Las palabras necesitan de un contexto histórico, político, social, cultural, económico y biográfico para significar. Exhorto a lxs lectorxs/militantes a realizar un viaje de conocimiento acerca de lugares, tiempos y autorxs para enriquecer la experiencia literaria que propongo en este espacio. Gracias.

domingo, 1 de septiembre de 2019

Romance de la Guardia Civil Española

Romance de la Guardia Civil Española

Los caballos negros son.
Las herraduras son negras.
Sobre las capas relucen
manchas de tinta y de cera.
Tienen, por eso no lloran,
de plomo las calaveras.
Con el alma de charol
vienen por la carretera.
Jorobados y nocturnos,
por donde animan ordenan
silencios de goma oscura
y miedos de fina arena.
Pasan, si quieren pasar,
y ocultan en la cabeza
una vaga astronomía
de pistolas inconcretas.

*
¡Oh ciudad de los gitanos!
En las esquinas banderas.
La luna y la calabaza
con las guindas en conserva.
¡Oh ciudad de los gitanos!
¿Quién te vio y no te recuerda?
Ciudad de dolor y almizcle,
con las torres de canela.

*
Cuando llegaba la noche,
noche que noche nochera,
los gitanos en sus fraguas
forjaban soles y flechas.
Un caballo malherido,
llamaba a todas las puertas.
Gallos de vidrio cantaban
por Jerez de la Frontera.
El viento vuelve desnudo
la esquina de la sorpresa,
en la noche platinoche
noche, que noche nochera.

*
La Virgen y San José,
perdieron sus castañuelas,
y buscan a los gitanos
para ver si las encuentran.
La Virgen viene vestida
con un traje de alcaldesa
de papel de chocolate
con los collares de almendras.
San José mueve los brazos
bajo una capa de seda.
Detrás va Pedro Domecq
con tres sultanes de Persia.
La media luna soñaba
un éxtasis de cigüeña.
Estandartes y faroles
invaden las azoteas.
Por los espejos sollozan
bailarinas sin caderas.
Agua y sombra, sombra y agua
por Jerez de la Frontera.

*
¡Oh ciudad de los gitanos!
En las esquinas banderas.
Apaga tus verdes luces
que viene la benemérita.
¡Oh ciudad de los gitanos!
¿Quién te vio y no te recuerda?
Dejadla lejos del mar, sin
peines para sus crenchas.

*
Avanzan de dos en fondo
a la ciudad de la fiesta.
Un rumor de siemprevivas
invade las cartucheras.
Avanzan de dos en fondo.
Doble nocturno de tela.
El cielo, se les antoja,
una vitrina de espuelas.

*
La ciudad libre de miedo,
multiplicaba sus puertas.
Cuarenta guardias civiles
entran a saco por ellas.
Los relojes se pararon,
y el coñac de las botellas
se disfrazó de noviembre
para no infundir sospechas.
Un vuelo de gritos largos
se levantó en las veletas.
Los sables cortan las brisas
que los cascos atropellan.
Por las calles de penumbra
huyen las gitanas viejas
con los caballos dormidos
y las orzas de monedas.
Por las calles empinadas
suben las capas siniestras,
dejando atrás fugaces
remolinos de tijeras.
En el portal de Belén
los gitanos se congregan.
San José, lleno de heridas,
amortaja a una doncella.
Tercos fusiles agudos
por toda la noche suenan.
La Virgen cura a los niños
con salivilla de estrella.
Pero la Guardia Civil
avanza sembrando hogueras,
donde joven y desnuda
la imaginación se quema.
Rosa la de los Camborios,
gime sentada en su puerta
con sus dos pechos cortados
puestos en una bandeja.
Y otras muchachas corrían
perseguidas por sus trenzas,
en un aire donde estallan
rosas de pólvora negra.
Cuando todos los tejados
eran surcos en la sierra,
el alba meció sus hombros
en largo perfil de piedra.

*
¡Oh ciudad de los gitanos!
La Guardia Civil se aleja
por un túnel de silencio
mientras las llamas te cercan.

¡Oh ciudad de los gitanos!
¿Quién te vio y no te recuerda?
Que te busquen en mi frente.
Juego de luna y arena.

De Federico García Lorca
en Antología Poética, Losada, 1998.

Lluvia

Lluvia

Lluvia que en tus más reprensibles desbordamientos no
te preocupas
de olvidar que las muchachas de Chiriqui de pronto sacan
de su corpiño nocturno una lámpara hecha de luciérnagas
emocionantes.

Lluvia capaz de todo menos de lavar la sangre que corre por los dedos de los asesinos de los pueblos sorprendidos bajo
los inmensos bosques de la inocencia.

De Aimé Césaire,
en Entre los poetas míos... - Colección Antológica de Poesía Social Vol.69, Biblioteca Virtual Omegalfa, 2014.

Plumas a sueldo

Plumas a sueldo

La pluma puede abrirle un sendero a los arados
La pluma puede forjar espadas con arados
Con palabras del arado y la espada.
Y la pluma consagra, y la pluma desenmascara las mentiras
De las vanas teologías, la pluma entroniza
Los reclamos mohosos del Poder, recomienda
Como de origen divino espacios disputados.
La pluma resulta ser poderoso oído de las espadas
Lengua que glorifica hechos sangrientos, que viste de fama
La violación, que saquea con túnicas venerables
De épicas hazañas. La pluma puede hundirse
En el tintero y salir
Goteando sangre.
Piedras preciosas adornan sus lenguas de rutina,
De hipocresía, de conjura estéril.
Muéstrenme las camas de agua en que se acuestan
Saquen el tapón y pregúntense por qué el flujo es rojo oscuro
Y espeso, y con grumos. Eternamente
En enjambres como langostas, como mentiras y moscas, consortes
Sacados de negras orgías de plumas conmemorativas
Larga es la línea de las grandes seducciones
Atracción del ocio en nuestra tribu ajedrezada – de poetas
orales ambulantes, hasta la pluma y el computador portátil.
Hemos llegado a conocer algunas. Sirvieron
Y fueron servidas a su turno. Algunas creyeron,
Y otras vendieron sus almas en un mundo de ensueños.
Pero ambas estaban inmunizadas contra el testamento
De los ojos, y los oídos, el hedor y la culpa del poder
Y la anomia de la lluvia que se vuelve roja, de plagas de langostas,
La muerte de los primogénitos, los siete años de escasez y
Otra vez de nuevo el octavo y luego la secuencia circular –
De la muerte y la carencia. Una promesa no ganada o dada
No es para que la rediman los mortales –
Pero Dios decretó que el fin multiplicará los medios –
Curtida en la espera, la pluma escribe:
Nosotras también servimos.

De Wole Soyinka,
en Entre los Poetas Míos... - Colección Antológica de Poesía Social Vol.43, Biblioteca Virtual Omegalfa, 2013.

El hijo de un avaro

El hijo de un avaro

Ya la avaricia te imprimió su huella
Sobre las carnes: la materia escasa
Recubre apenas tu armazón exiguo
De hombros estrechas.

Cabellos tienes desteñidos; mira
Cómo tu piel no brilla. Se repite
En ti el milagro de tu padre, el hombre
De ojos agudos.

¿Recuerdas tú? Cuando eras niño apenas
Medio dormido entre la sombra, oías
Caer monedas, lenta, lentamente...
Una por una.

Como tu padre, a medianoche anduvo
También tu abuelo en subterráneos, y antes,
El padre de su padre ya ambulaba
Bajo la tierra.

Mira tus dedos deprimidos, mira.
Mira la curva del pulgar derecho,
Menguado está como tu alma, ¡mira!...
¿Miedo no sientes?

Ni los esclavos te aman... ¡Ah, no sabes
Cuán fácil aman los esclavos! Muestra
La bolsa tuya y llegarán cantando
Tus alabanzas.

Odias el sol pues te parece el oro
Que no pudiste conseguir. Te encierras
Por no mirarlo, cuando sale a darse
Sencillamente.

Cuando tus manos van a tus bolsillos
Temblor las mueve, que tu raza toda
Pesa en los dedos con que, apenas, tiendes
Su vil moneda.

Oh las mujeres que a tu lado pasan
Sienten el hielo de tus ojos y huyen
En sueños dulces a lejanos bosques
Primaverales.

Hijo de avaro, ven a mis rodillas,
Piedad me sobra..., recogí en tus ojos
El cielo azul, y el mar, que es movimiento,
Filtró por ellos.

¡Hijo de avaro, recubrirte ansío
Con mis dos brazos y en los ojos grises
Mirate fijo!... ¡Como un soplo ardiente
Te daré el alma!

Te sentirás crecer: los hombros tuyos
Han de agrandarse; tus cabellos secos
Tomarán brillo y el pulgar menguado
La curva mía.

Hijo de avaro, ven a mis rodillas;
¡Nadie te amó! Encogido, tembloroso,
Nunca entendiste el bien de los humanos;
Único: darse.

A ricos de alma le ofrecí mi alma
Toda, temblando de alegría; llega,
No tengas miedo, buitre, no acaba
El pozo mío.

Que nadie es pobre como tú, el enjuto
De pecho y alma, el de los ojos grises,
El de los dedos comprimidos, secos...
¡Hijo de avaro!

De Alfonsina Storni,
en Alfonsina Storni - Antología, Losada, 1998.


Las mujeres de mi época

Las mujeres de mi época -mitad del siglo veinte-,
con los ojos cerrados a un pasado oscuro,
sólo los abrimos al technicolor de la luz
que entonces parecía inminente.
Yo y mis vecinas, como bien sabíamos,
hacíamos aún algunos gestos
que nuestras madres nos habían transmitido
en un bolsillo de silencio en blanco y negro.
Pero nadie creía que fueran realidad.
Las más coquetas, gratuitas todavía
después de los cincuenta, hasta hoy desprecian
la necesidad de saber; las tímidas que no salían de su coraza
tienen ahora más de una casa.
Nadie cumple más con su deber.
El Profundo Misterio del Mundo
es un cuento que cayó en desuso,
pero las mujeres que nacimos a mitad del siglo veinte
lo queríamos creer.

De Mirta Rosenberg
en El Árbol de las Palabras, Bajo la Luna, 2006.

Por la memoria

Por la memoria

Con la carroña apiñada, los nudos de otra madera 
Apuran chispas hirientes y encienden lumbres de ojeras 
Cargando en ancas los hombros se van quedando los años 
no se han cerrado las puertas ni las heridas de antaño. 

Fantasma viejo y roído, capullo de los rosarios 
cuando se postran las sombras detrás del abecedario 
si lapidando al poeta se cree matar la memoria 
que más le queda a esta tierra que va perdiendo su historia 

Camino al sol, que hace la sombra de todo igual 
si al estrujar el viento contra un pecho labriego 
ya no hay heridas que marquen los brazos de un hombre entero 
ni hay canciones que apañen lo que no guarda en el pecho 

Es la sutil diferencia de un cromatismo de negros 
lo que separa el anverso en la palma del mismo dueño 
cual si eso fuera importante en una caligrafía 
dejando sentado en blanco cosas que el negro diría... 

Surten menguar las ideas pues que se frena la clara 
con dos monedas de cobre cubriéndome la mirada, 
Cargando en ancas los hombros se van quedando los años 
no se han cerrado las puertas ni las heridas de antaño. 

Camino al sol, que hace la sombra de todo igual 
si al estrujar el viento contra un pecho labriego 
ya no hay heridas que marquen los brazos de un hombre entero 
ni hay canciones que apañen lo que no guarda en el pecho

de Guido Montoya Carlotto (Ignacio Hurban) - Nieto Recuperado 114,
en http://ignacio-hurban.bandcamp.com/

Ni un paso atrás

Ni un paso atrás

Árbol de luna que obedece al clima
un sistema de nocturnidad,
no permitas que el murciélago te oprima.
Ni un paso atrás.

No permitas que el largo regimiento
de los años de crimen pertinaz,
te toque el hombro con el pensamiento.
Ni un paso atrás.

Que la alta flor que de tus ramas brota
en este chapuzón de libertad,
no pierda en miel ni la más breve gota.
Ni un paso atrás.

Ni un paso atrás, soldados y civiles
hermanados de pronto en la verdad.
La vida es una sobre los fusiles,
que no hay trincheras para los reptiles,
de malos nuestros a extranjeros viles.
Ni un paso atrás.

La libertad como un antiguo espejo
roto en la luz, se multiplica más,
y cada vez que un trozo da un reflejo
el tiempo nuevo le repite al viejo:
Ni un paso atrás.

Ni un paso atrás, ni un paso atrás,
ni un paso de retorno al ayer, ni la mitad
de un paso en el sentido del ocaso,
ni un paso atrás.

Que en la lucha del pueblo se confirme,
- sangre y sudor - la nacionalidad.
Y pecho al plomo y la conciencia en firme.
Y en cada corazón... ni un paso atrás.

de Pedro Mir
en Antología Histórica de la Poesía Dominicana del Siglo XX (1912-1995) (Franklin Gutiérrez Comp.),
Editorial de la Universidad de Puerto Rico, 1998.

Tiempo norteamericano

Tiempo norteamericano

I
Cuando mis tiempos dieron signos
de volverse
políticamente correctos
no imágenes indómitas
que escapan de los límites
cuando al caminar por la calle vi
que se elegían temas por mí
supe de qué cosas no hablaría
por miedo del uso que les dieran los enemigos
entonces empecé a hacerme preguntas

II
Todo lo que escribamos
será usado contra nosotros
o contra quienes amamos.
Estas son las condiciones,
las tomas o las dejas.
La poesía nunca tuvo ocasión
de estar lejos de la historia.
Un verso mecanografiado hace veinte años
puede ser una pintada que brilla en una pared
para exaltar el arte distanciado
o tortura de quienes
no amábamos pero tampoco
queríamos matar.
Cambiamos pero nuestras palabras permanecen
se hacen responsables
de más de lo que pretendíamos
y esto es privilegio verbal.

III
Intentar sentarse a la máquina de escribir
una cálida tarde de verano
en una mesa junto a una ventana
en el campo, intentar fingir
que tu tiempo no existe
que tú eres simplemente tú
que la imaginación se extravía simplemente
como una gran polilla, sin intención
intentar decirte a ti misma
que no tienes compromiso
con la vida de tu tribu
el aliento de tu planeta.

IV
No importa lo que piensas.
Las palabras serán consideradas responsables
cuanto puedes hacer es elegirlas
o elegir
seguir en silencio. O nunca tuviste elección,
que es por lo que las palabras que perduran
son responsables
y esto es privilegio verbal.

V
Imagina que quieres escribir
sobre una mujer que entreteje
el pelo de otra mujer-
dejando que cuelgue, o con cuentas y conchas
en trenzas de tres cabos o como filas de granos-
mejor sería que supieras el grosor
la largura el modelo
por qué decide trenzarse el pelo
cómo se lo hacen
en qué país sucede
qué más sucede en ese país
Tienes que saber estas cosas

VI
Poeta: hermana: palabras-
nos guste o no-
perduran en un tiempo propio.
No sirve lamentarse Lo escribí
antes de que Kollontai fuese exiliada
Rosa Luxemburg, Malcolm,
Anna Mae Aquash, asesinados,
antes de Treblinka, Birkenau,
Hiroshima, antes de Sharpeville,
Biafra, Bangladesh, Boston,
Atlanta, Soweto, Beirut, Assam
-esos rostros, nombres de lugares
cercenados del calendario
del tiempo norteamericano

VII
Pienso esto en un país
donde las palabras se quitan de las bocas
como el pan se quita de las bocas
donde los poetas no van a la cárcel
por ser poetas, sino por ser
de piel oscura, mujeres, pobres.
Escribo esto en un tiempo
en el cual lo que escribimos
puede usarse contra quienes amamos
en el que no se da nunca el contexto
aunque intentemos explicarlo, una y otra vez.
Por el bien de la poesía al menos
tengo que saber estas cosas.

VIII
A veces, planeando de noche
en un avión sobre la ciudad de Nueva York
me he sentido como una mensajera
llamada a entrar, destinada a unirse
a este campo de luz y oscuridad.
Una ambiciosa idea, surgida de volar.
Pero bajo esta ambiciosa idea
se halla la reflexión de que a lo que debo unirme
después de que el avión haya rugido en la pista
después de subir mis viejas escaleras, sentarme
ante mi vieja ventana
va a romperme el corazón y reducirme al silencio.

IX
En Norteamérica el tiempo tropieza
sin avanzar, liberando sólo
un cierto dolor norteamericano.
Julia de Burgos escribió:
Que mi padre fuera esclavo
es mi dolor; que hubiera sido amo
habría sido mi vergüenza.
Palabras de una poeta, colgadas de una puerta
en Norteamérica, en el año
mil novecientos ochenta y tres.
La luna casi llena se levanta
hablando eternamente de cambio
por encima del Bronx, el río Harlem
las ciudades sumergidas de Quabbin
los túmulos funerarios saqueados
las ciénagas tóxicas, los campos de pruebas
y empiezo a hablar otra vez.

De Adrienne Rich,
en Entre los Poetas Míos... - Colección Antológica de Poesía Social Vol.10, Biblioteca Virtual Omegalfa, 2013.

Flor de la calle

Flor de la calle

Me miraba aquel niño, y en sus ojos
Yo no sé lo que había;
Pero era hermosa su mirada, y dulce,
Y lastimera, y sollozante y fría.

Y lo llamé y le dije: no te asustes,
Quiero hablarte, querido;
Y se acercó temblando como tiembla
El pichonzuelo que perdió su nido.

- ¿Por qué estás triste, dí, por qué no juegas
Como los otros niños?
- Porque desde que usted me hizo caricias
Siento en mi ser el hambre de cariños.

- ¿No tienes madre acaso que te quiera?
¿Perdiste ese tesoro?
Y con voz de amarguras infinitas:
- No sé si habré tenido, yo lo ignoro.

Y yo que tengo madre, entonces siento
Que huye de mí la calma;
Una congoja inmensa que me envuelve,
Un mundo negro que me oprime el alma.

- Flor que bañó tan sólo la amargura,
Sueña que soy tu padre,
Aunque mil besos de mis labios fríos
No valgan lo que un beso de una madre.

- Flor crecida entre cardos y entre escarchas,
Sin una primavera,
Flor sin padre, sin madre, sin hermanos,
Sin un ser en la vida que te quiera.

- Ven, más bella es la lágrima de angustia
Que en tu párpado oscila,
Que la risa falaz de tantas almas
Que sólo escarnio y perversión destila.

- Y te llaman vicioso, callejero,
Alma degenerada,
Porque haces travesuras que en sus hijos
Son tan sólo una gracia... una monada.

- Ignorante, harapiento, sucio, vago;
Son esos los conjuros;
¡Cuánto mejor si en educarte dieran
Lo que ellos gastan en cigarros puros!

¡Ah, si en lugar del Rhin y del Champagne
Con que se brinda tanto,
Dentro tu corazón viviente copa
Se bebieran las gotas de tu llanto!...

¡Oh, qué dulce la vida entonces fuera
Sin chicos de la calle,
Dando esencia las flores de la cumbre
A las que el viento arrastra por el valle!

Ven a mis brazos, ven, que aún en el páramo
Tenga pan en mi tienda,
Y te dará calor más que mi techo
De mi cariño la cristiana ofrenda.

Tú me darás candor, yo mis consejos,
Que en mis rápidos años
Aprendí a fabricar miel de esperanzas
Aún con hierba fatal de desengaños.

Toma otro beso... quiero que en tu frente
Se deshaga en amores,
Para alumbrar las almas egoístas
Y tocarlas en lámparas de amores.

De Alfonso Durán,
en Flores de un Otoño, Incipit Liber, 1922.

Elecciones democráticas

Elecciones democráticas

La sombra del sol en mi mano
no habló por televisión, ni
la de mi mano en el sol, ni
el niño que pide en la calle
habló por televisión. Toca
un acordeón roto con
su hueso constante.

De Juan Gelman,
en Valer la Pena, Editorial Planeta-Seix Barral, 2001.

XXXV

XXXV

¿Qué importa que tu puñal
Se me clave en el riñón?
¡Tengo mis versos, que son
Más fuertes que tu puñal!

¿Qué importa que este dolor
Seque el mar, y nuble el cielo?
El verso, dulce consuelo,
Nace alado del dolor.

De José Martí
en Versos Sencillos, Nuestra América, 2006.

Flor doliente

Flor doliente

Bajo el álamo excelso, como un ay dolorido,
Está un nido caído;
Y la gente al pasar,
Dice: pobres las aves que quedaron sin nido;
¿Habrán muerto o se han ido
Donde puedan amar?...

Bajo el dulce sagrario de un rosal todo en flores,
Una flor hecha amores
Desprendióse y cayó;
Y la gente que pasa dice en tristes rumores:
Ya perdió sus primores;
Pobre rosa... murió.

Bajo el pórtico augusto de un palacio riente
Una madre doliente
Pide un trozo de pan;
Nido fue de esperanzas; flor de cielo inclemente,
Y aunque pasa la gente,
Nada dicen... se van.

De Alfonso Durán
en De lo Humano y de lo Divino, Cattaneo Hnos, S/F.

Explico algunas cosas

Explico algunas cosas

Preguntaréis: ¿Y dónde están las lilas?
¿Y la metafísica cubierta de amapolas?
Y la lluvia que a menudo golpeaba
sus palabras llenándolas
de agujeros y pájaros?
Os voy a contar todo lo que me pasa.

Yo vivía en un barrio
de Madrid, con campanas,
con relojes, con árboles.

Desde allí se veía
el rostro seco de Castilla
como un océano de cuero.

Mi casa era llamada
la casa de las flores, porque por todas partes
estallaban geranios: era
una bella casa
con perros y chiquillos.

Raúl, ¿te acuerdas?
¿Te acuerdas, Rafael?
¿Federico, te acuerdas
debajo de la tierra,
te acuerdas de mi casa con balcones en donde
la luz de Junio ahogaba flores en tu boca?

¡Hermano, hermano!

Todo
era grandes voces, sal de mercaderías,
aglomeraciones de pan palpitante,
mercados de mi barrio de Argüelles con su estatua
como un tintero pálido entre las merluzas:
el aceite llegaba a las cucharas,
un profundo latido
de pies y manos llenaba las calles,
metros, litros, esencia
aguda de la vida,
pescados hacinados,
contextura de techos con sol frío en el cual
la flecha se fatiga,
delirante marfil fino de las patatas,
tomates repetidos hasta el mar.

Y una mañana todo estaba ardiendo
y una mañana las hogueras
salían de la tierra
devorando seres,
y desde entonces fuego,
pólvora desde entonces,
y desde entonces sangre.

Bandidos con aviones y con moros,
bandidos con sortijas y duquesas,
bandidos con frailes negros bendiciendo
venían por el cielo a matar niños,
y por las calles la sangre de los niños
corría simplemente, como sangre de niños.

¡Chacales que el chacal rechazaría,
piedras que el cardo seco mordería escupiendo,
víboras que las víboras odiarían!

¡Frente a vosotros he visto la sangre
de España levantarse
para ahogaros en una sola ola
de orgullo y de cuchillos!

De Pablo Neruda
en España en el Corazón, Ediciones Ercilla, 1938.