El mundo está bien hecho
Todo está bien, puesto que todos
tenéis la mesa bien dispuesta
cada día (o, al menos,
aún aspiráis a ese regalo
que os dejará
cerrada la boca).
Todo está bien, puesto que todos
podéis poneros buenos trajes
de marca distinguida, ricos
jaeces que os permiten
brillar en los saraos
donde el poder
os luce (o, al menos,
no perdéis la esperanza
de haceros aún más gratos
a los ojos del Príncipe).
Todo está bien, puesto que todos
tenéis largas cuentas con muchos
ceros a la derecha -allí
donde tenéis la cabeza
y el corazón- puesto que ya
vuestros números rojos -qué palabra
tan rancia- quedaron atrás
y vosotros nunca miráis
hacia el pasado: sois
chicos obedientes (o, al menos,
estaríais dispuestos a serlo
si la cifra fuera convincente).
Todo está bien, puesto que todos
tenéis aseguradas buenas rentas
por mantener las cosas como están
-con el aumento natural en la cuota
de beneficios-,
haciendo que parezca
que avanzamos (o, al menos,
no os importaría formar parte
de esa simulación).
Todo está bien, puesto que son
otros los que comen mal, otros
los que no brillan -cerebros
embotados, ojos cegados
de cansancio-, otros los que no
saben qué cosa sea una cuenta
corriente, otros
los que no tienen
otra renta que aquélla
que no pueden pagar
a su casero.
Todo está bien para vosotros
que os vendisteis por una buena
cantidad; los otros -es decir,
la mayoría- siguen
costando demasiado
baratos y no pueden
salir de la miseria:
no les ofrecen suficiente
por su desgaste cotidiano.
Todo está bien,
por tanto.
De Salustiano Martín González,
en Entre los poetas míos... - Colección Antológica de Poesía Social Vol.26, Biblioteca Virtual Omegalfa, 2013.
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