PROMESA
YO SÉ que hay un surco de zapatos nauseabundos
debajo de una sangre fatigada,
y hasta un sueño inseguro
que busca los refugios de una espalda muerta.
Yo sé que hay un sol escondido
que muerde ya de noche nuestras manos desnudas
y una tierra que seca las raíces
buscando enloquecida la sangre del rocío.
Yo sé de blandas espinas delirantes
que se duermen tranquilas por mis ojos
y de mudas campanas que ahora suenan
para ir engañando nuestro oído.
Yo sé que hay lentos caminos moribundos
y tiernas magnolias que mueren derrotadas
y ventanas que acogen nuestra muerte
y desvelos que buscan nuestra sangre.
Yo sé que vienen lentamente,
contra el rumbo del aire de mi olvido,
temporales de oscuros desvaríos
y bramidos de lenguas desgarradas.
Yo sé que nuestro viento está desnudo
y que su traje muerto se entierra en las esquinas.
Yo sé que nuestros labios se desangran
con el olor vertido en nuestros vasos.
Yo sé que todavía a tiernos caballos indefensos
quieren robar su crin y sus tranquilos ojos
para empujar los cuerpos desmayados
por el filo sangrante de una navaja abierta.
Yo he visto ya mis manos
y he visto otras manos sin sangre y sin muñecas,
y el crepúsculo herido,
y las grietas aún vivas de unos muslos sin dueño
y las mudas campanas que engañan los oídos.
Conozco ya muerta la inocencia,
sus barcos de senos engañados,
sus palomas tendidas por calambres
y esos lentos latidos que no ignoran
el cadáver perdido de una amarga tormenta.
Conozco ya sus ojos y su falsa ceguera,
su corazón helado en la amargura,
y este llanto hueco y esta voz inútil
por hondos precipicios de gangrena.
No quiero mirar hacia otras tierras
desde este mar doliente en que navego,
ni quiero orillas que me salven
cuando aún hay un nudo de heridas sobre el agua.
No habrá quien pueda separar ya mi sangre
de esta verdad caliente que no ignoro.
Ésta es la lucha y éste es el camino:
sólo tierras de trigos congelados,
sólo estepas de arena en los oídos,
sólo cielos de muerte por los ojos,
sólo pechos abiertos por el vidrio,
sólo tumbas de incendios apagados,
sólo mudas ventanas, cerradas para el sol,
y horizontes sin luz, sin tierra, ni agua,
sólo muros de sangre en los caminos
para este corazón que avanza presuroso
vencedor de la muerte, la derrota y la agonía.
de Adolfo Sánchez Vázquez
en Poesía, Fondo de Cultura Económica, 2013.
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