Señora de la Mecedora, Guardiana del Recuerdo
De espejos y de sombras está lleno el
cuarto.
Difícil dormirse sin ver al mismísimo diablo.
Sin embargo, no es él quien me asusta,
Es la señora que desde su mecedora no deja de
mirarme
Y, aunque me cubro con mis sábanas mágicas,
El rojo sangre de su mirada penetrante
Invade mis sueños y me atormenta.
Salgo de mi lecho para preguntarle: -“¿Qué
desea?”-.
Agudiza su mirada, enfoca en mi difusa alma
Y saca los recuerdos más dolorosos de
mi ayer.
Pálido, estupefacto. Luego, tembloroso,
desvariando,
Meto mano en mi comprimido pecho y arrancando
Mi inservible
corazón de restos de moho y carbón,
Telarañas y murciélagos, vuelvo a pensar en
vos.
Preguntará el destino qué pasó y no sabré
responder
Por qué dejé esos recuerdos tan lejos de mí.
A un tiempo me hicieron libre y esclavo sin
saber
Que la roca pesada que cargo y hoy deposito
acá,
Aplasta e ignora un costado de la cama, vacío,
Que alguna vez alguien hubo de ocupar
Y Él, tirano del reloj y la exactitud, se
encargó de llevar.
Sombra de amor que no está, espejos de figuras
Que se encargan de recordarme que no debo
olvidar.
Señora de la mecedora, gracias por volver esta noche
Y no permitir que mi olvido, esa roca, se
instale
A dormir en mi cama, añeja, con un poco de su
aroma
Y una almohada que una vez fue estrangulada en
largo bostezo
De abrazos, besos, teamos, dulcesueños e
inconclusos hastaluegos.
Señora de la mecedora, tormento eterno,
Estar vivo duele. El dolor es recuerdo, mas nunca olvido.
El olvido me aleja de tu aroma, tu almohada,
tu lado de la cama.
El olvido vacía mi existencia. Pierdo sentido.
Extrañarte me mantiene vivo y puedo despertar
del sinfín,
Ver que estás acá; suspirar en medio de mi
transpirar agitado;
Abrazarte, agradecer, dejar caer unas
lágrimas, y volver a dormir.
Señora
de la mecedora, guardiana del recuerdo.
Señora
de la mecedora, vigía del futuro,
De la
memoria vívida, del presente iluminado,
No se
marche jamás de mi lado.
Siga llenando de sentido mi vida
Y recuérdeme
que todo podría desaparecer
Una
mañana como cualquier otra,
Para
así, seguir luchando.
Por Félix Sánchez Durán