Las palabras necesitan de un contexto histórico, político, social, cultural, económico y biográfico para significar. Exhorto a lxs lectorxs/militantes a realizar un viaje de conocimiento acerca de lugares, tiempos y autorxs para enriquecer la experiencia literaria que propongo en este espacio. Gracias.

sábado, 11 de septiembre de 2021

¡Oh estrellas... estrellas!...

¡Oh estrellas... estrellas!...

¿Qué lenguaje os habláis a distancia,
¡Oh estrellas... estrellas!
Qué lenguaje que es todo misterio,
Qué lenguaje que es todo belleza?...
.
Un espacio tan grande os separa,
¡Oh estrellas... estrellas!,
Y os habláis con mensajes de lumbre
Y los besos de luz os acercan;
Y a los hombres que Dios creó juntos
Yo no sé qué abismo siempre los aleja.

¡Ah, los hombres!... también Dios los hizo
   Vivientes estrellas,
Destello infinito
Les dió de su esencia,
Y ellos mismos apagan la lumbre
En sus almas tan negras... tan negras.
¡Ah, los hombres! los vi muchas veces
      Frunciendo las cejas
Doloridos de oir un elogio
Que de otros hermanos vibró en su conciencia,
Doloridos de ver que en la frente
De su hermano vibró una diadema,
Y apagaron la luz de su alma
Por no dar destellos de aplauso siquiera.
Renunciando a igualarse a los astros,
¡Oh estrellas, estrellas!,
Y nutriendo su propio veneno
Carcomidos de envidia y vileza.

Cuántas veces yo quise ser astro,
No por vana ilusión de soberbia,
Sino sólo, tan sólo
Por dar luz en las noches siniestras,
Por trocar los harapos del pobre
En clámide excelsa
Por dar fuego al hogar proletario
Donde en vez de acostarse se hielan,
Donde hay niños que mueren de frío,
Donde el padre famélico sueña.
Donde el lecho se moja si llueve,
Donde hay madres que de hambre están secas.
Sin leche en su seno,
      Sin sangre en sus venas,
 Sin risa en sus labios,
     Sin llanto siquiera,
Pues de tanto llorar se extinguieron
De su alma las vetas,
Las linfas de su alma que sólo regaron
Abismos y valles de ortigas y piedras.

Cuántas veces yo quise ser astro
Por dar luz a las almas que sueñan,
Por fulgir de un dolor en la herida,
O hermosear de una nave la vela,
Por romperme en cascadas de lumbre
Y echarme a las plantas del mísero esteta,
Del sublime que cruza la vida
Ladrado de perros, sumido en tinieblas,
Punzado de abrojos,
Sin que nadie quizá lo comprenda.
Oh, seguid columpiándoos,
Estrellas... estrellas,
Dando luz con raudales inmensos
A infinitas esferas;
Y aunque sigan perversos los hombres
Oh... vosotras, seguid aún más buenas.

De Alfonso Durán,
en Flores de un Otoño, Antonio Molinari Casa Editora, 1922.

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