A Víctor Jara
Estabas de pie, como siempre.
El público esperaba el canto
y, vos, hermano, esperabas
que las manos desatadas
pulsaran nueva guitarra.
Sí, poeta de las manos desatadas.
La inocencia de tus ojos
la inclemencia contemplaba.
Brilló en tus manos la guitarra
a golpe seco de hacha
y las notas que surgieron
salpicaron la muralla
¡Canta, cantor!
te rugieron
¡Toca, cantor!
se burlaron
Canta, cantor, si podés
con las manos mutiladas
y…
Tu voz rompió el silencio,
el público te puso alas
y su canto, con tu canto,
ascendieron como bandadas de palomas.
Yo no fui a Letras,
pero aprendí los verbos,
sujeto y predicado,
imágenes sensoriales y metáforas.
El arte lo aprendí en la calle,
me lo enseñó el pueblo.
Abriendo los brazos
entregaste tu vida.
Los clavos te clavaron,
en el vaticano,
para seguir
burlándose de vos.
Pero los pobres
calzaron tus sandalias
para que no olvidemos
tu gesto.
La católica
edita libros sobre la pobreza
de miedo a tener que dar
lo que le sobra.
La tristeza tiene un lenguaje:
la esquina del almacén
y el cartel de cerrado los domingos.
La primavera que comienza,
desde las ausencias
o desde la esquina,
que puso límite al recuerdo,
puede ser que
todos los barrios de Buenos Aires
comiencen y terminen
en una esquina de almacén.
De pronto,
mi memoria
se puso el cartel
de cerrado los domingos.
de Celina Amalia Galeano,
en Los versos salvados, Concejo Deliberante de General Pico/EdUNLPam, 2022.
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