HÚSARES AZULES
Hiere la helada
como fuerte garra.
Vuela el trineo
por el Fontanka.
Su huella en la nieve
va trillando rayas.
¿De quién esa risa?
¿De quién esa voz?
“Con mi propia mano
en el corazón,
te lo digo yo:
No toques la espada.
Frente a tal peligro,
si no es a ti mismo,
a otros salvaguarda.”
Con los cascos blancos
golpeando en el hielo,
sombras por Litieini
vuelan a lo lejos.
“Y yo te respondo,
mi querido amigo:
No temo la muerte
en tenso patíbulo.
Mortal y oprobioso
en esta esclavitud
es bajar la cabeza
y asi envejecer.
Hora es que unamos
sables con los sables.
Mi corazón
está enamorado
de la libertad.”
Labios encarnados
y pipas labradas.
Húsares azules,
¡probad el destino!
Helos indomables,
helos inmortales
otra vez reunidos
en la habitación.
Guerreras abiertas
en noche profunda:
“Sírvanme una copa
repleta de vino.
Vertemos, bebemos
y nos despejamos:
Por la Hermandad Sureña,
por los jóvenes hermanos.”
Sordas las guitarras,
altas las palabras...
¿Qué guardar entre ellos?
¿A quiénes temer?
Cual espuma en copas
hierve su pasión:
Se lee “Gitanos”
por primera vez.
Por Litieini vuelven
las sombras volando.
Ceños rigurosos
bajo las viseras
miran los palacios.
Terminó el encuentro,
¡arre los caballos!
¿Qué es esa,
qué es esa,
qué es esa canción?
Bajad la cabeza.
Las tenues guitarras
que temblando callen:
Húsares azules
en la nieve yacen.
1927
de Nikolái Aséiev,
en Antología de la Poesía Soviética (Alexander Nakarov), Biblioteca Jucar, 1974.
Traducción de Elva Macías
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