Las palabras necesitan de un contexto histórico, político, social, cultural, económico y biográfico para significar. Exhorto a lxs lectorxs/militantes a realizar un viaje de conocimiento acerca de lugares, tiempos y autorxs para enriquecer la experiencia literaria que propongo en este espacio. Gracias.
Mostrando las entradas con la etiqueta Alfonsina Storni. Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas con la etiqueta Alfonsina Storni. Mostrar todas las entradas

viernes, 27 de abril de 2018

Agrio está el mundo

Agrio está el mundo

Agrio está el mundo,
inmaduro
detenido;
sus bosques
florecen puntas de acero;
suben las viejas tumbas
a las superficies;
el agua de los mares
acuna
casas de espanto.

Agrio está el sol
sobre el mundo;
ahogado en los vahos
de sus pantanos;
inmaduro,
detenido.

Agria está la luna
sobre el mundo;
verde,
desteñida;
caza fantasmas
con sus patines
húmedos.

Agrio está el viento
sobre el mundo;
alza nubes de insectos muertos,
se ata, roto,
a las torres;
se anuda crespones
de llanto;
pesa sobre los techos.

Agrio está el hombre
sobre el mundo,
balanceándose
sobre sus piernas:

A sus espaldas,
todo,
desierto de piedras;
a su frente,
todo,
desierto de soles,
ciego…

de Alfonsina Storni,
en Entre el largo desierto y la mar, Fondo Editorial Casa de las Américas, 1999.

martes, 24 de abril de 2018

Momento

Momento

Una ciudad hecha de huesos grises
se abandona a mis pies.

Como tajos negros,
las calles,
separan el osario, lo cuadriculan,
lo ordenan, lo levantan.

En la ciudad, erizada de dos millones de hombres,
no tengo un ser amado…

El cielo, más gris aún
que la ciudad,
desciende sobre mí,
se apodera de mi vida,
traba mis arterias,
apaga mi voz…

Como un torbellino,
no obstante,
al que no puedo sustraerme,
el mundo gira alrededor
de un punto muerto:
mi corazón.

de Alfonsina Storni,
en Entre el largo desierto y la mar, Fondo Editorial Casa de las Américas, 1999.

miércoles, 4 de abril de 2018

Frase

Frase

Fuera de ley, mi corazón
A saltos va en su desazón.
Ya muerde acá, sucumbe allí,
Cazando allá, cazando aquí.

Donde lo intente yo dejar
Mi corazón no se ha de estar.

Donde lo deba yo poner
Mi corazón no ha de querer.

Cuando le diga yo que sí,
Dirá que no, contrario a mí.

Bravo león, mi corazón
Tiene apetitos, no razón.

de Alfonsina Storni,
en Entre el largo desierto y la mar, Fondo Editorial Casa de las Américas, 1999.

viernes, 30 de marzo de 2018

Uno

Uno

Viaja en el tren en donde viajo. ¿Viene
del Tigre, por ventura?
Su carne firme tiene
la moldura
de los varones idos, y en su boca
como en prieto canal,
se le sofoca
el bermejo caudal…

Su piel,
color de miel
delata el agua que bañó la piel.
(¿Hace un momento, acaso, las gavillas
de agua azul, no abrían sus mejillas,
los anchos hombros, su brazada heroica
de nadador?
¿No era una estoica
flor
todo su cuerpo elástico, elegante,
de nadador,
echado hacia adelante
en el esfuerzo vencedor?)

La ventanilla copia el pétreo torso
disimulado bajo el blanco lino de la pechera.
(¿En otras vidas remontaba el corso
mar, la dulce aventura por señuelo,
con la luna primera?)
Luce, ahora, un pañuelo
de fina seda sobre el corazón,
y sobre media delicada cae su pantalón.

Desde mi asiento, inexpresiva
espío sin mirar casi, su perfil de cobre.
¿Me siente acaso? ¿Sabe que está sobre
su tenso cuello este deseo mío
de deslizar la mano suavemente
por el hombro potente?

de Alfonsina Storni,
en Entre el largo desierto y la mar, Fondo Editorial Casa de las Américas, 1999.

viernes, 23 de marzo de 2018

Plaza de invierno


Plaza de invierno

Árboles desnudos
corren una carrera
por el rectángulo de la plaza.
En sus epilépticos esqueletos
de volcadas sombrillas
 se asientan,
en bandada compacta,
los amarillos
focos luminosos.

Bancos inhospitalarios,
húmedos,
expulsan de su borde
a los emigrantes soñolientos.
Oyendo fáciles arengas ciudadanas,
un prócer,
inmóvil sobre su columna,
se hiela en su bronce.

de Alfonsina Storni,
en Entre el largo desierto y la mar, Fondo Editorial Casa de las Américas, 1999.

jueves, 8 de marzo de 2018

Conversación

Conversación

Dios te perdone al fin tanta tortura;
Bien que a tu mano la movió el despecho
Y daga fina hundísteme en el pecho.
Que no te sea la existencia dura.

Que una vez más conozca la amargura
Importa poco; el corazón deshecho;
Aprende más con tu impiedad. Bien hecho;
Gracias, amigo, que esto me depura.

Iba teniendo una sospecha vaga
De que la llama del placer se apaga
Poquito a poco en el camino humano.

Temblaba acaso por su leve abrigo,
Pero inquietud me ahorras, buen amigo,
Que de un golpe la ciegas con tu mano.

de Alfonsina Storni,
en Entre el largo desierto y la mar, Fondo Editorial Casa de las Américas, 1999.

Y agrega la tercera

III
Y agrega la tercera

—Acaso se lo lleva la que menos le cuesta.
Halló en ella más fácil la vida ya pesada.
Todo cerebro activo lleva un alma quebrada
Y el hombre, en las mujeres, busca un poco de fiesta.

Cuida mejor la casa la mujer que es modesta
Y no tiene una vida mental imaginada.
Si del hombre que adora se comprende engañada
Recibe lo que sobra, y a su lado se acuesta.

No por eso posee la mujer, todo entero,
Al que, sin ser amante, puede ser compañero;
Acaso él también sueña lo mismo que soñamos.

Y, sobre el nudo diario de su vida tranquila,
Regulada, en su pecho luminoso vigila
Un ideal femenino, cuya clase ignoramos.

de Alfonsina Storni,
en Entre el largo desierto y la mar, Fondo Editorial Casa de las Américas, 1999.

La otra amiga

II
La otra amiga

Otra amiga me dice: —Las mujeres mentales
Perdedoras salimos en negocios de amores.
Tenemos, ciertamente, muchos adoradores:
Buscan pequeños sorbos en caídas vestales.

Su corazón lo ponen no en las espirituales,
Que fatigan al cabo. Como cultivadores
Adoran lo que crean: piensan que las mejores
Son aquellas plegadas a sus modos carnales.

Las mujeres mentales somos las plataformas:
Mejoramos los hombres, y pulimos sus normas,
Refinan en nosotras su instinto desatado.

Y cuando, ya cansadas de esperar, les pedimos
El corazón, en cambio del propio que le dimos,
Se lleva la que pasa lo que hemos adorado.

de Alfonsina Storni,
en Entre el largo desierto y la mar, Fondo Editorial Casa de las Américas, 1999.

Rueda

I
Rueda

La casta y honda amiga me dice sus razones:
—Soy joven, no he vivido. ¿Mi marido? Un engaño.
Tengo tres hijos, veo rodar año tras año
En uno como lento sueño sin emociones.

A veces descerrojo, tentada, mis balcones,
Por ver el hombre fino, el soberbio, el huraño.
Inútil. ¡Si pudiera curarme de este daño!
Ay, el amor no es juego que arregle desazones.

Las atenúa, acaso; mas los hombres, mi amiga,
No me valen la pena de un ensayo; desliga
Mi corazón, cercado, su más viva lisonja.

Tengo el cuerpo perfecto y la boca rosada,
Para el amor más alto yo fui seleccionada,
Pero escondo mi fuego bajo un velo de monja.

de Alfonsina Storni,
en Entre el largo desierto y la mar, Fondo Editorial Casa de las Américas, 1999.

Palabras a Delmira Agustini

8-M
A todas ellas...*

Palabras a Delmira Agustini

Estás muerta y tu cuerpo, bajo uruguayo manto,
Descansa de su fuego, se limpia de su llama,
Sólo desde tus libros tu roja lengua llama
Como cuando vivías, al amor y al encanto.

Hoy, si un alma de tantas, sentenciosa y oscura,
Con palabras pesadas va a sangrarte el oído,
Encogida en tu pobre cajoncito roído
No puedes contestarle desde tu sepultura.

Pero sobre tu pecho, para siempre deshecho,
Comprensivo vigila, todavía, mi pecho,
Y, si ofendida lloras por tus cuencas abiertas

Tus lágrimas heladas, con mano tan liviana
Que más que mano amiga parece mano hermana,
Te enjugo dulcemente las tristes cuencas muertas.

de Alfonsina Storni,
en Entre el largo desierto y la mar, Fondo Editorial Casa de las Américas, 1999.
*Dedicatoria del editor del blog.

Naturaleza mía

Naturaleza mía

Naturaleza mía, la que fuera
Como pesada abeja en primavera,
Ociosa y hecha para siestas de oro,
Voraz, aletargable, mudadera.

Bajo las tardes cálidas, dormida
De amor, ya el nuevo amor te daba brida,
Y tú arrastrabas un pesado cuerpo,
Pesado por el zumo de la vida.

¿Qué hice de ti? Para enfrenar tus males
Sobre tus formas apreté sayales,
Y en flagelarte puse empeño tanto
Que hoy filosofas junto a los rosales.

Disminuida, atáxica, robada,
En tu pura pureza violada,
Miras te baten palmas los sensatos
Con tu ya blanca y última mirada.

de Alfonsina Storni,
en Entre el largo desierto y la mar, Fondo Editorial Casa de las Américas, 1999.

sábado, 9 de diciembre de 2017

Animal cansado

Animal cansado 

Quiero un amor feroz de garra y diente
Que me asalte a traición en pleno día,
Y que sofoque esta soberbia mía,
Este orgullo de ser todo pudiente.

Quiero un amor feroz de garra y diente
Que en carne viva inicie mi sangría,
A ver si acaba esta melancolía
Que me corrompe el alma lentamente.

Quiero un amor que sea una tormenta,
Que todo rompe y lo remueve todo
Porque vigor profundo la alimenta.

Que pueda reanimarse allí mi lodo,
mi pobre lodo de animal cansado,
Por viejas sendas, de rodar, hastiado.

de Alfonsina Storni,
en Las mejores poesías (líricas) de los mejores poetas XLIII, Editorial Cervantes, 1920.

viernes, 24 de noviembre de 2017

El león

El león

Entre barrotes negros, la dorada melena
Paseas lentamente, y te tiendes, por fin,
Descansando los tristes ojos sobre la arena
Que brilla en los angostos senderos del jardín.

Bajo el sol de la tarde te has quedado sereno,
Y ante tus ojos pasa, fresca y primaveral,
La niña de quince años con su esponjado seno: ¿Sueñas
echarle garras, oh goloso animal?

Miro tus grandes uñas, inútiles y corvas;
Se abren tus fauces, veo el inútil molar,
E inútiles como ellos van tus miradas torvas
A morir en el hombre que te viene a mirar.

El hombre que te mira tiene las manos finas,
Tiene los ojos fijos y claros como tú.
Se sonríe al mirarte. Tiene las manos finas
León, los ojos tiene como los tienes tú.

Un día, suavemente, con sus corteses modos
Hizo el hombre la jaula para encerrarte allí,
Y ahora te contempla, apoyado de codos,
Sobre el hierro prudente que lo aparta de ti.

No cede. Bien lo sabes. Diez veces en un día
Tu cuerpo contra el hierro carcelario se fue:
Diez veces contra el hierro fue inútil tu porfía.
Tus ojos, muy lejanos, hoy dicen: ¿para qué?

No obstante, cuando corta el silencio nocturno
El rugido salvaje de algún otro león,
Te crees en la selva, y el ojo, taciturno,
Se te vuelve en la sombra encendido carbón.

Entonces como otrora, se te afinan las uñas,
Y la garganta seca de una salvaje sed,
La piedra de tu celda vanamente rasguñas
Y tu zarpazo inútil retumba en la pared.

Los hijos que te nazcan, bestia caída y triste,
De la leona esclava que por hembra te dan,
Sufrirán en tu carne lo mismo que sufriste,
Pero garras y dientes más débiles tendrán.

¿Lo comprendes y ruges? ¿Cuándo escuálido un gato
Pasa junto a tu jaula huyendo de un mastín,
Y a las ramas se trepa, se te salta al olfato
Que así puede tu prole ser de mísera y ruin?

Alguna vez te he visto durmiendo tristeza,
La melena dorada sobre la piedra gris,
Abandonado el cuerpo con la enorme pereza
Que las siestas de fuego tienen en tu país.

Y sobre tu salvaje melena enmarañada,
Mi cuello, delicado, sintió la tentación
De abandonarse al tuyo, yo, como tú, cansada,
De otra jaula más vasta que la tuya, león.

Como tú contra aquélla mil veces he saltado,
Mil veces, impotente, volvime a acurrucar.
¡Cárcel de los sentidos que las cosas me han dado!
Ah, yo del universo no me puedo escapar.

Y entre los hombres vivo. De distinta manera
Somos esclavos; hazme en tu cuello un rincón.
¿Qué podrías echarme? ¿Un zarpazo de fiera?
Ellos, de una palabra, rompen el corazón.

de Alfonsina Storni,
en Las mejores poesías (líricas) de los mejores poetas XLIII, Editorial Cervantes, 1920.

martes, 14 de marzo de 2017

A la tristeza de Buenos Aires

A la tristeza de Buenos Aires

Tristes calles derechas, agrisadas e iguales
por donde asoma, a veces, un pedazo de cielo,
sus fachadas oscuras y el asfalto del suelo
me apagaron los tibios sueños primaverales.

Cuánto vagué por ellas, distraída, empapada
en el vaho ggrisáseo, lento, que las decora.
De su monotonía mi alma padece ahora.
--¡Alfonsina! -- No llames, ya no respondo a nada.

Si en una de tus casas, Buenos Aires, me muero
viendo en días de otoño tu cielo prisionero,
no me será sorpresa la lápida pesada.

Que entre tus calles rectas, untadas de su rió
apagado, brumoso, desolante y sombrío,
cuando vagué por ellas, y estaba yo enterrada.

De Alfonsina Storni,
en Ocre, Babel, 1925.

viernes, 10 de marzo de 2017

Peso ancestral

Peso ancestral

Tú me dijiste: no lloró mi padre;
Tú me dijiste: no lloró mi abuelo;
No han llorado los hombres de mi raza,
Eran de acero.

Así diciendo te brotó una lágrima
Y me cayó en la boca... más veneno
Yo no he bebido nunca en otro vaso
Así pequeño.

Débil mujer, pobre mujer que entiende,
Dolor de siglos conocí al beberlo:
¡Oh, el alma mía soportar no puede
Todo su peso!

De Alfonsina Storni,
en Las mejores poesías (líricas) de los mejores poetas XLIII - Alfonsina Storni, Editorial Cervantes, -----.

sábado, 4 de marzo de 2017

La loba

La loba

Yo soy como la loba.
Quebré con el rebaño
Y me fui a la montaña
Fatigada del llano.

Yo tengo un hijo fruto del amor, de amor sin ley,
Que no pude ser como las otras, casta de buey
Con yugo al cuello; ¡libre se eleve mi cabeza!
Yo quiero con mis manos apartar la maleza.

Mirad cómo se ríen y cómo me señalan
Porque lo digo así: (Las ovejitas balan
Porque ven que una loba ha entrado en el corral
Y saben que las lobas vienen del matorral).

¡Pobrecitas y mansas ovejas del rebaño!
No temáis a la loba, ella no os hará daño.
Pero tampoco riáis, que sus dientes son finos
¡Y en el bosque aprendieron sus manejos felinos!

No os robará la loba al pastor, no os inquietéis;
Yo sé que alguien lo dijo y vosotras lo creéis
Pero sin fundamento, que no sabe robar
Esa loba; ¡sus dientes son armas de matar!

Ha entrado en el corral porque sí, porque gusta
De ver cómo al llegar el rebaño se asusta,
Y cómo disimula con risas su temor
Bosquejando en el gesto un extraño escozor…

Id si acaso podéis frente a frente a la loba
Y robadle el cachorro; no vayáis en la boba
Conjunción de un rebaño ni llevéis un pastor…
¡Id solas! ¡Fuerza a fuerza oponed el valor!

Ovejitas, mostradme los dientes. ¡Qué pequeños!
No podréis, pobrecitas, caminar sin los dueños
Por la montaña abrupta, que si el tigre os acecha
No sabréis defenderos, moriréis en la brecha.

Yo soy como la loba. Ando sola y me río
Del rebaño. El sustento me lo gano y es mío
Donde quiera que sea, que yo tengo una mano
Que sabe trabajar y un cerebro que es sano.

La que pueda seguirme que se venga conmigo.
Pero yo estoy de pie, de frente al enemigo,
La vida, y no temo su arrebato fatal
Porque tengo en la mano siempre pronto un puñal.

El hijo y después yo y después… ¡lo que sea!
Aquello que me llame más pronto a la pelea.
A veces la ilusión de un capullo de amor
Que yo sé malograr antes que se haga flor.

Yo soy como la loba,
Quebré con el rebaño
Y me fui a la montaña
Fatigada del llano.

De Alfonsina Storni,
en https://poetasperonistas.wordpress.com/2017/01/13/nos-sumamos-a-leamosautoras/ (28/1/17).

martes, 1 de noviembre de 2016

¿Sabéis algo?...

¿Sabéis algo?...

Subí, subí, subí. Ya estaba bien arriba
Cuando sentí un murmullo. ¿Era reto, diatriba?
Escuché: carcajadas, ironías, insultos.
¿Que os parezco una simia? Oh mis buenos estultos:
¿Sabéis de cosas bellas?
Yo hace siglos que vivo trenza que trenza estrellas.

De Alfonsina Storni,
en Alfonsina Storni - Antología, Losada, 1998.

martes, 25 de octubre de 2016

Veinte siglos

Veinte siglos

Para decirte, amor, que te deseo,
Sin los rubores falsos del instinto,
Estuve atada como Prometeo,
Pero una tarde me salí del cinto.

Son veinte siglos que movió mi mano
Para poder decirte sin rubores:
“Que la luz edifique mis amores”.
¡Son veinte siglos los que alzó mi mano!

Pasan las flechas sobre mis cabellos,
Pasan las flechas, aguzados dardos…
¡Son veinte siglos de terribles fardos!
Sentí su peso al libertarme de ellos.

De Alfonsina Storni,
en Alfonsina Storni - Antología, Losada, 1998.

martes, 18 de octubre de 2016

Hombre pequeñito

Hombre pequeñito

Hombre pequeñito, hombre pequeñito,
Suelta a tu canario que quiere volar...
Yo soy el canario, hombre pequeñito,
Déjame saltar.

Estuve en tu jaula, hombre pequeñito,
Hombre pequeñito que jaula me das. 
Digo pequeñito porque no me entiendes,
Ni me entenderás.

Tampoco te entiendo, pero mientras tanto
Ábreme la jaula que quiero escapar;
Hombre pequeñito, te amé media hora,
No me pidas más.

De Alfonsina Storni,
en Alfonsina Storni - Antología, Losada, 1998.

martes, 11 de octubre de 2016

Dulce tortura

Dulce tortura

Polvo de oro en tus manos fue mi melancolía;
Sobre tus manos largas desparramé mi vida;
Mis dulzuras quedaron a tus manos prendidas;
Ahora soy un ánfora de perfumes vacía.

Cuánta dulce tortura quietamente sufrida
Cuando, picada el alma de tristeza sombría,
Sabedora de engaños, me pasaba los días
¡Besando las dos manos que me ajaban la vida!

De Alfonsina Storni,
en Alfonsina Storni - Antología, Losada, 1998.