Las palabras necesitan de un contexto histórico, político, social, cultural, económico y biográfico para significar. Exhorto a lxs lectorxs/militantes a realizar un viaje de conocimiento acerca de lugares, tiempos y autorxs para enriquecer la experiencia literaria que propongo en este espacio. Gracias.

domingo, 26 de diciembre de 2021

EL SACRISTÁN

EL SACRISTÁN

He visto que la gente salía de la iglesia y yo he
querido entrar.
Le he pedido al sacristán que me dejara entrar.
El sacristán se ha puesto en pie delante de la
iglesia
y me ha dicho que dormía y que, por lo tanto, no
me podía oír.

Entonces yo le he dicho que me dejara entrar.
Toda la gente había salido de la iglesia
y la iglesia ha empezado a crecer, a crecer
hasta que el silencio ha cabido enteramente dentro.

Y yo le he dicho al sacristán que, por favor, me
dejara entrar,
que desde pequeño he estado prometiendo que
hoy,
precisamente hoy, entraría en la iglesia.
Pero el sacristán se ha puesto azul y me ha dicho
que era del todo imposible:
cada año le dan la lista de invitados. Yo no estoy.
Y entonces me he echado a llorar para ver si llovía
y nos teníamos que refugiar los dos en la iglesia.

Y le he pedido al sacristán que me dejara entrar.
Pero el sacristán me ha dicho que empezaba a
llover
y que perdonara, pero que tenía que irse a su casa
para ponerse, como cada noche, una inyección de
tiempo.
Entonces le he conjurado para que, en el nombre
de Dios, me dijera las tres razones
por las que yo no podía entrar en la única iglesia
blanca de mi vida.
Cuando me ha dicho la primera razón sus labios
se movían correctamente y, sin embargo,
mis oídos me han servido tan sólo
ruidos de locomotoras y extraños pitidos infantiles.
Cuando me ha dicho la segunda razón,
he comprendido que el sacristán me hablaba en
una curiosa lengua indostánica que yo no
podía entender.
Cuando me ha dicho la tercera razón he visto al
fin que la iglesia había desaparecido
y el sacristán y yo estábamos solos en la llanura
en medio de la lluvia.

Entonces el sacristán se ha apagado de repente
y se ha puesto de rodillas para pedirme que, por
favor,
le ayudara a encontrar nuestra iglesia perdida.
Pero yo le he dicho que tendría que esperar un
poco,
porque había estado muy impertinente
y yo tenía que reflexionar sobre la nueva situación.
Entonces la lluvia se ha llevado al sacristán
y yo he tenido que ponerme de rodillas para pedir
a la lluvia
que, por favor, me devolviera al único sacristán
de mi vida,
porque sin él no podría entrar en la iglesia cuando
la encontrara.

Entonces la lluvia ha encendido sus ojos tormentosos
y he visto con sorpresa que el sacristán era yo
y que tenía delante una pobre mujer, con un niño
en los brazos, que llamaba a la puerta.

Pero no se veía ninguna puerta
y la iglesia, increíblemente pequeña, estaba a
nuestros pies
y además yo acababa de destrozar el campanario

con mis gruesos zapatones de lluvia.

de Lorenzo Gomis,
en Poesía Religiosa - Antología (Leopoldo de Luis), Alfaguara, 1969.

sábado, 25 de diciembre de 2021

Por navidad, discos rayados

Por navidad, discos rayados

Están resonando con alegría
los cánticos de mi tierra

en los grandes almacenes
en los grandes almacenes

¡Soltad la pasta, cabrones,
que es nochebuena!

De Antonio Orihuela Uzal,
en Entre los Poetas Míos... - Colección Antológica de Poesía Social Vol.14, Biblioteca Virtual Omegalfa, 2013.

viernes, 24 de diciembre de 2021

VILLANCICO DEL NIÑO MUNDO

VILLANCICO DEL NIÑO MUNDO

El niño que hoy nace desnudo
no eres tú, Jesús, que es el mundo.

Arrecidito entre pajas,
con padre y gloria en el cielo
y aquí ni una mala manta.

Sin abrigo,
sin calores,
sin amores,
sin amigo.

Todas las nochebuenas
viene y se encarna
un niño que no tiene
pan ni almohada.

Niño y no Dios.
Lo hiere una ventolera,
lo mata un golpe de tos.

Por toda la tierra yace
un dolor casi infinito
que a puros gritos renace.

Ven a verlo, Dios Jesús,
mucho más desamparado,
más solo y triste que tú.

Esta noche es noche mala
porque han venido a nacer
cien mil niños sin un ala
en tierras de sal llover.

No es buena esta noche-buena
ni hay mañana novedad,
la pena sigue tan pena,
la gente tan sin piedad.

Ya no más nos alegremos
pues aunque nos nazca un Dios
cuántos nos desvanecemos
sin un remo ni una voz.

de José Luis Tejada,
en Poesía Religiosa - Antología (Leopoldo de Luis), Alfaguara, 1969.

jueves, 23 de diciembre de 2021

Los asuntos del poeta

Los asuntos del poeta

creer
y crear

De Roberto Jorge Santoro,
en Presentes, Ministerio de Educación, 2015.

miércoles, 22 de diciembre de 2021

El regreso: Orihuela, 1965

El regreso: Orihuela, 1965

Para Miguel Hernández

Llegas a una suave elevación
en la estrecha, sinuosa carretera,
los nidos del blanco pueblo
en el valle más abajo. Una brisa
platea las frías hojas
de los olivos, justo como sabías
que lo haría o tal y como lo viste
en sueños. ¿Cuántos días
has esperado hasta este día?
Pronto deberás enfrentarte a un hijo
hecho ya un hombre, una mujer envejecida,
la diminuta casa sellada de la memoria.
Un solitario cuervo desciende contra el sol
y los campos susurran su coraje.

De Philip Levine,
en Entre los Poetas Míos... - Colección Antológica de Poesía Social Vol.128, Biblioteca Virtual Omegalfa, 2019.

martes, 21 de diciembre de 2021

ORO CALIDO

ORO CALIDO

Yo, poeta sin dinero
Esta mañana de estío;
Me echo a andar por la avenida
Que llena de oro un sol lindo.
Y, oh sol, me lleno de tu oro
Las manos y los bolsillos,
Yo, que sin un sólo cobre,
Salí esta alborada exiguo,
Sol, me hallo por tu oro pleno
De ilusión y salud: ¡Rico!
Oro de sol, cálido oro,
Oro de sol encendido:
A ti nadie te acapara,
No hacen monedas contigo.
En la Bolsa no eres nadie,
En el banco eres un mito
Y en las casas de comercio
Un intruso entrometido.
Éntrate, oh sol, oro cálido
Por nariz, ojos y oídos,
Llena el pecho de los hombres
Y hazlos buenos y verídicos.
Éntrate oh sol, sol de oro,
Limpia, más que su bolsillo,
Limpia su alma de la roña
Del otro oro, oro frío.
Dadles salud e ilusiones;
Y hazlos, como a mí, tan ricos
Que canto y corro contento,
Sin un cobre en los bolsillos.
¡Échate sobre estos hombres
Flacuchos y pequeñitos;
Llénales de ideas, sangre,
Músculos y amor: Sol lindo,
Vuelve a amasar estas sombras
Y has otra vez hombres vivos,
Oh, sol de oro, oro cálido
De esta mañana de estío!

de Álvaro Yunque,
en Versos de la calle, Editorial Claridad, 1924.
http://www.alvaroyunque.com.ar/ (7/5/20).

lunes, 20 de diciembre de 2021

A un combatiente de la libertad

A un combatiente de la libertad

Cuando le preguntaron
qué sentía al ver y oir
todos los detalles de la guerra
dirigió la mirada
al que así le preguntaba,
-el inglés Michel Carltony
luego le respondió:

—Nada

Nada a la vista de los muertos
al escuchar los lamentos de las mujeres
los desgarradores gemidos
de los prisioneros torturados
y nada al tableteo de muletas
de niños mutilados por las bombas
Nada al oler el hedor dulzón
de las esteras de bambú
cubriendo demasiado tiempo los cadáveres
Ni tampoco al oir el estertor
de sus propios camaradas
de los negros y de los provincianos
reclutados para la gran hornada

-Nada

¡Oh guerrero perfecto
meta por fin alcanzada
por los planificadores de personal
libre de debilidades y siempre dispuesto!
Sin ti no serían posibles
estas guerras tan decisivas
tan alejadas de la patria
¿qué es lo que sientes?

—Nada

Héroe del mundo cosificado:
quien sea como tú
también será capaz de arrojar niños
a los vertederos de basura
o a la cámara de gas,
muerte menos dolorosa que el napalm
Feliz el general
que disponga de ti:
no tendrá que imponerse limitaciones
sabe que estás desprovisto
de escrúpulos feminoides:
un guerrero para su guerra
Para alcanzar la perfección no te falta:

— Nada

Hay que levantarte un monumento
Todavía el cuerpo con vida
todavía disparando
lanzando granadas
todavía recibiendo la soldada
solazándote en los burdeles de Saigón
ya eres tan duro y constante
como los hombres de piedra y bronce
Puesto que tú nada sientes
¿qué te puede desconcertar?
¿qué te puede prevenir?
¿qué te puede salvar?

— Nada

de Erich Fried,
en Antología Dispersa, Biblioteca Libre Omegalfa, 2008.

domingo, 19 de diciembre de 2021

Lapidaciones

Lapidaciones

1

-Sé fuerte, mi vida,
mañana será,
como a perros con piedras
nos han de matar.

-No temo a las piedras.
tampoco morir,
lo que yo más temo,
mi vida sin ti.

2

Mi mano tiró la piedra,
mi mano, y mi desazón.

Frente a la comisaría
y a la plena luz del día,
cuando todo parecía
tranquilo y devastador,
mi mano tiró la piedra,
mi mano, y mi desazón.

de Conrado Santamaría Bastida,
en Cancionero de escombros con hoguera, Biblioteca Omegalfa, S/F.

sábado, 18 de diciembre de 2021

Y ERA EL MEDIO DEL PASO DEL MAR

Y ERA EL MEDIO DEL PASO DEL MAR

Nací bajo Pinochet, viví bajo Pinochet,
morí bajo Pinochet. Pero te quería yo
tanto que hasta no me parecía tan malo

-En el medio del paso del
mar: población Lincoyán
509/ difuntos

Día y noche la paso sin dormir para mí
de la pena que tengo no hay dormir
para mí. Si la noche se hace día para mí

-En el medio del paso de
mar: población Cajón
del Maipo/ difuntos

¿Me comiste? ¿Por qué tenías hambre,
paisano, me comiste? ¿No lloraste? ¿Por
qué estabas muerto, paisano, no lloraste?

-En el medio del paso del
mar: población Villa
Concón/ difuntos

de Raúl Zurita,
en Los países muertos, Ediciones Tácitas, 2006.

viernes, 17 de diciembre de 2021

PROCLAMA

PROCLAMA

Y desde este pequeño ombligo del mundo
oprimido, saqueado y asediado
digo patria en voz alta
digo sur
y digo campesino con su tierra
y canto
canto con el grito de la sangre
de todos esos muertos
que antes que yo gritara
cantaron, lucharon y murieron.

de Germán Mastellone,
en Trepanaciones y otros laberintos terrestres - Un teorema incompleto de la memoria y el olvido, Edición de autor, S/F. 

jueves, 16 de diciembre de 2021

Balada del niño soldado

Balada del niño soldado

1

Llegaron por la noche,
machete en mano.

Degollaron a todos
y nos llevaron.

Ahora vamos de noche,
los pobres huérfanos.

La mirada vacía,
todos hermanos.

Llegaremos al alba,
machete en mano.

2

Vela el humo tus ojos,
tus ojos hambrientos
de vientos hermosos.

Nada dice el muerto.

Vela el humo la tarde,
la tarde asustada
de la roja sangre.

Tú no dices nada.

de Conrado Santamaría Bastida,
en Cancionero de escombros con hoguera, Biblioteca Omegalfa, S/F.

miércoles, 15 de diciembre de 2021

Tuve un amigo querido

Tuve un amigo querido

Tuve un amigo querido
que murió en Ñancahuazú,
su tumba no la encontraron
porque no le han puesto cruz.

No importa que no la tenga,
lo mismo la hemos de hallar
multiplicada en el aire
donde está la libertad.

Crece la mata en la sierra,
crece el árbol más allá.
En los barrancos profundos
el río canta y se va.

Pájaros de tres colores
pasan en vuelo fugaz,
la mariposa y el cóndor
todos lo quieren nombrar.

Tumba perdida en la sierra
jamás se podrá olvidar,
en las guitarras del pueblo
se convierte en madrigal.

Tuve un amigo querido
que murió en Ñancahuazú,
su tumba no la encontraron
porque no le han puesto cruz.

de Atahualpa Yupanqui,
en Poesía social y revolucionaria del siglo XX (selección de Jorge Brega), Editorial Agora, 2012.

martes, 14 de diciembre de 2021

Práctica poética

Práctica poética

escribo
para los que hablan

De Roberto Jorge Santoro,
en Presentes, Ministerio de Educación, 2015.

lunes, 13 de diciembre de 2021

CANCIÓN DE LOS TEJEDORES

CANCIÓN DE LOS TEJEDORES

Tú que fuiste libre, ¿sabes lo que hacemos
En nuestros telares, ruiseñor del Rin?
Como en tu Silesia, tejemos, tejemos,
Y nuestro trabajo se acerca a su fin.

Al pié de tu losa hoy te lo diremos
En los versos rojos de nuestra canción;
Desde hace ya siglos tejemos, tejemos,
Telares cansados nuestras almas son.

Esperando el alba con ojos abiertos
Sin odio, sin ira y sin inquietud,
Tejemos sudarios para dioses muertos;
La roja mortaja de la esclavitud.

Fuiste un hombre libre. Y nos comprendemos
Desde tu sepulcro, ruiseñor del Rin;
Como en tu Silesia, tejemos, tejemos,
Y nuestro trabajo se acerca a su fin.

de Héctor Pedro Blomberg,
en Antología de la Primavera, Ediciones Selectas América, Año II, n°30,1920. 

domingo, 12 de diciembre de 2021

El poema de tiza

El poema de tiza

Esta mañana, de camino al bajo Broadway,
me crucé con un hombre alto
hablándole al trozo de tiza
que sostenía en la mano derecha. La izquierda
estaba abierta y marcaba el compás,
pues su discurso tenía ritmo;
era un canto o una danza o, quizás,
un poema en francés, pues
era de Senegal y hablaba francés
tan lento y con tanta precisión que yo
podía entenderlo como si me hubiesen arrojado
cincuenta años atrás, hacia
mi clase de instituto. Un hombre esbelto,
elegante en las formas, pulcramente vestido
con los restos de dos trajes azules,
con la corbata firmemente anudada y su camisa blanca
sin planchar, aunque impoluta. Conocía
la historia entera de la tiza, no solo
de aquel trozo en particular, sino
de la tiza con la que yo escribí
mi nombre el día en el que regresé
a la escuela tras la muerte
de mi padre. Conocía el feldespato,
el calcio, las conchas de las ostras; sabía
qué criaturas habían dado su espinazo
hasta formar el polvo temporal
prensado en aquellos conos perfectos,
conocía la tristeza de las aulas
en diciembre, cuando la luz decae
temprano y las palabras de la pizarra
abandonan su gramática y sentido
y, más tarde, incluso sus contornos, de tal modo que
cada letra se expande en todas direcciones
y, al mismo tiempo, no significa nada en absoluto.
Al principio pensé que su barba corta
estaba escarchada de tiza; conforme
nos aproximábamos, a menos de un pie
de distancia, vi que sus pelos eran blancos,
así que a pesar de la juventud que había en sus gestos
era, al igual que yo, un hombre entrado en años, aunque
de apariencia mucho más noble, con sus pómulos altos
y tallados, sus hombros anchos
y sus claros ojos negros. Tenía el porte
de un rey del bajo Broadway, alguien
salido de la mente de Shakespeare o
de García Lorca, alguien por quien la pérdida
se había dulcificado en caridad. Nos enfrentamos
durante aquel largo minuto, ambos
compartiendo el último poema de tiza
mientras la gran ciudad se enfurecía a nuestro
alrededor, y luego el poema se acabó, tal y como lo hacen
todos los poemas, y su mano izquierda se desplomó
hacia un lado bruscamente y me tendió
el trozo de tiza. Yo me incliné ante él,
sabiendo cuánta era la importancia de aquel gesto,
y le escribí mis agradecimientos en el aire,
donde podrán ser escuchados para siempre
bajo el grito endurecido de las conchas del mar.

De Philip Levine,
en Entre los Poetas Míos... - Colección Antológica de Poesía Social Vol.128, Biblioteca Virtual Omegalfa, 2019.