Lázaro
"¡Ven, Lázaro!", gritóle
el Salvador. Y del sepulcro negro
el cadáver alzóse entre el sudario,
ensayó caminar a pasos trémulos,
olió, palpó, miró, sintió, dio un grito
y lloró de contento.
Cuatro lunas más tarde, entre las sombras
del crepúsculo oscuro, en el silencio
del lugar y la hora, entre las tumbas
de antiguo cementerio,
Lázaro estaba sollozando a solas
y envidiando a los muertos.
de José Asunción Silva,
en El modernismo en América, Edicom, 1969.