Las palabras necesitan de un contexto histórico, político, social, cultural, económico y biográfico para significar. Exhorto a lxs lectorxs/militantes a realizar un viaje de conocimiento acerca de lugares, tiempos y autorxs para enriquecer la experiencia literaria que propongo en este espacio. Gracias.
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jueves, 22 de septiembre de 2022

CANSANCIO DEL CAMINO

CANSANCIO DEL CAMINO

Madre mía! Hace frío en esta tierra
tan desoladamente hostil y tosca;
yo no sé manejar armas de guerra,
ni tengo airón ni la mirada hosca.

Yo no sé la estocada sorpresiva
que hace saltar la sangre del contrario,
ni me la aprenderé mientras que viva,
porque no siento audacias de adversario.

Yo no nací para luchar. De niño
a hombre, sin pensar jamás en músculos,
debí sólo ver flores, ver cariño,
campiñas, alboradas y crepúsculos.

Yo tengo inmenso amor por esos bellos
tiempos, por esas tarde tan lejanas
en que condecoraba mis cabellos
con el grave prestigio de tus canas.

Madre, yo tengo miedo. Están de menos
tus palabras tranquilas, tus miradas
buenas como tus besos, que eran buenos
y tus frases de amor, que eran baladas.

He visto mucho ya. He oído nombres,
he vivido en un pueblo muchos años
y siento que las cosas y los hombres
me son aun heladamente extraños.

¡Eras tan joven! Tus palabras eran
como las de los pájaros; como ellos
hablaban de las hojas que murieran
en sus días más bellos.

Y en las tardes, vagando por la vía,
me hablabas de los sueños que soñabas:
yo te hablaba llorando, madre mía,
de mis debilidades. Tú pensabas.

¡Eras tan buena! Tu inocencia suma,
tu inexperiencia del vivir, tus sueños,
se impregnaban de amor, como de bruma
se impregnan los paisajes lugareños.

¡Ah, tú sabías encontrar el fondo
de esta amable bondad hereditaria
que me hizo descender a lo más hondo
de la meditación, de la plegaria!

Tú no viviste para tí. Eras buena
como tu amor por mí ; y eras tan santa
como mi amor, como esta inmensa pena
que de esta mala vida me levanta.

¡Ah, esas tardes de amor! Por el camino
iban nuestros espíritus soñando,
y eran nuestras palabras como un vino
de sabor dulce, como un vino blando.

Como si aun lo viera... Te, adoraba
sin presentir los venideros daños.
Te miraba hondamente, te miraba
como se miraría en muchos años.

...Todo lo que habla de tu vida lo amo:
las canciones antiguas y la nieve
de mis melancolías, el reclamo
del vendedor mientras afuera llueve.

Recuerdo todo. Hasta los sueños torvos
de los gatos huraños; tus modales
llenos de aristocracia, como sorbos
de un licor de los tiempos medioevales.

Y nuestra mesa, los manteles blancos,
las copas de color, el vino, el agua;
los jarrones pintados con barrancos,
carricoches y bosques de patagua.

Y veo todo... Hasta la parra vieja
que aun enarca sus troncos retorcidos,
el tordo campesino, la copleja
que era el recuerdo de tus tiempos idos.

¡Y todo eso ya hurtado por la muerte!
Toda esa dicha que no fué ni mucha...
Todo arrancado a la haraposa suerte
de un niño sin vigor para la lucha.

Me besabas; me hablaste largamente;
reímos, conversamos mil asuntos;
nos separamos silenciosamente
después de andar toda una vida juntos...

En una noche que acabándose iba,
echamos cada uno por su atajo:
tú, seguiste tu marcha por arriba,
yo, seguí mi camino por abajo...

de Carlos Pezoa Véliz,
en Poesías y Prosas completas de Carlos Pezoa Velis, Armando Donoso/Nascimento, 1927.

viernes, 2 de septiembre de 2022

LA PAZ

LA PAZ

Precederá los comunicados la sirena alegre de los corazones.
Más veloz que la luz es esa nueva,
más veloz que esa nueva, la esperanza.

En gritos, cantos, peroratas,
salvo una, por fin,
dejarán de funcionar ya las palabras.
Las noches de las ciudades, ciegas
hasta entonces, lanzarán señales a los cielos
por el camino de las estrellas.
Los transeúntes pisotearán
el luto arrancado a las ventanas
conformando sus pasos en hileras.
Otros saldrán frente a las casas
para en el breve intercambio de unas manos,
con los suyos, con todos los extraños,
ofrecer la verdad como un objeto:

que las gentes han traído al mundo
la paz, no el hierro.

de Wislawa Szymborska,
en Canción negra, Nórdica Libros, 2020.

sábado, 9 de julio de 2022

Proverbios y cantares - XXXIII

Proverbios y cantares - XXXIII

Soñé a Dios como una fragua
de fuego que ablanda el hierro,
como un forjador de espadas,
como un bruñidor de aceros
que iba firmando en las hojas
de luz: Libertad.—Imperio.

de Antonio Machado,
en Proverbios y cantares, Biblioteca Virtual Universal / Editorial del cardo, 2010.

domingo, 22 de mayo de 2022

Lágrimas de un pueblo herido

Lágrimas de un pueblo herido

Lágrimas, lágrimas,
Lágrimas de un pueblo herido por
caravanas de tanques y cañones que
sembraron un bosque de bombas y
muertes.

Gritos de senderos ensangrentados
Mujeres aterradas y sin ayer,
Mezquitas derrumbas por peregrinos sin
piedad.
Lágrimas de un pueblo herido por pajares de fuego
y balas de veneno.
Palomas mensajeras de paz que vuelan
sobre el desierto deprimidas y sin silbido
en duelo al mártir caído.

Llantos de niños huérfanos y madres viudas
que perdieron al ser querido.

Lágrimas de un pueblo herido derramadas en tierras extrañas.

Almas inocentes sufridas por el destierro
y la guerra del olvido.

Héroes, héroes invictos que sólo su voluntad
y esperanza han sobrevivido.

Lágrimas, lágrimas.
Lágrimas de un pueblo herido.

de Fatma Galia Salem,
en Antología Poética, Biblioteca Virtual Omegalfa, 2021.

viernes, 20 de mayo de 2022

LA CRUZADA DE LOS NIÑOS

LA CRUZADA DE LOS NIÑOS

En la más ardiente de nuestras ciudades,
hunden el rostro en sangre coagulada
cadáveres de niños.

Primera vez que juegan a la guerra:
ya sin bromas, la primera e intrépida refriega.
Alguien mostró cómo. Él probó. Es coser y cantar.
Disparar. Da en el blanco. Qué fácil disparar.
La primera aventura. Adulta, verdadera.
Agarra una botella de gasóleo —tenaz y concentrado—.
Ayer serían tres los tanques y hoy llegará el cuarto.
Se adelantan a la orden unas manos inquietas.

… A través de una ciudad que cae a pedazos,
pasto de unas llamas que ya nadie es capaz de dominar,
armada de unos puños contenidos, petrificada en un grito,
se abre paso bajo el denso y ardiente granizo de las balas,
la cruzada callejera de los niños.

Nuestros ojos con los últimos recuerdos ya cansados;
las manos, saben, creen, en cambio.
Manos con las que habremos de levantar el peso de esta tierra,
que saben que el mundo renacerá sin los fantasmas de la guerra,
que pagará, sin vueltas, por los años abatidos,
y creen en un nuevo orden y un nuevo ritmo.

… y quizá también por eso
nos ahoga día y noche
ese tristísimo por qué,
ese callado para qué
los cadáveres de los niños caídos.

de Wislawa Szymborska,
en Canción negra, Nórdica Libros, 2020.

jueves, 21 de abril de 2022

La pequeña Mirta desapareció

La pequeña Mirta desapareció

¿Cómo desapareciste, hijita?
Mirta… Mirta… Llené el mundo,
sembré el mundo con tu pequeño nombre.
Y no te encontraron.

¿Quién te arrebató, hijita?
¿Qué alas te alzaron desde la vida?
Interrogo a los caminos cada día.
«¿No oísteis quizás unos pasitos? Era muy liviana.»
Ellos se ahogan en polvo
y no responden.

¿Quiénes te arrebataron, hijita?
Si los cielos lo hicieron,
¿cómo pudieron hacerlo?
¿Cómo podían amarte
más que tu padre?

Interrogo a las brisas —a ellas que vienen de lejos,
de las tierras, de los mares.
«Eran unas palabritas que perfumaban a lilas,
¿no las oyó alguna de ustedes?»
Ellas gimen como pájaros golosos. Y se marchan.

¿Cómo desapareciste, hijita?
Pregunto a las hojas, las barcas, los vapores.
A los brotes que salieron de la nada. A las nubes.
«¿No visteis acaso una carita? Era muy pálida».
Y ellos callan.

¿Cómo desapareciste, hijita?
Mis ojos te habrían encontrado
aun sin luz.
Aun sin luz, mis dedos te habrían tocado.
Entonces, ¿cómo desapareciste?
¿Cuándo creció tanto el mundo
como para que pudieras desaparecer en él?

Yo te habría hallado.
Aunque fueras tan pequeña como una pelusita,
aunque fueras más liviana que una mariposa,
aunque fueras como la llamita de una vela,
yo te habría hallado, pequeña Mirta.

¿Por qué callas? ¿Por qué callas, hijita?
Si no puedes cantar,
si no puedes decir que me llamen,
entonces llora, hijita.
Y mis oídos te habrán de encontrar.
Aunque no vuelvan ya a escuchar jamás otra música,
ninguna otra música en el mundo.

de Menelaos Ludemis,
en Poesía social y revolucionaria del siglo XX (selección de Jorge Brega), Editorial Agora, 2012.

sábado, 9 de abril de 2022

Fin y principio

Fin y principio

Después de cada guerra
alguien tiene que limpiar.
No se van a ordenar solas las cosas,
digo yo.

Alguien debe echar los escombros
a la cuneta
para que puedan pasar
los carros llenos de cadáveres.

Alguien debe meterse
entre el barro, las cenizas,
los muelles de los sofás,
las astillas de cristal
y los trapos sangrientos.

Alguien tiene que arrastrar una viga
para apuntalar un muro,
alguien poner un vidrio en la ventana
y la puerta en sus goznes.

Eso de fotogénico tiene poco
y requiere años.
Todas las cámaras se han ido ya
a otra guerra.

A reconstruir puentes
y estaciones de nuevo.
Las mangas quedarán hechas jirones
de tanto arremangarse.

Alguien con la escoba en las manos
recordará todavía cómo fue.
Alguien escuchará
asintiendo con la cabeza en su sitio.
Pero a su alrededor
empezará a haber algunos
a quienes les aburra.

Todavía habrá quien a veces
encuentre entre hierbajos
argumentos mordidos por la herrumbre,
y los lleve al montón de la basura.

Aquellos que sabían
de qué iba aquí la cosa
tendrán que dejar su lugar
a los que saben poco.
Y menos que poco.
E incluso prácticamente nada.

En la hierba que cubra
causas y consecuencias
seguro que habrá alguien tumbado,
con una espiga entre los dientes,
mirando las nubes.

de Wislawa Szymborska,
en https://www.zendalibros.com/5-poemas-de-wislawa-szymborska/ (27/2/22).
Traducción de Abel A. Murcia

sábado, 2 de abril de 2022

DRIPPING BLOOD

 DRIPPING BLOOD

La muerte viene ahogada en su propio vómito
se droga, se prostituye, se lacera
fuma porquerías y se maltrata a sí misma,
silencia los ultrajes que le infieren las religiones
deambula por las guerras
desoye los gritos de clemencia
arrasa también con las mujeres burguesas
defeca sobre el corazón
de los que luchan contra el envejecimiento
acumula cuerpos en las trincheras
camina desnuda por el fuego
juega con armas
se desfallece de alegría sobre faunas cadavéricas
practica su ajedrez con los trasplantados
se amputa, se mutila, se viste de negro
se zambulle sobre esqueletos
y se ahoga en océanos de sangre
corre por las noches llenando la oscuridad
y cuando parece que se ha ido agonizante
siempre resucita y se recupera intacta
para acudir a besarte
para venir a buscarte.

Bernal, 02 de abril de 2015

de Germán Mastellone,
en Trepanaciones y otros laberintos terrestres - Un teorema incompleto de la memoria y el olvido, Edición de autor, S/F.

Veterano de Malvinas

Veterano de Malvinas

A Gustavo Caso Rosendi
y Martín Raninqueo.

No es extraño que una bomba enemiga
me despierte en medio de la noche,
llenando de esquirlas mi recuerdo.
Felizmente, la mujer que duerme a mi lado
tiene un aire sereno y protector
y su contacto me libera de la pesadilla.
Atrincherado entre las sábanas,
hundo, entonces, mi rostro en el surco de sus pechos
y me duermo de nuevo como un chico
hasta que otra bomba vuelve a despertarme.

De César Cantoni,
en Entre los Poetas Míos... - Colección Antológica de Poesía Social Vol.112, Biblioteca Virtual Omegalfa, 2018.

viernes, 1 de abril de 2022

Despedida de un paisaje

Despedida de un paisaje

No le reprocho a la primavera
que llegue de nuevo.
No me quejo de que cumpla
como todos los años
con sus obligaciones.

Comprendo que mi tristeza
no frenará la hierba.
Si los tallos vacilan
será sólo por el viento.

No me causa dolor
que los sotos de alisos
recuperen su murmullo.

Me doy por enterada
de que, como si vivieras,
la orilla de cierto lago
es tan bella como era.

No le guardo rencor
a la vista por la vista
de una bahía deslumbrante.

Puedo incluso imaginarme
que otros, no nosotros,
estén sentados ahora mismo
sobre el abedul derribado.

Respeto su derecho
a reír, a susurrar
y a quedarse felices en silencio.

Supongo incluso
que los une el amor
y que él la abraza a ella
con brazos llenos de vida.

Algo nuevo, como un trino,
comienza a gorgotear entre los juncos.
Sinceramente les deseo
que lo escuchen.

No exijo ningún cambio
de las olas a la orilla,
ligeras o perezosas,
pero nunca obedientes.
Nada le pido
a las aguas junto al bosque,
a veces esmeralda,
a veces zafiro,
a veces negras.

Una cosa no acepto.
Volver a ese lugar.
Renuncio al privilegio
de la presencia.

Te he sobrevivido suficiente
como para recordar desde lejos.

de Wislawa Szymborska,
en https://www.zendalibros.com/5-poemas-de-wislawa-szymborska/ (27/2/22).
Traducción de Gerardo Beltrán

martes, 22 de marzo de 2022

VOY SOÑANDO...

VOY SOÑANDO...

Soñar, siempre soñar,
con banderas y besos;
la libertad y el aire
soplando en mi cabello.

Campo y aire sin fin
-oh, luz-, sin otro cerco
que el amor de unos brazos
enlazando mi cuello.

Soñar, siempre soñar,
con los ojos sin sueño,
que soy un hombre vivo...
siendo tan sólo un preso.

Hay árboles y un río
fijos en mi recuerdo;
una infancia salvaje,
un dulce amor ingenuo,
y dos nombres grabados
en el chopo más viejo.

(El cielo aquella tarde
era como un espejo.
El choperal tendía,
para el amor, senderos.
Todo era luz. La gloria
de mayo iba en mi pecho.

... ... ... ... ... ... ... ... ...

Un vilano de plata
se enredó en sus cabellos;
acudí tembloroso
y con mis dedos trémulos...

Sus ojos me invadieron
de aroma y sol.
El viento,
inmóvil, nos miraba:
fué aquel mi primer beso).

Soñar; siempre soñar
que vuelvo a todo aquello,
lo que dejé y ya nunca
encontraré al regreso.

de Marcos Ana,
en Las soledades del muro, Akal Editor, 1977.
Edición digital: Titivillus. Proyecto Scriptorium Ex-Libris. Epublibre.  

martes, 25 de enero de 2022

Los genes australes

Los genes australes

I
Se nace con un ácido interior,
un ADN carcelario,
una larva o factor determinante
de colores y razas:
rubio o castaño el pelo,
roja o azul la sangre,
la piel casi mestiza, verde el iris,
marron glacé la vida,
gris acero la vida,
blanco roto la vida.
Lo innato es eso. El color y el pan,
la dirección, la brújula.
Lo natal son los túneles,
fuego y luz ulterior.
La oscuridad sucesiva. Lo negro.
Corre en las venas un paisaje.
El norte. El sur vital y geográfico
del mundo y sus monedas.

II
Yo tuve un gen de cal y siesta,
un patio con helechos,
un barrio en las afueras, dos familias,
un testamento de guerra civil.
Porque se heredan la sangre y los muertos,
se hereda lo amarillo.
Mi paisaje primero es un eclipse.
Córdoba como un puzzle,
la tumba de su río bajo el Puente Romano
–el peligro del puente–,
las calles sin horizonte de Córdoba
–la adolescencia mala sin plano ni horizonte–,
siempre el agua estancada de los árabes,
siempre el miedo al calor en las noches de agosto.
Y siempre la distancia y el exilio.

III
Navegar no es sinónimo de hundirse,
pero a veces los barcos se sumergen.
Me hice a la mar. Málaga es sólo mar,
un mar de azul profundo,
una marina en óleo sobre lienzo,
la costa de un turismo pobre
que llega al rompeolas de una ciudad fenicia.
Después, los territorios extranjeros.
Recuerdo el metro musical
de aquel Madrid en hora punta,
Lisboa ardiendo cuesta arriba,
los portugueses negros hablando con su acento
expulsado de la colonia.
Barcelona parece un Miró en blanco y negro.
Y Galicia es un barco en la tormenta,
bruma verde en la ría,
el catecismo de la lluvia,
el agua religiosa, el opio líquido
confundiéndose con el llanto.
Todo se ha perdido en el tiempo
como lágrimas en la lluvia,
y no vale ni dura más
que la vida de un replicante.

IV
Si me muevo, y vaya donde vaya,
siempre me bajo un poco más al sur,
me salgo de los límites correctos.
Porque tengo la brújula anímica
dañada de fiebre meridional.
Y la dirección rota y los genes australes.
Tengo africana
la rosa de los vientos.
Me tira el ser humano,
me quema el sur proletario y silvestre,
el grito de los desaparecidos,
la mano esclava de un niño explotado,
los ojos siervos de algún inocente,
la piel negra del Harlem
y la escoba del apartheid.
Me tiro y me sumerjo
en el sur rojo y amniótico de la sangre,
en los temblores de las fallas sísmicas,
en la pulposa humedad caribeña
y en la fábrica asiática de todo a cien.

V
El sur también existe, que dice Benedetti.
No sé si existo, pero si existo soy el sur.
Pienso, luego sur.
Estoy al sur de todo,
a la izquierda del norte judicial y becario,
de la caridad solidaria,
de la nieve que viaja en limusina,
del imperio nipón-germánico,
a la izquierda del verde cantábrico y bursátil.
Y sin botines.
No es verdad que están llenos los hoteles.
Al auténtico sur no llega nadie
ni se viene de vacaciones.
El sur no se visita.
El sur se lleva dentro como un órgano
y no tiene fronteras ni aeropuertos,
pues se expande como un big bang
y es un incendio inextinguible.

VI
Toda revolución pasa en el sur,
aunque tome un palacio de invierno en pleno octubre.
Todas las bombas caen en el sur,
aunque exploten en Serbia.
Porque el sur no es un punto cardinal,
sino un planeta viejo, quemado por el sol.
Y están en él los insurrectos todos,
con su astillero regulado y su aceite de oliva
de un grado de acidez –cada día más caro–,
cada niño con su patera,
con su coche italiano cada adulto,
y cada amor con su mentira
de perfume francés.

VII
El sureño es un hombre que por ejemplo va
al Banco Santander Central Hispano,
y cambia su salario anual, su ahorro,
y se da cuenta de que mil sudores
son tres euros y un dólar
con siete céntimos de yen.
Un hombre antártico no hace un crucero
por los fiordos noruegos porque
se le congela el sistema arterial.

VIII
El Inserso programa viajes y balnearios,
baños para la artrosis,
playas para la edad del pensionista,
mapas y rutas al centro-derecha
y tarjetas doradas con bastante descuento.
Porque la arruga es bella en fin de siglo.
Pero los pasajeros del Inserso no llegan
a fin de mes con la receta.
Sus hijos los asilan
por turnos en sus casas adosadas,
y los emplean de niñeros.
Una cierta economía doméstica,
un sistema de XXV años de paz.

IX
Es agrio el sur. Y tiene sabores a salitre
y a fresas inmaduras, pero es mío.
Indigna consultar los mapas
y hallarse siempre abajo.
Desconcierta nacer,
ir dejando los días al torrente imprevisto,
acostumbrarse al caos.
Y es que nunca se sabe.
Hay quien sale de un vientre
y acaba en una mina antipersonal.

De Isabel Pérez Montalbán,
en Entre los Poetas Míos... - Colección Antológica de Poesía Social Vol.15, Biblioteca Virtual Omegalfa, 2013.

miércoles, 12 de enero de 2022

Canción para Liú Hu-lán

Canción para Liú Hu-lán
(A la heroica muchacha china que soportó brutales torturas a manos de los
kuomintangistas, negándose a la delación. Fué asesinada. Es la Tania china).

Tientsin, Nanking, Shanghai, Hanchow, por el camino
de China voy en caravana fraternal
y esta canción quiero cantar por el camino,
esta canción para la dulce Liú Hu-lán.

Cuando florezcan los almendros y los guindos
estaré lejos de la China primaveral,
y a mi pequeña, suavemente, al oído,
le diré el nombre de la dulce Liú Hu-lán.

Annabel Lee no era tan linda como ella
ni era tan leve como ella Mamboretá
y con ellas estará ahora en las estrellas
el alma hermosa de la dulce Liú Hu-lán.

Como las aguas del estanque de los lotos
ahora el secreto de la espuma conocerá.
Y todo un pueblo hizo un altar de su memoria
porque ella fué* la brava y dulce Liú Hu-lán.

¡Ho Ping Wan Suei! dice la muerta inolvidable.
¡Ho Ping Wan Suei! quiere decir: ¡Viva la Paz!
¡Ho Ping Wan Suei! cantan los pájaros azules
velando el sueño de la dulce Liú Hu-lán.

Mao Tse Tung hizo su elogio conmovido
y el pueblo chino para siempre la amará.
Y esta canción enamorada le dedico
a la Por Siempre Viva y Dulce Liú Hu-lán.

(De Todos los hombres del mundo son hermanos, 1954)

de Raúl González Tuñón,
en Poesía social y revolucionaria del siglo XX (selección de Jorge Brega), Editorial Agora, 2012.
*Del original.

jueves, 30 de diciembre de 2021

Junto a las aguas del Llobregat

Junto a las aguas del Llobregat

Dos mujeres y una niña pequeña
—de tres o tal vez cuatro años—descansan
bajo la sombra de unos abetos.

Desde lejos el rugido del mundo
va regresando una vez más.
Primero algunas palabras al vuelo

entre los hombres que se despiertan
y luego las máquinas
que se hablan entre sí en el idioma

que comparten con los cuerpos celestiales
—planetas, motas de polvo, lejanos sistemas solares—
y que saben lo que es necesario

hacer y lo hacen. Hace ya tanto tiempo,
piensas, de aquellos días, tan diferentes a estos,
bendecidos por vientos favorables

y olvidados en los himnos
que canturreábamos en el largo camino
volviendo del trabajo o en las fábulas infantiles

que intentábamos creer. Nadie repara
en la niña pequeña y sus vigilantes
han desaparecido y nadie se acurruca

bajo la sombra de los abetos.
El aire, brillante y en calma, se queda
de testigo, la única nube perdida

entre el cielo y este lugar no se mueve,
las montañas bajan la vista y guardan
distancia, en algún lugar lejos

el mar sigue trabajando para sí.
Junto a las aguas del Llobregat
nadie se sienta a llorar por los hijos

del mundo, junto al Ebro, el Tajo,
el Guadalquivir, junto a las aguas
del mundo nadie se sienta y llora.

De Philip Levine,
en Entre los Poetas Míos... - Colección Antológica de Poesía Social Vol.128, Biblioteca Virtual Omegalfa, 2019.

lunes, 27 de diciembre de 2021

La gran pregunta

La gran pregunta

Los cadáveres que duermen
En los depósitos sin una caricia de hermano
Las aldeas que humean
Los niños pequeños que lloran en los fosos ensangrentados
Nos agobian con su terrible duelo.

Si nos preguntan con sus ojos asombrados
¿Qué les diremos?

Más allá siguen rugiendo los cañones pesados
Segando nuestra desesperanza
Puede seguir inmóvil el arado en nuestros campos
Hasta que cese el tronar del cañón
Seguiremos cantando nuestra canción de libertad.

Hermanos míos, hermanos de cualquier tierra
Hermanos míos para siempre y por siempre
Extiendo mis manos a vosotros
A vuestro dolor tiendo mis manos

Más allá de las fronteras en que nos asesinan
Más allá de los límites del pecho
Si mares y desiertos nos separan
El sonreír del sol nos une al menos
Hermanos de toda la tierra.

Soy aquél que fusilan cada aurora
Que cava junto a vosotros aquí la misma tumba común
Bajo el cielo despejado que ríe
Sobre nuestras altivas cabelleras.

Os estrecho con calor las manos
Y circulo en vuestra sangre
Respirando la misma fiebre.

Nuestros días poseen el mismo color
El mismo gusto acre.

Y lo repartimos con vosotros
Como el pobre pan negro.

de Kostas Thrakiotis,
en Poesía social y revolucionaria del siglo XX (selección de Jorge Brega), Editorial Agora, 2012.

miércoles, 22 de diciembre de 2021

El regreso: Orihuela, 1965

El regreso: Orihuela, 1965

Para Miguel Hernández

Llegas a una suave elevación
en la estrecha, sinuosa carretera,
los nidos del blanco pueblo
en el valle más abajo. Una brisa
platea las frías hojas
de los olivos, justo como sabías
que lo haría o tal y como lo viste
en sueños. ¿Cuántos días
has esperado hasta este día?
Pronto deberás enfrentarte a un hijo
hecho ya un hombre, una mujer envejecida,
la diminuta casa sellada de la memoria.
Un solitario cuervo desciende contra el sol
y los campos susurran su coraje.

De Philip Levine,
en Entre los Poetas Míos... - Colección Antológica de Poesía Social Vol.128, Biblioteca Virtual Omegalfa, 2019.

lunes, 20 de diciembre de 2021

A un combatiente de la libertad

A un combatiente de la libertad

Cuando le preguntaron
qué sentía al ver y oir
todos los detalles de la guerra
dirigió la mirada
al que así le preguntaba,
-el inglés Michel Carltony
luego le respondió:

—Nada

Nada a la vista de los muertos
al escuchar los lamentos de las mujeres
los desgarradores gemidos
de los prisioneros torturados
y nada al tableteo de muletas
de niños mutilados por las bombas
Nada al oler el hedor dulzón
de las esteras de bambú
cubriendo demasiado tiempo los cadáveres
Ni tampoco al oir el estertor
de sus propios camaradas
de los negros y de los provincianos
reclutados para la gran hornada

-Nada

¡Oh guerrero perfecto
meta por fin alcanzada
por los planificadores de personal
libre de debilidades y siempre dispuesto!
Sin ti no serían posibles
estas guerras tan decisivas
tan alejadas de la patria
¿qué es lo que sientes?

—Nada

Héroe del mundo cosificado:
quien sea como tú
también será capaz de arrojar niños
a los vertederos de basura
o a la cámara de gas,
muerte menos dolorosa que el napalm
Feliz el general
que disponga de ti:
no tendrá que imponerse limitaciones
sabe que estás desprovisto
de escrúpulos feminoides:
un guerrero para su guerra
Para alcanzar la perfección no te falta:

— Nada

Hay que levantarte un monumento
Todavía el cuerpo con vida
todavía disparando
lanzando granadas
todavía recibiendo la soldada
solazándote en los burdeles de Saigón
ya eres tan duro y constante
como los hombres de piedra y bronce
Puesto que tú nada sientes
¿qué te puede desconcertar?
¿qué te puede prevenir?
¿qué te puede salvar?

— Nada

de Erich Fried,
en Antología Dispersa, Biblioteca Libre Omegalfa, 2008.

jueves, 16 de diciembre de 2021

Balada del niño soldado

Balada del niño soldado

1

Llegaron por la noche,
machete en mano.

Degollaron a todos
y nos llevaron.

Ahora vamos de noche,
los pobres huérfanos.

La mirada vacía,
todos hermanos.

Llegaremos al alba,
machete en mano.

2

Vela el humo tus ojos,
tus ojos hambrientos
de vientos hermosos.

Nada dice el muerto.

Vela el humo la tarde,
la tarde asustada
de la roja sangre.

Tú no dices nada.

de Conrado Santamaría Bastida,
en Cancionero de escombros con hoguera, Biblioteca Omegalfa, S/F.

martes, 7 de diciembre de 2021

Helenidad

Helenidad

(Parte I)
Estos árboles no transigen con tener menos cielo,
estas piedras no transigen con los pasos enemigos,
estos rostros no transigen más que con el sol,
estos corazones no transigen más que con la justicia.

Este paisaje es duro como el silencio,
aprieta contra el pecho sus piedras calcinadas,
aprieta contra la luz sus olivos huérfanos y sus vides,
aprieta los dientes. No hay agua. Solamente luz.
El camino se pierde entre la luz y la sombra del cerco es de hierro.

Los árboles, los ríos y las voces se convirtieron en mármol bajo la cal
del sol.
Con el mármol tropiezan las raíces. Los arbustos polvorientos.
La mula y la rosa. Jadean. No hay agua.
Todos tienen sed. Años enteros. Todos mastican un bocado de cielo además
de su amargura.

Sus ojos están rojos de insomnio,
una profunda arruga clavada entre sus cejas
como un ciprés entre dos montes al anochecer.
Sus manos están pegadas al fusil
el fusil es una prolongación de sus manos,
sus manos son una prolongación de sus almas
tienen sobre sus labios el furor
y tienen una pena profunda, muy profunda en sus miradas
como una estrella en un charco de sal.

Cuando estrechan la mano el sol está seguro para el mundo,
cuando sonríen vuela una pequeña golondrina de su barba feroz,
cuando duermen doce estrellas nacen de sus bolsillos vacíos,
cuando mueren sube la vida cuesta arriba con tambores y banderas.

Hace ya tantos años que todos tienen hambre, que todos tienen sed, que
todos mueren
sitiados por tierra y por mar;
el calor devoró sus campos y la sal inundó sus casas,
el viento derribó sus puertas y deshojó las pocas lilas de la plaza,
por los agujeros de sus capotes entra y sale la muerte,
sus lenguas están ásperas como el amargo fruto del ciprés;
sus perros se murieron envueltos en sus sombras
y la lluvia golpea en sus huesos.

Fuman boñigas arriba en las guaridas, convertidos en piedra y por la noche
vigilan el rabioso mar donde se ha hundido
el mástil roto de la luna.
Se ha terminado el pan, las balas se acabaron,
ahora cargan sus viejas armas sólo con sus corazones.

Tantos años sitiados por tierra y por mar,
todos tienen hambre, todos perecen, pero ninguno muere
arriba, en las guaridas, sus ojos centellean,
ven una gran bandera, un gran fuego rojo,
y, cada amanecer, miles de palomas vuelan desde sus manos
hacia las cuatro puertas del horizonte.

de Yannis Ritsos,
en Poesía social y revolucionaria del siglo XX (selección de Jorge Brega), Editorial Agora, 2012.

viernes, 3 de diciembre de 2021

Aquí en el gran cementerio

Aquí en el gran cementerio ⃰

Aquí en el gran cementerio
detrás de la fortaleza de Barcelona,
he venido una vez más para contemplar
Las tumbas de mis caídos.
[…]
Entre el cementerio y
el cementerio protestante encontramos tres piedras
las tres en fila: Ferrer Guardia,
B. Durruti, F. Ascaso, los nombres
escritos con rotuladores
y con unas Áes circundadas y homenajes
a la FAI y a la CNT.
[…]
Para dos de ellos hay ofrendas
florales, pero Ascaso afronta
la eternidad con sólo una piedra.
Quizá es como debe ser. Él era
una piedra, una piedra y una espada,
la primera moliendo y afilando
a la otra.

⃰ Dedicado a Francisco Ascaso, líder anarcosindicalista español que murió en el asalto al cuartel de Atarazanas de Barcelona en julio de 1936, y titulado: “Francisco, I’ll bring you red carnations”

De Philip Levine,
en Entre los Poetas Míos... - Colección Antológica de Poesía Social Vol.128, Biblioteca Virtual Omegalfa, 2019.