Las palabras necesitan de un contexto histórico, político, social, cultural, económico y biográfico para significar. Exhorto a lxs lectorxs/militantes a realizar un viaje de conocimiento acerca de lugares, tiempos y autorxs para enriquecer la experiencia literaria que propongo en este espacio. Gracias.

domingo, 26 de mayo de 2013

Muchas gracias

Muchas gracias

Sirve y me inclino
ante tu palabra, luz de mi pensamiento. Abrirán
las puertas, dejarán entender: los artistas, los
intelectuales, siempre
han sacudido el polvo de la realidad; descubrieron
caminos, emancipaciones
que no siempre lograron recorrer: era
prematuro en algunos casos, en otros fue distinto
-convengamos-, otras palabras son, bajar
la corredera de la mira, buscar con el guión
y dar justamente sobre algo que puede
moverse; un bulto,
un meneo a menos de cien metros
de tu corazón vulnerable, también enemigo.

La suerte ha dejado aquí de andar
fallando: se encendió la luz y pudo verse el caos, las
flagrancias: esa mano
allí, esta codicia: el miedo y otras mezquindades se pusieron
en evidencia y el amor
no aparecía por ninguna parte. Recompuestos
de la sorpresa, rendidos ante los hechos, nadie
pudo negar que en este país, en este
continente, nos estamos todos muriendo de vergüenza.

Aquí estoy perdiendo amigos, buscando
viejos compañeros de armas, ganándome tardíamente
la vida, queriendo respirar
trozos de esperanzas, bocanadas de aliento; salir
volando para no hacer agua, para
ver toda la tierra y caer en sus brazos.

De Paco Urondo
en Poemas de Batalla, Editorial Planeta, 1999.

La petite sensation

La petite sensation

La arena eterna y movediza
de tu vientre; tu espalda -almohada del amor-, los
desfiladeros, las cumbres de tu cuerpo; las imperfecciones
que enternecen. La voluntad
de ser libres, como cualquier país
subdesarrollado, enceguecido, dispuesto a la guerra. Hetaira
que busca su aire y su placer
compitiendo inútilmente con el brazo de mi privilegio.

El muslo enjoyado, el montón
de trigo que baja de tu cintura hebrea, los dos
cabritos, la torre
del cuello; sos
hermosa como los racimos, como las manzanas, como el sabor
de tu paladar. A levantarse,
mi amor, a salir a los campos,
a ventilar esta ciudad inseparable y maldita.

Aspiraba a muy poco. Sólo
quería el sol de tu cuerpo y las desdichas
de este mundo. Pretendía
las alternativas
del tiempo que raspa el alma y la luz
del testigo y del combatiente. Más tarde,
supe que el precio de
todo amor, de toda compañía, de toda liberación,
de toda esperanza, era la propia vida, que tampoco dispone.

De Paco Urondo
en Poemas de Batalla, Editorial Planeta, 1999.

Otra cosa

Otra cosa

Queridos hijitos, su papá poco sabe de ustedes
y sufre por esto. Quiere ofrecer un destino
luminoso y alegre, pero no es todo
y ustedes saben:
las sombras,
las sombras,
las sombras,
las sombras
me molestan y no las puedo tolerar.

Hijitos míos, no hay que ponerse tristes
por cada triste despedida:
todas lo son, es sabido,
porque hay otra partida, otra cosa,
digamos,
donde nada,
nada
está resuelto.

De Paco Urondo
en Poemas de Batalla, Editorial Planeta, 1999.

Mi tierra querida

Mi tierra querida

Ya es hora de perder
la inocencia, ese
estupor de las criaturas que todavía
no pudieron hacerse cargo
de la memoria
del mundo al que recién nacieron.

Pero nosotros, hombres
grandes ya, podemos olvidar, sabemos
perfectamente qué tendríamos
que hacer para dañar
el presente, para romperlo.

Aquí nadie
tiene derecho a distraerse,
a estar asustado, a rozar
la indignación, a exclamar su sorpresa.

De Paco Urondo
en Poemas de Batalla, Editorial Planeta, 1999.

Nuestras derrotas no demuestran nada

Nuestras derrotas no demuestran nada

Cuando los que luchan contra la injusticia
muestran sus caras ensangrentadas,
la incomodidad de los que están a salvo
es grande.

¿Por qué se quejan ustedes?, les preguntan.
¿No han combatido la injusticia? Ahora
ella los derrotó.
No protesten.

El que lucha debe saber perder.
El que busca pelea se expone al peligro.
El que enseña la violencia
no debe culpar a la violencia.

Ay, amigos.
Ustedes que están asegurados,
¿por qué tanta hostilidad? ¿Acaso somos
vuestros enemigos los que somos enemigos de la injusticia?
Cuando los que luchan contra la injusticia están vencidos,
no por eso tiene razón la injusticia.

Nuestras derrotas lo único que demuestran
es que somos pocos
los que luchamos contra la infamia.
Y de los espectadores, esperamos
que al menos se sientan avergonzados.

De Bertolt Brecht
en 80 poemas y canciones, Adriana Hidalgo Editora, 2008.

Elogio de la dialéctica

Elogio de la dialéctica

Hoy la injusticia se pavonea con paso seguro.
Los opresores se instalan como para diez mil años.
La violencia asegura: todo quedará como está.
No suena otra voz que la de la clase dominante
y en los mercados la explotación proclama: Esto recién comienza.
Por otra parte muchos de los oprimidos ahora dicen:
Lo que nosotras queremos, nunca será.

¡El que aún está vivo, que no diga: "nunca"!
Lo seguro no es seguro.
Nada quedará como está.
Cuando hayan hablado los que dominan
hablarán los dominados.
¿Quién se atreve a decir: “nunca”?
¿De quién depende que la opresión continúe? De nosotros.
¿De quién depende que se la aplaste? También de nosotros.

EI que es derribado, ¡que se levante!
EI que está perdido, ¡que luche!
¿Cómo han de contener al que ha tomado conciencia de su situación?
Pues los vencidos de hoy son los vencedores de mañana
y ese “nunca” será: ¡Hoy mismo!

De Bertolt Brecht
en 80 poemas y canciones, Adriana Hidalgo Editora, 2008.

A los combatientes en los campos de concentración

A los combatientes en los campos de concentración

¡Hombres a duras penas alcanzables!
¡Enterrados en los campos de concentración
aislados de toda palabra humana
sometidos a los peores tratos
derribados a garrotazos pero nunca
refutados:
¡Desaparecidos pero
no olvidados!

Aun cuando oímos poco de ustedes, oímos que son incorregibles:
fanáticos, los llaman, entregados a la causa proletaria.
Obstinados en la idea de que sigue habiendo en Alemania
dos clases de gente: explotadores y explotados
y que sólo la lucha de clases
puede liberar de la miseria a las masas humanas del campo y de
las ciudades.

Nos cuentan que ni a golpes de vara, ni ahorcándolos
se los puede hacer admitir que
ahora dos más dos es igual a cinco.

De modo que están
desaparecidos, pero
no olvidados.
Derribados a golpes, pero
no refutados.
Unidos a todos los combatientes incorregibles
que perseveran fanáticamente en la verdad
hoy como ayer los auténticos
líderes de Alemania.


De Bertolt Brecht
en 80 poemas y canciones, Adriana Hidalgo Editora, 2008.

Elogio del estudio

Elogio del estudio

Aprende lo más simple.
¡Nunca es tarde para aquellos
cuyo tiempo ha llegado!
Aprende el alfabeto. No alcanza
¡pero apréndelo! No te desanimes.
¡Empieza ya! ¡Debes saberlo todo!
Prepárate para gobernar.

Aprende, marginado, hombre del campo,
aprende, ocupante de la cárcel,
aprende, mujer atada a la cocina,
¡aprende, sexagenaria!
Prepárate para gobernar.
Ven a la escuela, hombre sin techo.
El saber es para ti que tienes frío.
Hambriento: toma con fuerza el libro: es un arma.
Prepárate para gobernar.

¡No temas preguntar las cosas, camarada!
No te dejes influenciar,
averigua tú mismo.
Lo que no sabes por cuenta propia
no lo sabes.
Revisa la cuenta.
Eres tú el que la paga.
Pon el dedo sobre cada cifra.
Pregunta: ¿Cómo llegó hasta aquí?
Prepárate para gobernar.

De Bertolt Brecht
en 80 poemas y canciones, Adriana Hidalgo Editora, 2008.

Sobre la violencia

Sobre la violencia

Al río torrentoso lo llaman violento
pero al lecho que lo comprime
nadie lo considera violento.

De Bertolt Brecht,
en 80 poemas y canciones, Adriana Hidalgo Editora, 2008.

Diluvio

Diluvio

Siete veces
pasas sin ver.
A la octava
condenas sin mirar.

De Bertolt Brecht
en 80 poemas y canciones, Adriana Hidalgo Editora, 2008.

viernes, 24 de mayo de 2013

Desaparecido

Desaparecido

Por la rendija de mi celda, hacia la certeza
De mi futuro, veo a un compañero
Envuelto en sedas,

Agitado en movimientos repentinos,
Sin la fuerza de acabar con la lámpara
Que cuelga sobre su cabeza.

Luz va, luz viene, vaivén -
Sin sutilezas – que ilumina y apaga,
Que ilumina y apaga, ilumina
Y apaga toda esperanza
De un final abierto.

¡No es cierto
Que todo esté perdido!

Por la cerradura de mis miedos -
Mis gritos sordos frente al libertador -
Observo a la oruga, rebelde, moverse.

¡Compañero! Mariposa será tu lucha.
‘Cuida de mirar lo que vendrá que un día
Por la plaza, entre flores, volarás.

Oruga rebelde,
Nada muere,
Todo muta.

No verás el mañana -
¿Por qué mentirte? -
Pero te sabrás mariposa

Y las flores verás
Que la plaza adornan;
Flores que hablarán
De vientos que te nombran.

Por Félix Sánchez Durán

jueves, 23 de mayo de 2013

Compañera II


Compañera II

No me pude resistir
A mirar en tus ojos
Y decirte que te amaba.
Fue, tal vez,
Que en pleno enero
Tuvimos una tarde
De invierno.

No me pude resistir
A suspirar contra el vidrio
Y escribirte esas palabras
Que siempre llevo dentro.

Será, tal vez,
Que amo los cuadros
Incorrectos:
Las flores de invierno,
El frío en enero…

Será, tal vez,
Que en tus ojos
Todo esto parece cierto.
Una manta
Cubre nuestros cuerpos
En una tarde
Fría de enero.
Tremendo cielo oscuro,
Nubes de tormenta
Y fuego…

Por Félix Sánchez Durán

Palabras (II)

Palabras (II)

Buitres del diccionario
De ayer y del diario de mañana,
Que nos condenan a vivir
En las garras
De los que juzgan las palabras
Y escriben las páginas,
De la oli-circularidad
Absoluta y poderosa
De los sin-rostros,
Del horizonte morboso
Trazado en un paredón cercano
A miles de años luz de casa.


Por Félix Sánchez Durán

Los perseguidores


Los perseguidores

Alguien había soñado y debíamos huir.
Mi padre me despertó alborotado;
Alguien había soñado y debíamos partir
Antes que llegaran los perseguidores

En sus carros lúgubres de verde frenesí,
Investidos de orden alfabético sin che,
Desaparecida entre la ce y el silencio
De un lápiz que dejó de escribir.

Habíamos soñado y debíamos huir
Antes que el perro comenzara a chillar.
Dos centellas callaron un rugir
Que se nos hacía familiar. ¡Adiós, Tití!

“¡Corran hacia la puerta de atrás!”, gritó
Mi padre enloquecido, y no lo vi más.
Tres bufonadas a la espalda nos hicieron
Erizar la piel, detenernos, y llorar.

No fue hasta entonces que desperté,
Un poco por la pesadilla, otro poco al escuchar
A mi padre que ingresó gritando a mi cuarto:
“Alguien ha soñado y debemos escapar”.

Por Félix Sánchez Durán

No sé...


No sé...

No sé si la vida me sonríe
O me muestra los dientes.

Por Félix Sánchez Durán