La griega del antro
ERA flor de tragedia, con sus claras pupilas
Y su pálido rostro sin luz de juventud;
La amaban en las noches siniestras e intranquilas
Los ásperos jasones de la Dársena Sud.
Era flor de lujuria en el antro del puerto,
Al resplandor extraño, sangriento del farol;
Al alba enmudecían en el patio desierto
Los roncos acordeones, los cánticos de alcohol.
Andaba su recuerdo por el mar. Los errantes
Soñaban con sus claras pupilas inquietantes;
Más de uno la maldijo y más de uno la amó.
Y ella siguió en el antro rojo de la ribera,
— Jadeando sus espasmos la turba marinera, —
Hasta que un fogonero borracho la mató.
de Héctor Pedro Blomberg,
en A la deriva, Ediciones Selectas América, 1920.
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