Las palabras necesitan de un contexto histórico, político, social, cultural, económico y biográfico para significar. Exhorto a lxs lectorxs/militantes a realizar un viaje de conocimiento acerca de lugares, tiempos y autorxs para enriquecer la experiencia literaria que propongo en este espacio. Gracias.

miércoles, 12 de octubre de 2022

WÍRIN ZANU I’KU

WÍRIN ZANU I’KU
(Una Historia Indígena)

A los combatientes indígenas de
la Sierra nevada de Santa Marta.

De la luz de Bunkwakukwi
germinó el fuego
de la existencia humana...

La tierra se extendió
como fuente viva de la historia
y el I’kuen soñó,
como recuerdo de nostalgias
su existencia...

Una hoja que se perdía
arrullada por vientos de montaña
inspiró mi mente a marchar sin prisa
tras las huellas firmes
de los hombres del Kwímuknu
y del yoburu.
No era el sólo recuerdo
sino el vivir...,
y el andar reflexivo
por entre los pretéritos senderos imaginados de ka’agamu
derramados sin pausa ni prisa
por entre las horas de todos los tiempos
que trascienden al futuro
empujados
por las callosas manos del tiempo
como terrígena presencia
de bosques de ahora
que levantan su estatura
con la protección del teyuá
que revela su paciencia
contra las fuerzas
que menguan la fauna y las cañadas
devenidas de Adluna Haba
que aún persiste y persevera.

Alucinado por el frío que marcha
por las trochas borrascosas
de la madre del barro
y de las símunu,
sumergí mi mente en Makoxhtama
camino hacia Cherúa
y vi en mi ensueño
los misterios poderosos
del imaginario I’ku
y de su hermano Kogui
engendrador de los sewás ancestrales
y de la esencia de los creadores;
sentí hacia lo lejos
desde donde nace la niebla helada
de los páramos
el eco luctuoso del golpe
del seianchwi
como nacido de las manos gigantes de Serankwa;
y entonces tuve la impresión
de que la tierra me hablaba
con voz de I’ku,
con voz de kogui,
con voz de wiwa,
con voz de kankwi...,
con lamento de teyuna
que narraba vivencias
de ancestrales momentos
de honor y gloria
para el indio en la Nevada:
se extendía el eco mismo
de las palabras
de los siglos sin conquista
que hablaban
de la oscura noche
del reino de las aguas
en que floreciera,
de Haba,
su simiente...;
la dinámica del mundo tomaba forma
entre los demiurgos dedos
de Moudlkwexshe,
de Seraira y Seinekkan;
entonces fueron el día y la noche,
fueron la forma y los colores
y el espíritu asumió
el carácter que la madre impuso
con sus leyes...;
sobre las texturas divinas
de Niwi Zakw
Nawowa vertió las aguas
como extensos caminos espirituales...;
y después vino la siembra;
Moudlkwexshe volvió plantas a sus enemigos
y los puso en la tierra
para que dieran alimento
alivio y ornamento,
para el hombre
que había sido
la creación de la madre misma
primero como pensamiento,
como ánugue de Haba
y también surgieron los animales
de la fuerza de Dugunawi...
El vuelo de Jukaro
expandió el aire
desde Zuriwaka
hasta cada punto de la tierra;
y así...,
entre el germinar de la vida
y el surgir de las cosas...,
entre la concreción
de las posibilidades
de la existencia,
fue también la hermanación
de una raza de hombres
en cuyos corazones y conciencias
habitaban las creaciones
más exquisitas de Adluna Haba,
que eran incorpóreas
pero tenían forma,
que eran invisibles
pero tenían textura,
que eran como inmóviles
pero concentraban el ímpetu mismo
de la existencia de Dumeina
como agua, como aire, como tierra,
como fuego, como vida, como muerte
y como todo;
habitaban, entonces,
la voluntad del teyuna
y su conciencia...,
habitaban sus sentimientos,
su saber, su dignidad,
su bondad y sus creencias
fraguadas en la idea prístina
de la prioridad comunitaria,
construida sobre el principio
de la armonía
entre lo natural y lo humano
que se conjuga en el pagamento
que ordenó Serankwa
y que supo,
desde los inicios,
guardar como secreto la montaña
que al mismo tiempo
se abrió como puerta del presente,
de lo futuro y de lo pretérito,
para que se posaran sobre de si
los pasos de los hombres y mujeres
de cuatro dialectos
congregados en la identidad Tayrona.

Pero...,
vino después la negación,
la opresión humillante
y después la muerte
bajo el látigo miserable
de la conquista
y también del evangelio...;
las veloces piernas de Coendo y Xebo
no tuvieron más fuerza
para combatir la afrenta,
y entonces,
los hijos de Serankwa
replegaron su fe
hacia los límites con el hielo...

Y la muerte de Shimata
enlutó la tierra
entristeciendo al sol y las montañas.
El marunzamu sólo tuvo el poder
para preservar la semilla
de la próxima cosecha;
y así,
los mamas fueron abriendo
otras trochas
con nuevos reservados golpes
de seianchwi,
y mirando su misma tez en chokukía,
preguntaban al yátukwa
por el destino…;
escudriñaban la ruta correcta
hacia el futuro
dejando sumergir la tuma
en las profundidades
de lo incógnito:
ahí estaba,
perseverante y afligida
la orfandad del teti
perdido del yátukwa...,
con el ziyu casi llevado al olvido
y el tutu bunsy profanado
por el fino del mal
que el dinero deja.

Pero vi, sin embargo,
en el tránsito de mis sueños,
la imagen de hombres mayores
compartiendo el jayu
buscando la señal de los antiguos,
buscando al sekuchúm en cada cerro
en que se conservó
la pista del pasado;
y divisé entre los ingumun a’zana,
los mayores,
a kwimas y gamusinos
reencontrando la tradición
en cada punto sagrado
que interpretaban
con sus lenguas mestizadas:
contaban con lamento
lo que aún recordaban
de sus ancestros:

Awirin yery bunci kaba nana ní
(antes el agua era limpia),
«wirindi kínkiri ka=a duneyka naba zamu dukaba ní
(la tierra era buena para sembrar,
la tierra era buena para sembrar...)
Awirin gakunamu kuanári
(había una experiencia),
Ajou anantákumey anzory
(pero todo fue cambiando)
Adibun dibun zanísi zeynouga ní
(todas las cosas fueron cambiando,
todas las cosas fueron cambiando);
y sentándose en el kunkabu
para reafirmar sus reflexiones,
inspirados en el verde selva,
deleitando sus dedos
en los misterios de su kankwana,
seguían narrando
desbordando en sus miradas
el sufrir de sus hermanos:
los indígenas vivían
felices en la Nevada…
«Zamayagüi mabagüy»
(cantaban y lloraban),
«Cháwy a=zana yoburuguey»
(sufrían y poporeaban):
Awirin quínquiri i=kuri
güirkanu zeizi azary
kwana naní
(antes la gente vivía libre
en la Nevada),
Atetis kínkiri ka=aze zéizi a zare
ze=n ni naní cicíoyí za=mu jáme
(los tetis trabajaban
con el canto de los pájaros...),
Avírin kínkiri guatis, tetis, gamusinos
zeizi a zari kwa naní
(antes las mujeres, muchachos
y hombres vivían felices...),
Awirin kínkiri ka=aze zarísi zámukía kwananí
(antes la gente sembraba
en la tierra
su comida tradicional),
Aye bún=ci káwy zwey nu naní...
(y el agua viajaba limpia),
Aniwi pouru zeyzy winazary wirin kínkiri kwananí
(y nuestro pueblo era feliz),
Avírin a zani jun an ta kamá unaní...
(pero ya todo cambió,
pero ya todo cambió...).

Era como si marcharan
con sus recuerdos
por las estribaciones
del sufrimiento,
con un fardo infinito
de penas sobre penas.

De su bocas brotaban las palabras
con olor a cal y jayu
jalonadas por el golpe del sókano
en el yoburu...;
hablaban
rodeando la luz
del fogón de leños secos,
y sus pensamientos parecían viajar
como pasajeros
del humo de las recordaciones...,
y sus palabras eran canto
de lamentos
con mágicos silencios elocuentes
que bien expresaban
el luto de la tradición negada
desde el seno mismo
de su aurora caribe
con olores de mar y nieve.

Yescuché el gemido del carrizo,
y el llanto de la caracola,
la sagrada yossa en las manos del anciano
cuando en la danza del chikote se esfuerza
por encender las almas
abriéndole los caminos del destino
a la kamsamaría
y a la taníkuna emplumada;
y vi el latir del fuego
cuando los mamas duna
llaman a la puerta
de los dioses...;
sentí con el kógui hermano
levantarse las manos de Ka´amansa,
que es el mismo Kajzhata,
apoyando con fuerza
las columnas de las nueve tierras
en cada reposo
en el que fueron evocados
los brazos de la noche
en la kankurwa...

Y,...,
entonces,
con esas vivencias misteriosas,
encantado por el olor del monte
y el rugir de las quebradas
vi la lumbre de
de los cuatro fuegos
del cuadrante universal
de Bunkwakukwi
evidenciándonos la senda
perdurable
de las raíces ancestrales,
en las que encontré vigente
la fuente viva
de la primitiva conciencia,
cuando con el recuerdo
de Hate Ignacio
y Hate Romaldo Zalambita
las manos de mama Zeiywa,
de mama Díngula
y mamas, alaulas, penanos y mayores
juntaban la fuerza de i´kus, koguis, kankwis,
yuppas, wayuús, mokanás, chimilas y zenúes
con la idea del renacimiento
desde la que dieron nuevo origen
a Ywimake y Bunkwanguega
que eran..., que serían,
semillero del presente y el futuro
regado con agua de vida
también por Maleiwa
y todos los dioses de los pueblos indígenas
que comenzaron a ver la luz
en la organización y la lucha.

de Jesús Santrich,
en Versos Insurgentes - Poesía Guerrillera, 2007.

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