Las palabras necesitan de un contexto histórico, político, social, cultural, económico y biográfico para significar. Exhorto a lxs lectorxs/militantes a realizar un viaje de conocimiento acerca de lugares, tiempos y autorxs para enriquecer la experiencia literaria que propongo en este espacio. Gracias.

jueves, 22 de septiembre de 2022

CANSANCIO DEL CAMINO

CANSANCIO DEL CAMINO

Madre mía! Hace frío en esta tierra
tan desoladamente hostil y tosca;
yo no sé manejar armas de guerra,
ni tengo airón ni la mirada hosca.

Yo no sé la estocada sorpresiva
que hace saltar la sangre del contrario,
ni me la aprenderé mientras que viva,
porque no siento audacias de adversario.

Yo no nací para luchar. De niño
a hombre, sin pensar jamás en músculos,
debí sólo ver flores, ver cariño,
campiñas, alboradas y crepúsculos.

Yo tengo inmenso amor por esos bellos
tiempos, por esas tarde tan lejanas
en que condecoraba mis cabellos
con el grave prestigio de tus canas.

Madre, yo tengo miedo. Están de menos
tus palabras tranquilas, tus miradas
buenas como tus besos, que eran buenos
y tus frases de amor, que eran baladas.

He visto mucho ya. He oído nombres,
he vivido en un pueblo muchos años
y siento que las cosas y los hombres
me son aun heladamente extraños.

¡Eras tan joven! Tus palabras eran
como las de los pájaros; como ellos
hablaban de las hojas que murieran
en sus días más bellos.

Y en las tardes, vagando por la vía,
me hablabas de los sueños que soñabas:
yo te hablaba llorando, madre mía,
de mis debilidades. Tú pensabas.

¡Eras tan buena! Tu inocencia suma,
tu inexperiencia del vivir, tus sueños,
se impregnaban de amor, como de bruma
se impregnan los paisajes lugareños.

¡Ah, tú sabías encontrar el fondo
de esta amable bondad hereditaria
que me hizo descender a lo más hondo
de la meditación, de la plegaria!

Tú no viviste para tí. Eras buena
como tu amor por mí ; y eras tan santa
como mi amor, como esta inmensa pena
que de esta mala vida me levanta.

¡Ah, esas tardes de amor! Por el camino
iban nuestros espíritus soñando,
y eran nuestras palabras como un vino
de sabor dulce, como un vino blando.

Como si aun lo viera... Te, adoraba
sin presentir los venideros daños.
Te miraba hondamente, te miraba
como se miraría en muchos años.

...Todo lo que habla de tu vida lo amo:
las canciones antiguas y la nieve
de mis melancolías, el reclamo
del vendedor mientras afuera llueve.

Recuerdo todo. Hasta los sueños torvos
de los gatos huraños; tus modales
llenos de aristocracia, como sorbos
de un licor de los tiempos medioevales.

Y nuestra mesa, los manteles blancos,
las copas de color, el vino, el agua;
los jarrones pintados con barrancos,
carricoches y bosques de patagua.

Y veo todo... Hasta la parra vieja
que aun enarca sus troncos retorcidos,
el tordo campesino, la copleja
que era el recuerdo de tus tiempos idos.

¡Y todo eso ya hurtado por la muerte!
Toda esa dicha que no fué ni mucha...
Todo arrancado a la haraposa suerte
de un niño sin vigor para la lucha.

Me besabas; me hablaste largamente;
reímos, conversamos mil asuntos;
nos separamos silenciosamente
después de andar toda una vida juntos...

En una noche que acabándose iba,
echamos cada uno por su atajo:
tú, seguiste tu marcha por arriba,
yo, seguí mi camino por abajo...

de Carlos Pezoa Véliz,
en Poesías y Prosas completas de Carlos Pezoa Velis, Armando Donoso/Nascimento, 1927.

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