Muerte por fuego
Francisca la de Cádiz,
muerta
sin días para el gozo de la tarde
del descanso tranquilo,
va olvidando los gritos de los hombres
y el golpeteo de la sangre
que fluye desde el pozo
amargo de su vida
sin ganancia posible,
perdedora
desde el principio de su llanto.
Los brazos de sus hijas
recogen en susurros las pavesas
que deja su esqueleto.
Al ir a caminar,
fue atravesada
por el redoble de las horas
que vivió en la agonía,
por el silencio de aquellas amables
que nunca acariciaron
la angustia de su pecho.
Oh tú,
mujer,
trabajadora
o bien burguesa,
que respiras con tus palabras
o que vives uncida al yugo
y tiras del arado hacia poniente,
ten en cuenta a esta flor:
en otro tiempo
hubiera brillado con gotas
de rocío, gallarda
bajo la luz de las auroras
y hermosa como tú.
Recuerda
que su muerte no está en este poema
sino en la historia que te trajo
hasta estas líneas
y puede
llevarte por caminos semejantes.
Recuerda el desenlace triste
de su estéril agobio.
Recuérdala en la hoguera.
Y recuérdasela a las otras
hermanas.
De Salustiano Martín González,
en Entre los poetas míos... - Colección Antológica de Poesía Social Vol.26, Biblioteca Virtual Omegalfa, 2013.
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