
se cerraron al sol.
Los gorriones saltaban
de rama en rama.
Una música estridente
asustaba a los ratones
que iban y venían
por su carne chamuscada.
De lejos, el río parecía
fresco y transparente.
Y el cartel de “prohibido bañarse”
estaba de más.
Había caudales de sed
en la herida de su boca.
A la tarde, las veredas y las plazas
se llenaron de niños jugando.
En un banco de la plaza,
una muchacha se sonrojó
con el primer beso.
A veces, despertaba
la imagen de su casa con los hijos.
Cuando llegó la noche,
las ventanas se iluminaron
con gente reunida
alrededor de una mesa, o en el patio.
Otra vez, la música estridente.
A la hora de las caricias y los besos,
a la hora de la luna y las estrellas,
las parejas iniciaron el cósmico viaje.
Y, más música estridente
…y, cuando la ciudad suburbana
dormía abrazada a sus calles
y los perros le cantaban a la luna
Fue fácil meter al prisionero en una bolsa de arpillera
y… entonces….
la misma tierra por la que había luchado
lo recibió en sus brazos.
de Celina Amalia Galeano,
en Los versos salvados, Concejo Deliberante de General Pico/EdUNLPam, 2022.
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