Un canto para Bolívar
PADRE
nuestro que estás en la tierra, en el agua, en el aire
de
toda nuestra extensa latitud silenciosa,
todo
lleva tu nombre, padre, en nuestra morada:
tu
apellido la caña levanta a la dulzura,
el
estaño bolívar tiene un fulgor bolívar,
el
pájaro bolívar sobre el volcán bolívar,
la
patata, el salitre, las sombras especiales,
las
corrientes, las vetas de fosfórica piedra,
todo
lo nuestro viene de tu vida apagada,
tu
herencia fueron ríos, llanuras, campanarios,
tu
herencia es el pan nuestro de cada día, padre.
Tu
pequeño cadáver de capitán valiente
ha
extendido en lo inmenso su metálica forma,
de
pronto salen dedos tuyos entre la nieve
y
el austral pescador saca a la luz de pronto
tu
sonrisa, tu voz palpitando en las redes.
De
qué color la rosa que junto a tu alma alcemos?
Roja
será la rosa que recuerde tu paso.
Cómo
serán las manos que toquen tu ceniza?
Rojas
serán las manos que en tu ceniza nacen.
Y
cómo es la semilla de tu corazón muerto?
Es
roja la semilla de tu corazón vivo.
Por
eso es hoy la ronda de manos junto a ti.
Junto
a mi mano hay otra y hay otra junto a ella,
y
otra más, hasta el fondo del continente oscuro.
Y
otra mano que tú no conociste entonces
viene
también, Bolívar, a estrechar a la tuya:
de
Teruel, de Madrid, del Jarama, del Ebro,
de
la cárcel, del aire, de los muertos de España
llega
esta mano roja que es hija de la tuya.
Capitán,
combatiente, donde una boca
grita
libertad, donde un oído escucha,
donde
un soldado rojo rompe una frente parda,
donde
un laurel de libres brota, donde una nueva
bandera
se adorna con la sangre de nuestra insigne aurora,
Bolívar,
capitán, se divisa tu rostro.
Otra
vez entre pólvora y humo tu espada está naciendo.
Otra
vez tu bandera con sangre se ha bordado.
Los
malvados atacan tu semilla de nuevo,
clavado
en otra cruz está el hijo del hombre.
Pero
hacia la esperanza nos conduce tu sombra,
el
laurel y la luz de tu ejército rojo
a
través de la noche de América con tu mirada mira.
Tus
ojos que vigilan más allá de los mares,
más
allá de los pueblos oprimidos y heridos,
más
allá de las negras ciudades incendiadas,
tu
voz nace de nuevo, tu mano otra vez nace:
tu
ejército defiende las banderas sagradas:
la
Libertad sacude las campanas sangrientas,
y
un sonido terrible de dolores precede
la
aurora enrojecida por la sangre del hombre.
Libertador,
un mundo de paz nació en tus brazos.
La
paz, el pan, el trigo de tu sangre nacieron,
de
nuestra joven sangre venida de tu sangre
saldrán
paz, pan y trigo para el mundo que haremos.
Yo
conocí a Bolívar una mañana larga,
en
Madrid, en la boca del Quinto Regimiento,
Padre,
le dije, eres o no eres o quién eres?
Y
mirando el Cuartel de la Montaña, dijo:
"Despierto
cada cien años cuando despierta el pueblo".
De Pablo Neruda,
con motivo de un homenaje a Simón Bolivar, 1941.