Los trapos rojos se abren como atarrayas;
quienes pasen sabrán que bajo la envoltura hay una casa
agonizante, como pez hambriento, dicen los que confían
en la piedad
de los cuervos.
Los foráneos blancos se acercan,
leyeron el periódico de ayer, de ayer, de ayer;
ninguno puede convertir piedras en yuca
ni multiplicar la yuca,
saben retratar pantalones y calcetines
para colgar sus fotos sobre sus palacetes
virtuales;
ellos no necesitan tender trapos rojos
pero creen que los chillidos de la furia de las perras negras
son moda para imitar y lucir
en el norte,
en el centro, en la derecha,
clic, clic, clic;
estamos haciendo parte de un hecho histórico.
Yo no hago parte de nada,
no tengo
casa propia,
cuelgo mis poemas en
pecho, orejas, rodillas y pelos,
como instalando al pájaro escarlata en un árbol sembrado sobre agua.
Nadie pasa,
los poemas no trinan con suficiente potencia,
nadie viene,
ni siquiera el viento a registrar el canturreo angustioso
de una cimarrona ansiosa
de memoria
que se rehúsa a la muerte.
de Luisa Villa,
en https://www.laraizinvertida.com/detalle-3108-luisa-villa-premio-internacional-de-poesia-gabriel-celaya-?fbclid=IwZXh0bgNhZW0CMTEAAR1j2upm8KKVK0jHfT63-z6ja7DzOrVrDvk5y_ubks7xEhRF75oB2CCD_AQ_aem_0kcJzPZZRcOJv1QFkGsFpg (21/7/24).
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