Me acosté abril y amanecí mayo
Me acosté abril y amanecí mayo,
Y tuve la dicha de ver el milagro
De la flor que no pide permiso
Para vestirse de fiesta primaveral.
El Otoño acierta, aunque no manda,
Y la colina tomada por los colores
Se resiste a caer en oscuros marrones
Que penden de las ramas casi muertas.
Abrí la ventana y el frío soleado de la matina
Me heló los pies descalzos de medias
Que dejé junto al lecho fogoso
De una noche de sábanas sueltas.
La dicha perdura aunque la realidad cruda
De saberse fuera de lugar avanza
Y empiezan a caer en retaguardia
Los valerosos restos de flores marchitas.
Por Félix Sánchez Durán
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