Pequeño poema a mi padre en espera
de una larga y tendida conversación
que muy probablemente
jamás tendrá lugar
Con usted no puedo hablar de nada
a pesar de que mis ojos
y mi nariz sean suyos
—me lo han dicho—
o de que yo haya sido
su mayor imprudencia
—me lo han dado a entender—
y de que en cierto modo
sea usted quien camina
—soy yo quien lo sospecha—
cuando voy por la calle.
de Nicolás Suescún,
en Jamás tantos muertos, Universidad Externado de Colombia, 2008.